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Se regodean con nuestra esclavitud porque creen que han ganado la batalla, pero no conseguirán lo que quieren, y lo saben

Redacción




Reproducimos el artículo de Margarita del Amo en El Diestro: Mientras el mundo parece viajar descontrolado hacia el precipicio, el ser humano duerme sin saberlo, como un autómata, un robot, un zombi al que un bokor haya despojado de su alma, y con ella, de su mente y energía creadoras. La humanidad parece haberse convertido en una masa despersonalizada imbuida de pensamientos ajenos, como un eco repetitivo de ideas de diseño concebidas para ser incrustadas cual pensamiento único, oficial, verdadero, resiliente y sostenible –perdón por la burla inocente de la neolengua—.

En este bucle distópico, el homo sapiens –o videns, como definió Sartori— come, trabaja, duerme, retoza y procrea, cumpliendo así con las mismas funciones básicas de los mamíferos que le sirven de alimento. En esto se ha convertido el homo obediente y esclavo, que se aferra a los barrotes de su jaula de confort cada vez más escaso, sintonizando la repetición de la mentira, ingiriendo comida basura, atiborrada de glifosato, nitritos, grafeno y un sinfín de sustancias cancerígenas legales; respirando nanopartículas de aluminio, bario y otros tóxicos al por mayor, mientras el altavoz orwelliano de las noticias y contenidos adoctrinantes e idiotizantes esclerotiza sus neuronas y debilita o anula su conexión con lo divino.

¿Por qué todo esto, qué quieren de nosotros?, cabe preguntar. El objetivo de las élites y sus jefes los oscuros es cada vez más claro y ni siquiera tratan de ocultarlo. Están tan seguros de la exitosa domesticación del rebaño a través de sus estrategias a lo largo del tiempo, que no solo no se esconden, sino que parecen regodearse ante nuestra sumisión e impotencia. Creen que nos hemos rendido y que han ganado la batalla porque, hasta ahora, la sociedad ha creído y adoptado sus patrañas sobre economía, salud,  cambio climático y resto de iniciativas ad hoc. No en vano, para esta situación crucial en nuestra historia, han procurado instalar en las poltronas de los países a lo peor de la raza humana que, a su vez, se rodea de lo más bajo de la especie: poseedores de todos los vicios, sin ninguna virtud, carentes de empatía y corazón de hierro, auténticos psicópatas y sociópatas. Por eso están arrasando todo lo viviente para cumplir con la cacareada Agenda 2030 –de la cual los ciudadanos no tienen ni idea— y crear un mundo transgénico y transhumano. Por eso queman el monte; por eso persiguen a los agricultores derribando presas, prohibiéndoles regar, secando sus cultivos y utilizando la geoingeniería para que las nubes descarguen la lluvia en el mar; por eso acosan a los ganaderos con enfermedades inventadas de vacas locas y pestes porcina y aviar, so pretexto de crear un mundo más sostenible, sin las ventosidades de las vacas. (Al parecer ya han creado impresoras 3D para “imprimir” carne vegetal. Los planes están a la vista, pero aún no son percibidos.

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Una minoría de despiertos voceros grita y alumbra en la noche para que las tinieblas no sean tan negras. Con sus voces y plumas notarizan la sinrazón de estos tiempos convulsos de fin de ciclo, el gran ataque contra la humanidad. Pero muchos empiezan a estar exhaustos y abandonan la carrera antes de llegar a una meta que ven  incierta, hartos, además, de predicar en el desierto o de hablar para sordos, recibiendo como respuesta la que el “sabio” de turno dio en el telediario o en la tertulia al servicio del poder. Siempre que tengo oportunidad los animo a seguir insistiendo, a no desistir, a morir con las botas puestas si hace falta. El esfuerzo merecerá la pena. Pensemos que estamos aquí, ahora, en este preciso momento, por algo. Todo tiene su propósito.

Como profesional de la psicología, recurro una y otra vez –creo que como consuelo— a la disonancia cognitiva, a la memoria predictiva o al efecto priming o primado. Conociendo el funcionamiento de la mente y el cerebro es más fácil encontrar las causas de nuestras conductas y reacciones e incluso ser más comprensivos e indulgentes, máxime sabiendo cómo la psiquiatría y la psicología trabajaron con el sistema en el estudio de la mente humana, no precisamente para bien, sino para subyugarla y controlarla. Pero como analista y observadora de la realidad, entiendo muy bien a quienes desisten, por creer que está todo perdido y que no merece la pena seguir luchando contra un gigante; un gigante que cuenta con el beneplácito y el aplauso de una sociedad demasiado distraída “con sus cosas mundanas” e intoxicada por el miedo y la incertidumbre que le inoculan en sesión continua. Lo peor de la situación es que al no haber alcanzado el grado de consciencia, sin saberlo, está siendo cómplice de su propio suicidio asistido, al obedecer, integrar y repetir las consignas de sus guardianes.

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¡Pero no lo conseguirán! Estamos seguros, y mantenemos la esperanza de alcanzar la masa crítica necesaria para que, a su tiempo justo, el velo se descorra y se produzca el cambio. Entonces la sociedad abrirá los ojos y comprenderá que se está librando una guerra contra el planeta en su conjunto, con el ser humano como epicentro. Frenar su naturaleza y evolución naturales, de acuerdo a los valores de la cooperación, la justicia y el amor que nos son inherentes e instaurar un sistema involutivo y degradante es su gran objetivo. De ahí su obsesión por eliminar a una buena parte de la población, sea a través de armas biológicas, vacunas y otros fármacos y una atmósfera enfermiza. Quieren un ser de nuevo cuño que sustituya al humano. A ser posible, sin pasado, sin historia. Por eso su interés en desposeer al hombre de su esencia, destruyendo la religión, la familia y las relaciones heterosexuales, queriendo incluso enmendarle la plana a la biología. Por eso fomentan el homosexualismo, el transexualismo y el universo queer y foucaultiano en su amplitud, es decir, todos los aspectos conductuales enmarcados en patologías y perversiones anteriores a las últimas ediciones del Manuel Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM, por sus siglas en inglés), tras caer esta en manos masónicas, esto es, los mismos personajes de la Agenda 2030.

Pero no lo conseguirán. Nuestro destino, de acuerdo al plan divino, no es la esclavitud, sino la libertad que emana del discernimiento y el amor entre todos los seres, con la Creación como escenario. Pero para conseguir la libertad es necesaria la lucha, sobre todo, espiritual. Y esa parcela nos la han borrado, y nosotros lo hemos consentido. ¿Qué tal si la recuperamos? Es la única vía de alcanzar la liberación de esta tela de araña gigantesca que nos aprisiona.