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«Cristianismo y revolución», de Jean de Viguerie (1), un libro esencial para comprender estos tiempos satánicos

Redacción




Enrique de Diego.

He aquí un magnifico libro, «Cristianismo y revolución«, del gran historiador francés Jean de Viguerie, que trasciende la revolución francesa, para ser esencial para comprender los tiempos satánicos que nos ha tocado vivir, corolarios de aquel nefasto acontecimiento. El libro apareció en 1999 cuando los pretendidos fastos de la revolución francesa y ayudó sobremanera a aguar la fiesta oficial. Lo recensionó el catedrático de Historia, Javier Paredes en «Papeles para la Libertad«, una aventura intelectual de culto que vino al mundo en el diario Ya. Desde entonces lo he estado buscando, y el propio Javier Paredes ha tenido sumo interés en reeditarlo ahora en su prestigiosa editorial San Román. Es un libro de deliciosa lectura, con el magnífico tono pedagógico que es estilo de Jean de Viguerie y de la mejor historiografía francesa.

La revolución francesa es el primer intento de demoler el cristianismo y de romper los lazos de la creatura con su Creador, de generar un hombre autónomo, desligado de sus lazos con la Ley de Dios y el orden natural. En ese sentido, con unas gotas de Maltus, existe un camino sin solución de continuidad que pasando por los totalitarismoos del siglo XX llega a los satánicos tiempos actuales en que la guerra ubicua es por el exterminio de la especie, en medio de un furibundo caos de mentiras, como el coronavirus y las timo vacunas, las fumigaciones letales, el acoso por el agua para matarnos de sed y acabar con el sector primario y privar a las poblaciones de libertad en las ciudades-cárcel de 15 minutos. Quien esté luchando en la resistencia encontrará en este libro claves para entender y afrontar esta guerra sin piedad contra las élites gobaalistas y sus sicarios y lacayos, toda la casta parasitaria de políticastros y de medios de prostitución sagrada babilónica, con una masas adormecidas por dos siglos largos de descristianización sistémica, y cuando la jerarquía católica se ha vendido al enemigo satánico y la clerigaya, empezando por Jorge María Bergoglio, se dispone con saña a hacer zozobrar la barca de Pedro, en las tormentas de la herejía modernista. ¡Ven, Señor, no tardes!

Todo empezó en la revolución francesa, porque, como dice Jean de Viguerie, «la cuestión religiosa está en el meollo de la historia de la Revolución». Es un ejercicio sistémico, que busca descristianizar Francia. Jean de Viguerie sintetiza muy bien y ofrece sus juicios con abundante y contrastada documentación. Francia es «la hija amada de la Iglesia» o «la hija mayor», de modo que la persecuón va a ser tenaz, «En 1789 la mayoría de los franceses eran católicos y la mayoría de los católicos practicaba su religión. El incumplimient del precepto pascual era raro en las ciudades y excepcional en el campo. Quince años más tarde, bajo Bonaparte, la tercera o la cuarta parte de los católicos no comulgan por Pascua ni asisten a Misa los domingos. La diferencia es espectacular y no deja lugar a dudas: la masiva descristianización de Francia se inicia con la Revolución».

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Viguerie escudriña en los archivos parroquiales y estudia el cumplimiento pascual, confesión y Comunión. Francia goza de buena salud espiritual, no es una religiosidad formal, sino que brillan en ella las devociones al Corazóm de Jesíus, a la Eucaristía o el Santo Rosario. «Es absolutamente interior, sencilla, sin espectáculo, orientada al cumplimiento de los deberes de estado». La piedad está llena de amor y afán de reparación. Hay que desagraviar al Dios del amor por los ultrajes del mundo. «En París aparece una nueva cngregación: las religiosas de Sainte Aure. En 1761 se comprometen a rezar todos los días ‘por la reparación de las ofensas que se cometen contra el Corazón de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar’. Se entregan, pues, a la Adoración Perpetua. Esto signfica que hace un turno ininterrumpido a fin de orar incesntemente ante el tabernáculo».

«A buenos obispos, buenos curas. No existe un párroco que no predique (casi todos los domingos): un cura que no enseñe catecismo, visite a los pobres, a los enfermos. Son pocos los que, en vida o por testamento, no fundan escuelas, casas de caridad, misiones en ayuda de sus parroquias». Jean de Viguerie cita a Alexis de Tcoqueville: «No sé si en conjunto, y a pesar de los patentes vicios de alguno de sus miembros, ha habido jamás un clero más admirable que el clero católico de Francia en el momento en que estalló la Revolución…Comencé mi estudio de la sociedad de entonces lleno de prejuicios contra él y lo he terminado lleno de respeto».

Pero «desde finales del siglo XVIII, el cristianismo no ha cesado de ser combatido en toda Europa, pero con especial virulencia en Inglaterra y Francia. Ha sufrido los ataques de los libertinos, de los ‘racionalistas’ y, aproximadamente a partir de 173o, de ciertos literatos denominados filósofos», de forma que «los enemigos del cristianismo son los dueños de la opinión pública». Estos fanáticos redomados van a acusar al clero católicos de ‘fanatismo’ y estos irraconales van a atacar a los hombres de religión en nombre de la razón. El ataque ubicuo se va a centrar oobsesivamente en impedir el acceso del pueblo cristiano a las fuentes de la Gracia, a los Sacramentos. Sin la Gracia de los Sacramentos la fe se debilita y no digamos la práctica, porque la religión católica depende de esa comunicación con Dios, de esos signos visibles. El Bautismo resiste y pronto hay una Iglesia clandestina que celebra el Santo Sacrificio de la Misa, oye Confesiones y afronta el Martirio.

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Jean de Viguerie nos narra magistralmente los pasos de esta persecución procelosa, hartera, constante. El libro tiene ritmo y se lee como una espléndida novela histórica, porque tiene músculos, tendones, carne y vida. El ataque se va a desplegar en una doble dirección, en aniquilar económicamente a la Iglesia para hacerla depender del Estado y en acabar con el clero, y con las religiosas, obligados a pasar a la clandestinidad, o a jurar -la historia de los juramentos- el cisma y la sumisión al nuevo orden. Eso se va haciendo paso a paso, gradualmente, pero con un objetivo claro: descristianizar. Se va amputando partes de la Iglesia: «La Francia monástica se vende entera. En Francia existían miles de abadías y prioratos. Muchos de ellos monumentos venerables, como Cluny, Fontevraud, Jumièges, maravillas de la arquitectura. La piedad cristiana había acumulado en ellos durante siglos auténticos tesoros, libros y manuscritos, ricos ornamentos y valiosos vasos sagrados, cuadros, esculturas, tallas y rejas»-

El ariete descristianizador es la Constitución Civil del Clero que establece una parodia de iglesia cismática y que obliga a jurar y divide el clero coactivamente en juramentados y refractacios, los ‘buenos curas’, que dicen la rebelión de La Vendée, el primer genocido moderno. Luego se experimenta, y es un patético fracaso, el matrimonio de los clérigos. Al tiempo, se impulsa el cambio del calendario para hacer desaparecer cualquier vestigio de cristianismo. Se organizan nuevas religiones oficiales: al Ser Supremo, cuyo sumo sacerdote es el jacobino Robespierre, con sus procesiones; más tarde la teofilantropía, que «no es más que un deísmo mejorado».

Y, al tiempo, siempre actuando la guillotina.

Jean de Viguerie, Cristianismo y revolución, Editorial San Román, Madrid, 2023, 356 páginas, 19 euros.

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