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Carta del Editor: Paseo al borde del mar por la sociedad distópica

Redacción




Enrique de Diego.

Largo paseo por la ciudad levantina, marinera, con mi sabio hijo Fran. Las magníficas instalaciones deportivas están a rebosar de chavales jóvenes. El mar en calma trae sosiego a los espíritus. Pero a medida que voy caminando, tengo la sensación de estar en un mundo irreal, en una patente distopía, porque todo parece moverse con normalidad, con quietud, pero esta sociedad, esos jóvenes han sido atacados con saña por sus propios gobernantes, por su oposición, por sus medios de comunicación, por su policía, por sus médicos y enfermeras en el más grave asalto a la Humanidad desde los tiempos de Noé.

Pasamos cerca de un corrillo de cinco jóvenes que hablan del ictus fulminante que le ha sobrevenido por la timo vacuna a un tal Christian. Yo tengo en mente las muertes de la periodista Sandra Carmona de 42 años, directora de Comunicación de la Consejería de Salud de La Rioja y de una bellísima adolescente, de cuerpo atlético, 15 años, Estrella Martín, jugadora del Sporting Club de Huelva. El Club ha emitido un comunicado de circunstancias expresando su «profundo pesar». Me resulta difícil entender la quietud y el sosiego de toda esta gente, de los padres de Estrella Martín, por ejemplo, que no se rebelan, que no ponen el grito en el cielo.

Pero, claro, somos una sociedad incomunicada en la que los medios de comunicación han sido parte esencial en el engaño y el genocidio; no hay opinión pública, ni comunidad de intereses, en eso estriba la enervante distopía. Las sociedades modernas lo son de comunicación. Me siento muy orgulloso de la labor de resistencia y ataque que lleva a cabo Rambla Libre, también en su twitter ramblalibre_com. Pienso en todos los esfuerzos heroicos en las redes sociales y en webs, y los conseguido hasta ahora.

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Pero ese comentario del corrillo de jóvenes de la siega de un amigo que engrosa la abrumadora lista de caídos en esta guerra traicionera y cruel nunca saldrá en los medios de comunicación globalistas ni nunca se harán eco las furcias mediáticas. Hay que mantener el ánimo alto porque vamos ganando. Pero pienso en Federico Jiménez Losantos que se fatiga desde el coronavirus, más bien desde la timo vacuna, y que achaca la sobremortalidad a los «efectos adversos» del coronavirus. Este Losantos se abisma en la imbecilidad, es incapaz de establecer las mínimas relaciones causa-efecto. Pero este imbécil en grado sumo ha tenido por misión al servicio de los criminales globalistas de dar la matraca como si fuera un crítico del sistema, cuando es un borrego histérico que ha calificado de asesinos a los padres que, contra viento y marea, han protegido a sus hijos y de cucarachas y ratas a los que no nos hemos dejado inocular el veneno de muerte y que habría que exterminarnos y matarnos, así, literalmente, Ni olvido ni perdón.

Hace bien poco ha habido una manifestación en Madrid para que se dieran un baño de multitudes unos cuantos políticos jubilados, Jaime Mayor Oreja y Aleix Vidal-Quadras, por citar a los más conocidos, para protestar contra el gobierno de Pedro Sánchez y allí no se escuchó ni citar el gerontocidio, ni la sobremortalidad, ni las lesiones a los derechos personales. Se habló de derecha frente a izquierda, cuando esos dos términos son dos mentiras de la gran mentira urdida para matar o herir a buena parte de nuestros compatriotas.

La brisa del mar me acaricia el rostro. Esta distopía se tiene que acabar. Hay que romper con ella. Son todo ficciones. No se le debe votar. No votaré, por dignidad.