Enrique de Diego.
Josef K, en El proceso de Franz Kafka, se ve inmerso en una verdadera pesadilla judicial cuando es arrestado sin saber por qué, incurso en un proceso del que no sabe la razón, ante una acusación que desconoce, sin poder defenderse de lo que se le acusa, en la que los hechos no importan, y en el que los jueces saben menos del proceso que el angustiado protagonista. Con todo, cada paso que se da le acerca más a su culpabilidad ignota.
Me siento plenamente reflejado en la novela del siempre lúcido e inquietante Kafka en el proceso en que veo inmerso por un político que ya no existe, que ya no es nada, que ha abandonado incluso Ciudadanos, y probablemente no existirá el partido cuando mi proceso concluya su iter judicial.
Ignacio Aguado o «el desgaste de la marca»
Ignacio Aguado, en efecto, ha abandonado la formación política naranja, año y medio después de que el partido le abandonara a él y ni siquiera fuera capaz de dejarle presentarse en las listas electorales a la Comunidad de Madrid, habiendo sido hasta el día de antes un vicepresidente inane y traidor, siendo sustituido con premura por Edmundo Bal. Habla Aguado, como si no fuera con él, como si no fuera uno de los principales responsables, de que Ciudadanos va de «un fracaso electoral tras otro». E indica, y pido al lector atención para entender el proceso fafkiano, como cuestión clave «el desgaste de la marca».
Ahí le ha traicionado perversamente el subconsciente, porque el origen del proceso por injurias y calumnias estriba en un artículo mío en el que describía como Ciudadanos de la Comunidad de Madrid ideó y montó una trama de financiación ilegal o alegal, pues ni tan siquiera está tipificado como delito, por la que los candidatos, en las elecciones locales de 2015, tenían que sufragarse los gastos de campaña, lo que llevó a la curiosa conducta de que en los tablones de anuncios de las sedes de Ciudadanos se pusieran las diferentes cantidades que tenía que poder cada uno, siendo más elevadas la del número uno y dos, y llegando así hasta el quinto, como se hizo en Fuenlabrada.
Ignacio Aguado, la franquicia y los franquiciados; con el suelo que iban a obtener se resarcían
El mecanismo es sencillo de entender, y no está previsto en la Ley de Financiación de Partidos, y llamo la atención de Ignacio Aguado cuando habla del «desgaste de la marca». Ignacio Aguado era el detentador de la marca en Madrid, junto con César Zafra, no había más gente en el partido desbordado por la expectativas, y los candidatos poco menos que compraban el puesto de salida, pues las encuestas le daban un porcentaje importante, de modo que los agraciados podían recuperar el dinero con altos dividendos del sueldo público que obtenían. Alguno, como el candidato de Móstoles, no viendo clara la añagaza, dimitió. Era un funcionamiento de la marca similar a la franquicia en la que Ignacio Aguado era el franquiciador y los futuros concejales los franquiciados.
Todo esto está abrumadoramente demostrado en el sumario con numerosas declaraciones de exconcejales de Ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Para muestra, baste el resumen de la declaración de Horacio Rico, que fuera candidato a la alcaldía de Alcobendas (la segunda ciudad de Madrid) por Ciudadanos en 2015 y portavoz de dicho partido: «Ciudadanos, no nos facilitó ningún dinero para la campaña, por lo que todos los gastos en que incurrimos, folletos, salas que alquilamos para reuniones, carpa, etc etc fueron pagados por nosotros. Lo pedimos en muchas ocasiones, pero tanto Aguado como Zafra nos dijeron que los gastos teníamos que pagarlos nosotros». ¿Qué no se entiende, qué no entienden los jueces de Elche, de que a) Ciudadanos no pagó nada b) los candidatos lo pagaron todo c) fue Ignacio Aguado quien se lo dijo.
Qué no entienden la jueza Marta Alba Tenza, quien realizó una instrucción muy deficiente, y el titular del juez de lo Penal nº 1 de Elche, José Pascual Martín, quien desarrolló un juicio oral alucinante y dictó una sentencia sin justificación alguna. Porque el hecho es que estoy condenado a 1 año de cárcel, y al tono tortuoso del procedimiento achacó toda la responsabilidad del ictus que padezco. Irregularidades, todas. Empezando por el Ministerio Fiscal como si fuera litigio entre privados, siendo manifiesto que Ignacio Aguado tenía la consideración en aquellos entonces de funcionario público como vicepresidente y diputado, cobrando del presupuesto. Desafuero que consientes Marta Alba Tenza, José Pascual Martín y los magistrados de la Audiencia Provincial de Alicante, sala de Elche, María Gracia Serrano Ruiz de Alarcón, Asunción Cristina Fernández López-Egea, Manuel Martínez Aroca. La Audiencia, tras reclamar la postura del Fiscal, le contesta que se ha inhibido y se queda tan ancha.
Es la misma Audiencia que se ha mostrado incapaz de parar el genocidio de la timo vacuna en denuncia presentado por mí. El proceso de Ignacio Aguado contra mí, que se verá en la Audiencia el 15 de septiembre, no es kafkiano, simplemente supera a Kafka. A Marta Alba Tenza el tema le queda grande y se desmelena ante los abogados del bufete de Fúster y Fabra, oficial de Ciudadanos, porque aquí no se dispara con pólvora de rey sino con dinero del contribuyente. Ahora que ya no es nadie, que ni tan siquiera es militante de Ciudadanos, supongo que dicho partido le reclamará la minuta y, desde luego, dejará de pagarle los abogados, amén de que el partido ha entrado ya en números rojos, y esto no ha hecho más que empezar hasta la bancarrota y la disolución.
Marta Alba Tenza hace una instrucción muy deficiente, deficientísima, no se lee mis escritos, ni atiende a las peticiones de mi abogado de interrogar a testigos. Da la impresión de que quiere tener un detalle deferente con un político de Madrid. Cosas de pueblo. José Pascual Martín sangra por las heridas de un artículo crítico con él por sentencias manifiestamente mejorables. En el juicio oral, se dedicó exclusivamente a interrumpir a mi abogado en su brillante defensa y le compró a Ignacio Aguado la simple tontería, mendaz e hipócrita, de que estaturiamente no es responsable de las finanzas del partido, argumento leguleyo y que nada tiene que ver con la realidad, porque en 2015 Ciudadanos en Madrid era Ignacio Aguado, que se encargaba de todo, también de las finanzas.
Tranquilo de ánimo, con la paz recuperada, asisto con pena y conmiseración al ridículo patético de la in Justicia en Elche y doy por supuesto que recurriré al Tribunal Supremo, al Tribunal Constitucional y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y en cualesquiera de esas instancias se me dará la razón, porque lo que está en riesgo es nada más y nada menos que la libertad de expresión consagrada en nuestro edificio de libertades en el artículo 20 de la Constitución.
Ignacio Aguado hoy no es nadie, Ciudadanos -quien paga la minuta del prepotente y romo abogado José Carlos Velasco Sánchez, por ahora, al menos- zozobra y ha iniciado su hundimiento. Quizás Ignacio Aguado nunca debió ser nadie en la política española. Es un personaje de cuarta, cuyos días de gloria nadie recuerda. Le cabe el deshonor de haber perpetrado el más grave atentado contra la piedra angular de la democracia, la libertad de expresión. Si bien de la denuncia por injurias y calumnias es autora intelectual una polémica y patibularia abogada.
Y a la in Justicia de Elche habérselo permitido, saltándose el decoro procesal. Así que, a mí pesar, pero con orgullo, a mi me ha tocado ser un mártir de la libertad de expresión. Me siento como Josef K, el protagonista de El Proceso del lúcido e inquietante Franz Kafka.
Jesús es el Rey. Jesucristo es la Justicia.