AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


La separación de poderes es la garantía de que el poder no se tiraniza.

Redacción




Adrián Peña. Abogado.

En palabras de Montesquieu, la libertad es la tranquilidad de no temer a los gobernantes. Para que exista libertad es necesario que los de abajo (nosotros, los gobernados) estemos a salvo de las ambiciones de los de arriba (los gobernantes, la clase política). 

La naturaleza humana nos ha demostrado —a lo largo de las épocas— que eso se consigue si los poderosos pugnan entre sí. Si la estructura del sistema divide a los gobernantes en tres cuerpos separados por completo, ninguno tendrá todo el poder, sino que será compartido. Y naturalmente, los tres cuerpos tenderán a vigilarse unos a otros para que ninguno se exceda de sus funciones: en lugar de estar pensando en cómo van a ejercer todos el poder conjuntamente, estarán pensando en cómo evitar que el otro abuse de su poder. ¡Eso se traduce en que los gobernados duerman tranquilos! 

La separación de poderes es como si, en lugar de dejarle todo el poder absoluto del Estado a un monstruoso e invencible Leviatán, se dejase a manos de tres Gigantes enfrentados entre sí. Cada Gigante vigilará a los otros dos Gigantes para que ninguno abuse de su parte del poder. Y los pequeños e indefensos aldeanos sabrán que si un Gigante abusa de ellos, ¡serán protegidos por otros dos colosales Gigantes de igual fuerza! Así es como se evita que ninguno de los Gigantes se exceda de su poder. Así hay un equilibrio de poder que permite a los aldeanos respirar tranquilos.

Pero, ¿qué ocurre si las leyes permiten que los tres Gigantes se pongan de acuerdo para comerse y esclavizar a los aldeanos? ¿Quién protegería al pueblo gobernado? ¡Nadie! ¡Qué horror! Los aldeanos serían unos esclavos a merced de los Gigantes, sin capacidad de defenderse ante tan terribles colosos.

Lo mismo ocurre en España. Los tres Gigantes forman en realidad un único Leviatán pantomorfo de poder supremo, a cuyos mandatos hemos de plegarnos sin posibilidad alguna de defensa. El régimen del 78 nos esclaviza como si fuésemos un rebaño insignificante, que sirve de alimento a los gobernantes a través de la Hacienda Pública y otras corporaciones estatales de obediencia obligada. 

Por eso, cuando hay consenso entre los poderosos, tiemble el pueblo. Porque si el Ejecutivo y el Legislativo se concitan en un único ente, la libertad perece: los mismos que hacen las normas son los que las aplican, «Yo hago mis propias normas para mi conducta». Y si el Ejecutivo y el Legislativo se solapan con el Judicial, muere también la libertad: quienes tienen el poder se ponen por encima de sus leyes, «Yo mismo me juzgo si he abusado o no de mis propias normas». 

Cuando analizamos el régimen de 1978, nos encontramos con que los partidos no sólo conforman el Legislativo, sino que designan al Ejecutivo, el cual a su vez también legisla a sus anchas por decretazo, y elige a dedo a los miembros del Tribunal Constitucional, controla al Ministerio Fiscal, y también designa al Consejo General del Poder Judicial, el cual a su vez inviste a los miembros del Tribunal Supremo. ¡El híbrido mutante Legislativo-Ejecutivo conforma las altas judicaturas! Y no sólo eso: ellos mismos se blindan con aforamientos para que sólo estas altas judicaturas puedan juzgarlos, y aunque esto ocurriese, el mismo híbrido Legislativo-Ejecutivo puede indultarse a sí mismo, haciendo que los jueces al final no sirvan para nada. ¡Qué circo tan repulsivo a la honradez! 

Con este sistema partidocrático sin separación de poderes, estamos vendidos e indefensos ante una gargantuesca monstruosidad híbrida de los tres poderes Legislativo-Ejecutivo-Judicial que campa a sus anchas con una avaricia sin límites y a cuya arbitrariedad debemos sumisión. Un Leviatán que no persigue el interés y el bienestar del colectivo, sino la supervivencia propia, ya que nadie le puede hacer frente.

La consecuencia lógica de la no separación de poderes en España es la corrupción generalizada. La corrupción legal, ilegal, económica y moral de toda la sociedad, a saber:

  1. Corrupción legal: pues la ley nace del corrupto arbitrio de los tiranos.
  2. Corrupción ilegal: pues incontable es la cantidad de dinero público hurtado y malversado por ellos.
  3. Corrupción económica: pues el expolio de los gobernantes y sus cortoplacismos nos han traído un sistema productivo famélico e ineficiente que depende de la financiación extranjera. 
  4. Corrupción moral: pues, ya que el pueblo tiende a imitar a la autoridad gobernante, si la máxima autoridad campa a sus anchas sin límites a su avaricia, y el sistema le permite el abuso, la mentira y la sinvergonzonería constantes, los gobernados, por costumbre de quienes los gobiernan, tenderán a dar por legítimo el abusar, el mentir y el comportarse como un sinvergüenza. «Si aquí roba hasta el Rey ¿no voy a robar yo?». 

Este sistema político carente de virtud, y basado en la mentira, es la verdadera causa de los problemas sociales y económicos. Cualquier remiendo o parche para evitar la corrupción en el régimen del 78 está condenado al fracaso, porque la corrupción no tarda en aparecer en un sistema que no tenga sus poderes radicalmente separados.