Enrique de Diego.
Cuando era Delegado de Abc en Alicante, organicé las Jornadas Liberales Iberoamericanas -pecados de juventud- con el objetivo de traer y conocer a Mario Vargas Llosa, que resultó un fiasco simpático, y al gran maestro Jean François Revel. Como invitado menor vino un personaje pequeño y excéntrico que se había convertido al liberalismo y que no aportó nada, se llamaba Federico Jiménez Losantos. Pasemos página, no merece la pena. Revel era el importante, hablaba perfectamente el español y acababa de publicar El conocimiento inútil, libro que se abre con una frase impactante: «la mentira domina el mundo».
Resultó deslumbrante y premonitorio, pues no podía imaginarme hasta que punto ese dominio era total y especialmente en mi ámbito, en los medios de comunicación, ni que. andando el tiempo, Abc degeneraría en una asquerosa cloaca globalista, ni que los medios, especialmente las teles, llevarían su mentira y su inmundicia hasta ser cómplices y protagonistas de un genocidio con la plandemia, el gerontocidio en el que se asesino a 140.000 ancianos en residencias y UCIs, quemándoles los pulmones, con confinamientos letales para la libertad, y la economía, hasta conducir a la población a la timo vacunación masiva provocando una sobremortalidad brutal y efectos adversos pavorosos. No sabía yo entonces que me iba a ver luchando con gigantes desde Rambla Libre.
Cantantes que mueren en plena actuación, futbolistas que fallecen de forma nutrida y espeluznante, ciclistas que se derrumban como fulminados por un rayo jupiterino, en la Media Maratón de Elche que un joven atleta de 21 años muera al cruzar la meta y otros tres sufran paradas cardiorrespiratorias, y ni el Abc ni ninguno de los medios, ni las televisiones sean capaces de establecer la relación con las timo vacunas, de gente que muere por la calle, o conduciendo, de autobuses en las que el conductor sucumbe o en los aviones pilotos que mueren en pleno vuelo o antes de iniciarlo.
No me podía imaginar que, en efecto, la mentira domina el mundo a través de Black Rock y de Vanguard y todas las agencias de publicidad con las grandes carteras del Ibex estarían en la pomada, hasta convertir el periodismo al que siempre seré fiel sólo lo podría practicar en este reducto de libertad y de verdad que es Rambla Libre. Pero entonces y ahora sigue siendo una verdad incontestable que los medios son de sus lectores o las televisiones de sus espectadores, y si les han traicionado tan claramente, hasta llevarlos a ellos y a sus seres queridos y a sus hijos, hasta el precipicio de quitarles la vida o de herirles gravemente, no queda otro que ejercer la soberanía y darles la espalda.
Si nadie viera las televisiones genocidas o los medios asesinos, dedicados a ocultar, pues ahora ni se atreven a hablar del coronavirus, ni anunciar esas falsas olas que se inventaban, esas televisiones y esos medios sucumbirían. Hay que tratarles como enemigos. No son gigantes, son molinos de viento. Todos esos locutores que como cotorras recomendaban e impelían a la población a tomo vacunarse con el veneno de muerte suministrado por las genocidas Pfizer y Moderna, todos esos, más pronto que tarde, van a pagar por sus actos. Todos esos medios que ahora actúan como si no pasara nada, cuando pasa todo, que están en una estúpida huida hacia adelante porque la mierda y el crimen les llega ya a la boca, tendrán que ser asaltados moralmente cuando la mierda y el crimen les cubra por entero.
Se ha conseguido mucho, en el año 2022 los españoles vieron de media 24 minutos menos de televisión; eso significa que un número destacado de personas dejaron de ver la televisión por completo, apagaron la televisión para no encenderla más, y un número creciente de españoles han dejado de leer, de entrar en El País, ese tan sumiso a la agenducha 2030 que alaba el confinamiento perpetuo de las ciudades de 15 minutos, Abc, La Vanguardia o cualesquiera de los medios corporativos que mienten con descaro al servicio de quienes son tan fatuos que se han creído los amos del mundo y no son más que unos tarados, unos peleles y unos bufones. Lo dicho. usted manda en los medios, puede volverles la espalda a esos sicarios y no son nada, pútridas verduras manriqueñas de las eras. En castizo, una mierda pinchada en un palo.