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Carta del Editor: ¡Hay que salvar a la Iglesia de Cristo de la escoria de Bergoglio! ¡Seca sus fuentes de financiación!

Redacción




Enrique de Diego.

Decía el Premio Nobel de Economía, James A. Buchanan que debemos financiar al pastor que defiende los intereses de la comunidad. Volviendo por pasiva la frase, ni Bergoglio, ni la inmensa mayoría de los cardenales, con la salvedad de Muller, ni ninguno de los numerosos obispos, con una única excepción a la que luego haré mención, ni prácticamente todos los sacerdotes merecen nuestro estipendio. Es más todos ellos merecen un juicio sumarísimo o que ellos mismos se aten una piedra de molino y se tiren al mar, porque estos miserables han hecho daño a los más pequeños, a los niños, indefensos.

La situación es tan extremadamente grave que muchas personas me preguntan si la Iglesia no es falsa ya que se ha situado como enemiga de cada uno de nosotros y de la supervivencia de la especie, como si se tratara de una institución diabólica. A pesar de su tono de baboso payaso, Bergoglio ha llegado en su degradación moral a recomendar vivamente que voluntariamente nos dejáramos matar inyectándonos el «veneno de muerte» tildándolo de «acto de amor». La Iglesia, que somos todos, que es el Cuerpo Místico de Cristo, debía haberse opuesto a este genocidio, lo debía haber condenado y debía haber recomendado a sus fieles no caer en la trampa asesina. Lejos de ello, el Vaticano, como nuevo ente satánico, ha impuesto las normas más duras, sin que haya faltado el totalitario pasaporte covid, y ha sido el último en levantarlas. Ha acuñado, como detalle, una moneda conmemorativa de la timo vacunación criminal.

En un auténtico desfonde moral, la Congregación para la Doctrina de la Fe bendijo y sacralizó las inmundas timo vacunas elaboradas con tejidos de fetos vivos, algo repugnante y diabólico, ante lo que el único en protestar fue el cardenal Muller, aduciendo que al buscarse un bien mayor, falsamente la evitación del contagio, que la número 2 de Pfizer ha tenido que reconocer que no era la finalidad, podía tragarse con que hubiera de fondo un negocio asesino con los nasciturus. No se puede llegar a mayor bajeza moral. La Congregación para la Doctrina de la Fe es claramente una institución satánica.

Aunque el récord de la estupidez y del mal absoluto, conviene repetirlo, lo tiene el cojón del anticristo en su famoso vídeo cuando Bergoglio llega a decir impertérrito que timo vacunarse es un «acto de amor». No sólo se ha mantenido una opinión execrable, sino que ha forzado las conciencias. Conventos de clausura que se negaban a timo vacunarse han recibido la visita de una autoridad eclesiástica para que claudicarán. Incluso Bergoglio ha llegado a destituir a un obispo de Puerto Rico que defendió la «objeción de conciencia» contra el veneno de muerte: «me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales».

Es lo que se llama la cancelación, porque el tal obispo mártir a manos de Bergoglio, Daniel Fernández Torres, pierde así su capacidad de manutención, El Vaticano, además, se ha lucrado con este negocio genocida, hasta el punto de participar entre los verificadores para imponer la censura en las redes sociales.

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Las consecuencias nefastas y criminales de esta conversión de los pastores en lobos sedientos de sangre se ha vuelto contra ellos y, en momentos de crisis vocacional, la siega entre el clero es abrumadora. Esta misma semana, he contabilizado un sacerdote muerto de repentinitis en Bilbao, otro en Burgos, y dos en Asturias. Amén de los que padecen terribles efectos adversos como le sucede a mi párroco, que está esperando la muerte.

Por tanto, hago un llamamiento a todos los católicos a cortar las fuentes de financiación de la jerarquía católica sumisa a Bergoglio y promotora del asesinato. A que no se ponga la crucecita, como gesto simbólico, porque la financiación la negocian la Iglesia y el Estado, ya que los sacerdotes son funcionarios. Y a no echar ni un céntimo de euro en el cepillo que pasan los domingos en la Santa Misa, donde con la patraña del coronavirus, se ha impuesto la irrespetuosa Comunión con las manos, y que es dinero negro, que no tienen empacho en quedárselo, mientras a los laicos se nos predica, no sobre Dios y sus derechos, sino sobre la obligatoriedad de cumplir con la Agencia Tributaria.

Esta es una situación extraordinaria que precisa de medidas extraordinarias. Os propongo a todos los lectores de Rambla Libre que llaméis a protestar a la Conferencia Episcopal Española, teléfono 913 439 604, por esta sumisión a los poderes tenebrosos. Yo me dispongo a hacerlo el lunes. Entre otros gestos, Bergoglio ha publicado su única encíclica Laudatio si sobre la mentira del timo climático y presentó en la ONU la satánica agenda 2030. Conviene movilizar a familiares y amigos. Comunicar la gravedad de la situación.

Hay que salvar a la Iglesia antes de que el Sínodo la destruya. Es urgente. Si nos movilizamos todos, podemos parar el desquicie que se está preparando. Mientras escribo resuenan en mi corazón las palabras doloridas de la Madre de Dios y Madre Nuestra, a través del Arcángel San Miguel, porque a Ella le producían demasiado dolor: «Muchos sacerdotes, muchos obispos y muchos cardenales van por el camino de la perdición y llevan a muchas almas detrás de ellos». Hay que dar la cara por San Miguel, por la Virgen y por Cristo. Yo no soy de Apolo, ni de Pablo, sino de Cristo. Cuando se trata de destruir la Iglesia desde arriba, cuando se comete el pecado contra el Espíritu Santo, que no se perdona, presentándola como una ong de fines humanitarios, cuando se sacraliza a Pfizer como el nuevo Evangelio (por dos veces se ha reunido en secreto el infame Bergoglio con el CEO de Pfizer, Albert Bourla), no podemos permanecer impasibles y es imperativo decir basta ya, hasta aquí hemos llegado. Junto a la llamada a la Conferencia Episcopal, organismo que nunca debió existir, se deben hacer llamadas al obispado de la diócesis de cada uno. En mi caso, llamaré la Obispo de Alicante, Mons. Munilla, teléfono: 965 20 48 22.

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La Iglesia es el depósito de la fe al que todos debemos ser fieles. Se trata de imponer la destrucción de ese depósito, de las verdades de la fe y de los principios morales, mediante una tiranía clerical desnortada y a través de una comunión con Bergoglio que lleva a la destrucción de la Iglesia de Cristo, en la cual nadie es más que nadie y a cada uno toca defenderla, porque todos nos debemos a un código revelado por el Señor.

Frente a ello, se juega permanentemente a la confusión doctrinal, como Bergoglio que ha llegado a decir con su verborragia inmunda que Dios no existe o ha tenido que desmentir el Vaticano que ha dicho que Jesucristo no es Dios. Siguen resonando las palabras de la Virgen en Garabandal: «A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia». Bergoglio ha desatado la persecución por todos los medios de los que dan el mayor y mejor culto a Dios Sacramentado, ha impuesto, como ya he dicho, como norma la inmunda comunión en la mano, la banalización de la Liturgia católica, la chabacanería más grotesca. También aquí hay que poder pie en pared antes de que sea demasiado tarde y el destrozo sea irreversible. San Francisco se dedicaba a reconstruir la Porciúncula hasta que se dio cuenta que Dios le pedía reconstruir no una pequeña Iglesia sino toda la Iglesia. La debilidad doctrinal, fruto de la inconsecuencia de los clérigos mundanizados, lleva al «acto de amor» y a forzar las conciencias a favor de la genocida Pfizer.

Encomiendo a San Miguel, Príncipe de la Milicia Celestial, esta batalla que ahora empiezo, y para los que os pido toda la colaboración posible, e ideas para llevarla a cabo. No basta con mirar para otro lado, ni orar en silencio, aunque sea lo más efectivo, hay que echar a Bergoglio. Sobre su falta de legitimidad de origen he dado numerosos datos en mi libro «Bergoglio, el cojón del anticristo». Ha llegado el momento de actuar.

San Miguel, ruega por nosotros. Santa María, Señora de los Pueblos, ruega por nosotros, y por la Iglesia de tu Hijo. ¡Ven, Señor, no tardes!

 

Bergoglio se despeña: Destituye a un obispo por defender la “objeción de conciencia” contra el veneno de muerte: “me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como las actuales»