Virginia Montes.
Las empresas de sondeos ya no tratan de reflejar el estado de la opinión pública o de averiguarlo. En ese caso, los errores serían mínimos y los resultados diferirían de las encuestas en un estrecho porcentaje. Las empresas de sondeos, corrompidas por el globalismo, tratan de influir en el electorado, son utilizadas como un arma más de combate y así difieren en porcentajes abusivos.
En Brasil el globalismo se la tiene jurada a Jair Bolsonaro, que no se ha plegado a los dictados de las timo vacunas. De ahí que no haya habido empacho en hacer el más soberano ridículo, ofreciendo una victoria de Lula, un político gastado y corrupto, por la friolera de 14 puntos.
De esa manera, con Bolsonaro fuera de juego, se da la moral del ganador a Lula, lo que se evalúa en un 5% de los votos, y se desmoralizada a los votantes de Jair.
Tras este ridículo y éste esperpento, las empresas de sondeos brasileiras tendrían que hacer examen de conciencia y sus directivos proceder a presentar la dimisión. No sucederá, ni habrá propósito de la enmienda. Estamos en estado de guerra y las empresas de sondeos actúan no como entidades independientes sino como contendientes.
No hagan caso a los sondeos de opinión, son tigres de papel mojado.