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Carta del Editor: ¡Un niño de 8 años víctima de la timo vacuna!

Redacción




Enrique de Diego.

Pertenece a una familia ecuatoriana, proviene de una familia numerosa de doce hijos, una buena parte de los cuales ha recalado en España, concretamente en Elche. Dos de los hermanos, de hecho, son «palmereros»; se suben con pericia a las palmeras a fin de podarlas. Conozco a su abuelo, que debió casarse tan temprano, que pasaría por su padre. Ejerce el tal abuelo de jardinero y de tal guisa le he conocido acompañado de su nieto, de 8 años, que era un chaval despierto y vivaz. El abuelo es evangelista huyendo de los vicios que atenazan a sus connacionales, fundamentalmente el alcoholismo. Pensé que los evangelistas estaban más despiertos, pero, a lo que se ve, sólo algunos. El abuelo sufrió los efectos adversos de las timo vacunas en propia carne cuando se le hincharon las manos y se vio en peligro. Le hablé claro y le recomendé antídotos. No debió entenderme, no debió escucharme. Hoy su nieto, de 8 años, timo vacunado, se debate entre la vida y la muerte por una leucemia sobrevenida por la timo vacuna. El abuelo, preocupado, dice, acongojado, que ora por su pequeño antes despierto y vivaz.

En Canarias la sobremortalidad de niños de 0 a 14 años se sitúa en el tremendo porcentaje del 20,1% y aquí lo único que ha pasado es que se ha timo vacunado masivamente a la población. No lo van a poder ocultar, la marea se los va a llevar por delante, el mar encrespado se los va a tragar. Pero esos son cifras, lo cierto es que los hechos nos afectan más cuando les ponemos cara y a ese niño, español de origen ecuatoriano, que, hospitalizado, se debate entre la vida y la muerte, yo se la pongo, cierro mis ojos y le veo despierto y vivaz, con el pelo enteramente moreno de azabache. El abuelo balbucea ante una tía de mi esposa y se justifica amargamente: ‘Pero es que en la televisión decían que había que (timo) vacunarse. E insistían en que si cogíamos el coronavirus nos moríamos». ¡Los niños no, por Dios! No tienen riesgo alguno de coger la enfermedad y sí de sufrir los efectos adversos destructivos del brebaje de muerte.

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Desde luego, en la televisión lo decían a todas horas, lo repetía con insistencia el todólogo César Carballo, la cara de la mentira y el engaño. ¿Puede dormir ese hombre sin atributos con todo el mal que ha hecho? Y Ximo Puig, un político gris, ¿tiene tranquila su conciencia? Más aún, ¿tiene conciencia? ¿Y la enfermera que le puso en su tierno brazo los pinchazos, la tiene? La Virgen María, Señora de todos los Pueblos, sobre estos tiempos sombríos y aciagos, claramente diabólicos, en sus apariciones a Ida Peerdeman le decía en 1952, y a través de ella, a todos nosotros: «Educadores y padres de familia, cuiden de los jóvenes».

Un niño de 8 años, despierto y vivaz, con el pelo de azabache, se debate entre la vida y la muerte a causa de la timo vacuna, de un genocidio ideado por mentes perversas y llevado a cabo por políticos lacayos y «autoridades sanitarias» corruptas. Yo lo conozco. Pido oraciones por él mientras me hierve la sangre de indignación. ¡Ay, quien ponga la mano en uno de estos pequeñuelos!, dijo Nuestro Señor Jesucristo.