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Día en que empezó el «asesinato» de mi madre

Redacción




 Frío inverno de 2021, mi madre cogió un constipado. Da igual que tuviese en aquel momento 84 años, pues estaba más fuerte que un roble.

Llamó al médico que le tocaba en su centro de salud aquí, en la playa de San Juan de Alicante, y le dijeron que, en principio, solo tenía que tratarse con jarabe «Flutox» (por la acumulación de expectoración pectoral) y con paracetamol, en el caso de que le subiese la fiebre más de lo normal.

Mi madre, mujer super inteligente, con un 148 de CI, jamás pudo creer ni siquiera en la existencia del virus SRAS-CoV-2, comúnmente llamado COVID-19.

Sabía perfectamente lo que era el ADN y el ARN, y que los virus solo tienen ARN. También sabía que este supuesto virus SRAS-CoV-2, jamás habían sido secuenciado con el microscopio electrónico más potente hasta la fecha de entonces, es decir, un microscopio de «efecto túnel», el que tiene mayor poder de resolución, capaz de resolver distancias entre dos puntos del orden de 0.01 nanómetros de resolución de profundidad (nanómetro es igual a la milmillonésima parte de un metro), sino que solamente el ARN de los virus «COVID-19» habían sido secuenciado con simulaciones de ordenadores, a los que les habían introducido parámetros imaginarios.

¡Eh, no flipeis¡ que mi madre había trabajado como mando superior en una empresa multinacional de telecomunicaciones, y cuando se prejubiló, se montó otras empresas de tecnología avanzada.

Así que por supuesto, nunca se vacunó.

Desde el centro de salud de la playa de San Juan, su médico pasó tanto de ella, que al final un constipado se convirtió en una pulmonía.

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La llevaron al siniestro, siniestrisimo Hospital Universitario de San Juan, y, «lógicamente», la neumonía atípica se convirtió en esa mitológica absurda enfermedad llamada COVID-19.

Lo que viene después que le pasó a mi madre, es lo que le ha pasado en España a esos 30.000 ancianos mal diagnosticados: intubación que les quemaba los pulmones, pasar a la sala de la morfina, eliminación de las vías de alimentación parenteral a través de una sonda insertada en una vena mediante la cual los nutrientes ingresan a la sangre directamente, y, por supuesto, eliminación de todo tipo de alimentación típica.

Mi hermana estuvo el día de la muerte de mi madre por la mañana (con el traje especial EPI), y yo pude hablar con mi madre a través del whatsapp: lo que más recuerdo de aquella conversación con mi madre es que me dijo completamente angustiada: «Nacho, hijo mío, estoy bien, pero me están matando de hambre».

Por la noche, por falta de alimentación de ningún tipo y por el atiborramiento de morfina, mi madre falleció.

Al día siguiente, y con un requerimiento notarial, exigí al director del Hospital Universitario de San Juan que le hiciesen una autopsia para ver de qué había muerto. Naturalmente, me fue denegada.

Las pulmonías, para el que no lo sepa, se alojan en un solo pulmón. Pero si no se tratan como tales, se convierten en neumonías y después, en neumonías atípicas, que tienen la característica rara y extraña de alojarse en ambos pulmones.
Que ahora Nachete Escolar, el que tiene el digital pagado por su padre, «20 Minutos«, quiera decir que muchas muertes atribuidas a la COVID-19 las causó en realidad una neumonía secundaria asociada a las intubaciones, me la suda. Treinta mil personas mayores tenían que morir en el principio de la supuesta pandemia, porque no había dinero para poder pagar las pensiones.

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Y mi madre fue una de esas víctimas del gerontocidio. Como tenía una buena pensión, pues hala, pa’ la buchaca del Ministerio de Igualdad.

Y por cierto, ¿Cuando va a haber un Ministerio de Igualdad para los minusválidos y los ancianos?

Ignacio Díaz

Alicante