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Carta de Editor: La Francia de Maricron no es una comunidad nacional

Redacción




Enrique de Diego.

Parece que han pasado siglos desde Charles de Gaulle escribiera que «no puedo pensar en Frnacia sin verla revestida de cierta grandeza». Ahora Maricron es un pigmeo moral. un psicópata que ni se inmuta cuando se desploma un coracero, el que iba a amargarnos la vida a los no timo vacunados, hace un análisis de la situación deleznable, culpando a las redes sociales de esta Francia en llamas, de linchamientos, propio de un niño malcriado del Rothschild, al que siendo siempre un desastre todo le ha sido fácil siguiendo dócilmente los mantras estúpidos y destructivos del globalismo.

La Francia de Maricron y su abuela avenjetada no es una comunidad nacional. No responde a ninguna de las definciones de nación, ni a la de Ortega como una unidad de destino en lo universal, ni a la de Ernst Renan como narrativa común, hecha de esfuerzos comunes, de motivos de orgullo y de olvidos ambos generales, ni tan siquiera a la que hice buscado el mínimo común denominador de la nación como Estado de Derecho. Francia no es una comunidad nacional y eso es terrible; habrá, se quiera o no, una lucha por el territorio, una salvaje guerra étnica.

No hay una comunidad nacional. Los modernos gladiadores que unifican la sociedad folclóricamente en torno a la selección de fútbol tampoco sirven. Los triunfos de Argelia son celebrados entre escenas vandálicas en París. Las escenas que nos llegan por las redes sociales, esas que quiere controlar Maricron, dando una respuesta de 1º de la agenda 2030, hablan de la toma de ciudades en auténticos actos de guerra. No conviene poner paños calientes a los procesos históricos. No conviene frivolizar como hace Maricron, mucho orgullo gay y pocos cojones, pero ya se sabe que Chueca no está en Teherán.

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Una inmigración desbordada argelina, magrebí, subsahariana de tercera o cuarta generacuón, insatisfecha, violenta, sumamente violenta, se constiuye en otra comunidad cerrada, o en otra serie de comunidades cerradas, en choque. La nación no tiene cohesión social, que es lo que ha buscado George Soros, los filoterroristas de Open Arms y todo el entramado de progres a la violeta, tipo Susanna Griso, tonta del bote, sin ninguna idea en la sesera, todo tópicos manidos y vacuos, como para echarla. Hoy decimos de alguien que es francés y no sabemos qué decimos, que tiene un docuemtno de nacionalidad o un nacimiento que lo acredita. Pero no tiene la visión historicista que predicaba Renan. Ni se identifica con Carlomagno, ni vibra con La Marsellesa, ni le importa una higa la toma de la Bastilla, por cuanto los que ahora están en algarda lo que aspiran es a tomar una gran tienda de deportes y vandalizarla

Francia es un conjunto de comunidades dedicadas a linchar a los franceses autóctonos, blanquitos. En esta Francia donde se han quemado Nôtre Dame de París y otras catedrales e iglesias con furor islámico, de conquista étnica, de sustitución de la población, fenómeno acallado por los medios de prostitución. Recuerdo que en la primera eleciión todas las revistas francesas salían con la portada de Maricron, el chavla oportunista, que asistía a un concierto mientras las calles de Francia ardían. Y recuerdo un electricista, hijo de emigrantes españoles, francés de paté hasta los tuétanos, que se había venido desde Lyon cansado de ser insultado por «francés».

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El detonante es la muerte de un joven argelino-francés a manos de la Policía. Detonante de tanto odio racial y racista amulado por unos jóvenes musulmanes inadaptados que odian la Patria que los ha acogido o a sus padres o a sus abuelos y todo lo que ella representa históricamente.

Así no se puede convivir. En una comarca de Turingia ha ganado ante el escándalo de los bien pensantes Alternativa por Alemania, un partido identitario serio, frente a las monsergas gastadas de conservadores y socialdemócratas. Francia necesita un baño de esa medicina y quizás sea demasiado tarde. Todo intento de conquista exige una respuesta. Maricron está quemado. Nunca ha tenido entidad. La presidencia de la República es un factor de cohesión y nadie se identifca a estas horas con ese payaso alicorto como un palomo cojo.

Las aguas del Sena se han desbordado, las de Lyon y Marsella, donde se habla de dos policías de paisano linchados. El Estado precisa una religión, y Francia carece de ella desde la revolución francesa, y ha terminado siendo la no religión, la laicidad masónica, gloriosamente fracasada. Francia se encamina a una guerra, está ya en ella con Maricron que decía que él era el único garante de la paz frente a la guerra que era Marine Le Pen.

Esos jóvenes vándalos no son Francia, son la anti Francia. La dulce Francia debe recomponer su cohesión social. Con violencia legítima, por supuesto, La maltrecha Francia precisa que su Ejército -si existe- la salve del abismo en que se precipita.