Enrique de Diego.
Sé que me hago portavoz del sentir de todos los no timo vacunados cuando te digo, Novak Djokovic, que la más hermosa victoria la conseguiste en el «Cerrado» de Australia. Que todos nos alegramos con tus triunfos y éxitos, que todos te respetamos y admiramos, sobre todo, porque diste un ejemplo al mundo, te enfrentaste a las víboras y los cocodrilos australianos y mostraste con gallardía que anteponías a Cristo a los poderes diabólicos que han atacado a la Humanidad doliente.
Todos nos enorgullecemos de tu reciente victoria en las denominadas ATP Finals, cuando conseguiste tu sexto Wimbledon, en el Grand Slam, en el Foro Itálico de Roma y en el ATP 500 de Astana y en el ATP 230 de Tel Aviv. Y nos satisface mucho que vean todos que un no timo vacunado, un purasangre como tú, goza de excelente salud, no como el vacunazi de Rafa Nadal que, desde el «Cerrado» de Australia, tras defender a su amigacho el tarado Bill Gates, ha sido una colección de lesiones. Pero dejemos a ese pazguato, que en términos de humanidad es muy deficiente y en términos médicos es un pardillo mostrenco lo que no le salva de ser cómplice del genocidio perpetrado con las timo vacunas.
Rememoro aquellas jornadas épicas de Australia y no puedo por menos que emocionarme, cuando le diste set bol a los totalitarios que tenían bajo su sucia bota a los australianos, en campos de concentración, y todos aplaudimos tu hombría, tu fortaleza de carácter, tu no doblegarte ante las triquiñuelas de leguleyo de la justicia australiana. ¡Cómo les hiciste morder el polvo y les pusiste en evidencia a esos criminales, a todos los criminales del mundo! Tu gesto salvo vidas, nos dio a todos coraje y valor, en lo más crudo de la batalla, te elevaste con tus bellos atavíos sobre el paisaje de harapos de los mediocres sembradores de odio y de muerte.
¡Qué grande eres! ¡Qué inmenso fue tu gesto heroico! ¡Qué humildad la tuya! El próximo año jugarás el Abierto de Australia, por fin abierto, donde se ha ocultado las víctimas de repentinitis en la cancha, y serás recibido en olor de multitudes, con agradecimiento y cariño, por todos los australianos a los que defendiste en momentos muy duros y por todos los amantes de la libertad y de Cristo. Te recibirán como en Serbia, donde eres un héroe nacional. ¡Corona de laurel para ti, Novak Djokovic! Te sobrepasaste a todos los respetos humanos y ganaste a todos los mequetrefes totalitarios. Venciste en el partido de tu vida, de la Vida.