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Agatha Ruiz de la Prada echa unas paladas de concreto al sepulcro mustio del innombrable

Redacción




Enrique de Diego.

Una segunda lectura más reposada del libro «Agatha Ruiz de la Prada, mi historia» sirve para descubrir la maestría con que Agatha echa unas paladas de concreto sobre el sepulcro del innombrable para que no vuelva a levantar cabeza.

Dicen que la venganza es un plato que se come frío pero debe ser bien provisto, abundante, para encontrar la mayor satisfacción y la verdad es que Agatha, que no sabe hacer un huevo frito, según dice de sí misma, este plato lo ha condimentado a las mil maravillas y sabe de rechupete, como, con perdón de la etiqueta y de las buenas maneras aristocráticas, para ser deglutido con los dedos.

La diseñadora maneja con elegancia una daga florentina pero teniendo buen cuidado de que haga tanto daño como una navaja cabritera, clavando una y otra vez en el cuerpo ajado y medio calvo para mayor inri del «innomb». Agatha tan internacional como racial, después de hacerle la faena. entra a matar con pericia e incluso le da el descabello con la puntilla. Impresionante. Ovación, dos orejas y rabo de Exuperancia.

Pone en boca del innombrable la horrenda y escatológica sentencia: «Si mi último proyecto es una mierda, mi vida habrá sido un fracaso». y de ahí compone Agatha una sinfonía, o más bien un Réquiem, un Dies Irae. «Cuando se presentó El Español, en 2015, en el Palacio de Congresos de Ifema, asistieron unas tres mil personas. Al año siguiente, en una convocatoria suya no pasaban de cincuenta. Fue impresionante la expectativa que generó el periódico y también cómo se desinfló. ¿Quién iba a confiar en él? Ya no da exclusivas como antes, no quiere darlas porque no le conviene. Ahora es su negocio». Porque «lo que quiere es que su empresita vaya bien», pero si no da exclusivas el empresario se come al periodista, que es lo que ha ocurrido, y tan lacayo no sirve para nada, ni para nadie, amén de que a esos tres mil de Ifema les, por decirlo suavemente, los timó, con unas acciones que no se pueden vender.

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«Al principio, él empezó pagando unos sueldazos. Pero casi toda esa gente se ha ido. Tuve la suerte de que, aunque viví bastante la decadencia, no la he vivido entera». El apuñalamiento feroz tiene ritmo. Los navajazos se propinan siempre de forma certera e implacable. Como si fuera un guarro, va directamente al codillo. Cada frase es mortal de necesidad.

Como la historia del innombrable metido a historiador de opereta, a historiador aficionado. Es casi una fábula de Samaniego con moraleja: el innombrable no sabe envejecer y hace el más soberano ridículo. Pretende entrar en la Academia de la Historia y para ello «quiso escribir un libro de historia y gastó dinero a espuertas: se compraba libros de treinta mil euros, era la locura. Empezó a verse con historiadores, a comer con ellos. Esa gente desconfiaba de él porque ellos llevaban toda su vida yendo a bibliotecas, metidos en el mundo académico. Y concluían: «Esto no es un historiador».

Agatha echa sal en la herida abierta: «Y se dio cuenta de que no iba a conseguir entrar en la Academia de la Historia. Se compró infinidad de libros. Dijo: ‘Voy a escribir sobre los Cien Mil Hijos de San Luis’. ¡Pero si no sabía nada! Un profesional se pasa cuarenta años estudiando un trocito de historia, y él quería saltarse ese ‘protocolo’. Publicó El primer naufragio. Un día va a una librería de viejo y le ofrecen unas memorias de José Calatrava y se las compra por cuatrocientos mil euros. Con ese material inédito escribe La desventura de la libertad. José María Calatrava y la caída del régimen constitucional español 1823. Los estudiosos se preguntaban qué hacía el innombrable queriendo ser historiador. No se consigue ese estatus a base de dinero, sino de estudio y de investigación. Cuando vio que por ahí no podía seguir se quedó desconcertado».

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Gloriosa Agatha. Faena de aliño. Hay párrafos, páginas, en los que no puedo contener la risa y me descubro riéndome a mandíbula batiente, mientras me salpican gotas de sangre del innombrable. ¡Le entierra tras un carnaval en Venecia, en el que el innombrable ofrece su faz más garrula y provinciana! He aquí un vejestorio que se ha tomado demasiado en serio, sin sensibilidad, sin amigos, y que brilló con fulgor mientras estuvo con Agatha y sin Agatha se apagó como una bengala. Lo dicho: su último proyecto fue una mierda ergo ha fracasado. Con su Cruz se lo coma. Requiescant in pace.

P.D. Tengo que leer el libro por tercera vez. Es sumamente divertido.

Agatha Ruiz de la Prada, mi historia, Editorial La Esfera de los Libros, Madrid, 2022, 323 páginas.