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Ana Patricia Botín, la bruja del globalismo, coquetea con todo el que se le pone a tiro

Redacción




Enrique de Diego.

Ama tanto el poder como odiaba a su padre. Es, en realidad, una frívola insustancial que practica lo que Ludwig von Mises llamaba el «comunismo de Broadway», ese que se utiliza para hacerse perdonar su pobre y miserable vida y caer bien. Utiliza todos los resortes de esa clase de estupidez: el ecologismo, el timo calentamiento global, ahora enfriamiento, el feminismo. Es una feminista contumaz sin caer en mientes que se lo debe todo a la herencia de su padre, que la echó del Banco con cajas destempladas, porque no estaba dispuesto a que hundiera al Santander, y no le falta razón porque ha perdido millones de euros y los inversores no confían en ella.

Por ese amor al poder no pierde un sarao de los más poderosos eugenésicos, Club de Bildeberg  y Foro de Davos, sin que falte el pin en la solapa de la agenda 2030, mientras se extiende el odio irrestricto hacia esos multimillonarios que matan y buscan esclavizar a la gente. No sabe, en su inanidad, la que se le viene encima a esta bruja del globalismo, ni la ira que concita. En su torpeza, ha llegado a considerar al joven político con más proyección a Albert Rivera.

Ana Patricia Botín, la pérfida, que va contra sus clientes, le gusta codearse con el pequeño círculo de sus pares, los magantes y oligarcas, a los que invita a sus casas donde recibe a las mayores fortunas, y coquetea, casquivana, mujer de virtud frágil, acomplejada, con el primero que se pone a tiro. Algo muy poco feminista, y muy irrespetuoso con su complaciente marido, pero el poder tiene sus reglas amorales y perversas. Así es Ana Patricia, la inútil.

Ahí está Ana Patricia Botín con la marca de la bestia, el pin de la agenda 2030. que propugna un mundo sin fronteras y un gobierno mundial, distopía que pasa por el exterminio de la raza blanca, para conseguir un mundo de amos y esclavos, a imagen y semejanza de la tiranía china. Ese pin multicolor de dudoso gusto al que se suman personas que aparecen enfrentados como Felipe de Borbón, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, José Luis Rodríguez Zapatero, Javier Maroto…Ese pin con el que manifiestan su sumisión a los poderes globalistas y a la eliminación de las Patrias, pesadilla de las élites, llamada a no realizarse nunca y a producir enorme sufrimiento, por la gente más amoral del mundo.

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Ana Patricia Botín con Jesús Calleja en Groenlandia,

Jesús Calleja se apuntó un buen tanto para iniciar la temporada de «Planeta Calleja»: Ana Patricia Botín, presidenta ejecutiva del Banco Santander, participa en una expedición al glaciar de Qaleraliq, en Groenlandia, para comprobar los efectos perniciosos del cambio climático, invento de la ONU para justificar un gobierno mundial y que está naufragando en la indiferencia o en el timo. Al fin y al cabo, Erik el Rojo se encontró, en el siglo X, se encontró una isla libre de hielo fácilmente cultivable y colonizable y la bautizó con el inequívoco nombre de «Tierra Verde», aun puede que pesara en él cierto sentido del marketing y tratara de engañar a los colonos islandeses, cuya isla significa «tierra de hielos».

Ana Patricia Botín baja a los hielos de los cielos y es ello indudable noticia. ¿Para qué? Los banqueros tradicionales procuraban pasar inadvertidos, eran discretos y acudían a la opinión pública sólo si había que dar la cara porque iba mal el Banco.

La aventura consiste, según se lee en la web de Cuatro, en «una expedición por un auténtico paraíso helado con un objetivo: comprobar las consecuencias de la subida global de temperaturas en el deshielo de las regiones árticas. Ana Botín, presidenta de Banco Santander, protagonizará una de las nuevas entregas de la próxima temporada de ‘Planeta Calleja’, tras acompañar a Jesús Calleja en una intensa aventura en el sur de Groenlandia».

«Uno de sus grandes objetivos ha sido llegar navegando por uno de los fiordos hasta el glaciar Qaleraliq para, una vez allí, iniciar una ruta de trekking hacia un nunatak, un pico montañoso rodeado de hielo continental. En esta travesía sobre el glaciar, con crampones, sorteando grietas sobre una de las masas heladas más antiguas del planeta, Ana Botín y Jesús Calleja han podido contemplar el inlandsis o casquete polar groenlandés, que cubre cerca del 80% de su territorio, y constatar cómo ha visto reducido su espesor en los últimos años».

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Además, «han visitado algunos de los lugares más emblemáticos de la isla, como Qassiarsuk, donde el comerciante y explorador noruego Erik Thorvaldsson, conocido como Erik el Rojo, fundó el primer asentamiento vikingo en Groenlandia. También han convivido junto a una familia ganadera groenlandesa, para experimentar su modo de vida y conocer los cambios que ha sufrido el clima en la zona. Para ver el deshielo de forma más cercana, han recorrido los fiordos en kayak, sorteando icebergs».

«La expedición ha colaborado con Greenland Tree Project, iniciativa liderada por Jason Box, uno de los climatólogos más importantes del mundo, que tiene como objetivo plantar árboles en la isla para tratar de neutralizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Con él, han charlado sobre el calentamiento global y sus posibles soluciones.

Ana Patricia Botín se disponía a hacerle la competencia de Greta Thunberg, pues «Groelandia ha superado todos los récords de temperaturas, los glaciares se funden a una velocidad nunca vista antes, los científicos aseguran que el culpable es el cambio climático». Todo mentira impostada, de bruja piruja, con la charlatanería de Ana Patricia Botí y el lacayo baboso de Calleja.

Ana Patricia Botín y su esposo, en el funeral de Ciudadano Botìn.

La bruja del globalismo, que no mostró sentimiento alguno en el funeral de su odiadísimo padre, como puso de manifiesto en la aventura de opereta, acaba de asistir al aquelarre de Davos, sin ser consciente de que el globalismo está acabado, agoniza, es una triste pesadilla de viejos pedófilos, mezcla de Hitler y de Malthus.