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Jorge María Bergoglio y el Opus Dei

Redacción




Vicente Montesinos. Director de Adoración y Liberación.

Así paga Jorge Mario Bergoglio al Opus Dei su inquebrantable adhesión al supuesto pontífice, a pesar de la destrucción de la fe y de la deriva doctrinal modernista y herética llevada a cabo por el argentino.

Bergoglio ‘degrada’ al Opus Dei: deja de depender del pontífice y su cabeza ya no será obispo

Esperábamos muchas cosas, pero no que se atreviera a meter mano al Opus Dei”. Estas palabras de un curial han llegado después de que el pasado viernes, el jesuita publicara “Ad charisma tuendum” (Para proteger el carisma), un Motu Proprio en el que, por primera vez en cuarenta años, se legisla de forma claramente perjudicial para el Opus.

Una vez han sido destruidas y desmanteladas la mayor parte de obras católicas centradas en la Santa Misa Tradicional de siempre, y en la fidelidad al magisterio bimilenario más allá del desastroso Vaticano II; así como asesinada la Misa Tridentina; el objetivo del jesuita son las obras eclesiales fieles a la doctrina, y cuidadosas con la liturgia Novus Ordo; y que sin embargo le han mostrado un apoyo permanente (Opus Dei, Regnum Christi… justamente ambas obras artífices de las casi únicas Eucaristías del Novus Ordo Missae a las que se puede asistir sin echar a correr)  Pero ni esa fidelidad a prueba de bombas librará a estos colectivos de las ansias destructoras del argentino.

El texto se presenta con la excusa de “exigir abrir ventanas ” al colectivo fundado por San Josemaria Escrivá de Balaguer, y le obliga, en la práctica, a refundarse. Una noticia que, dice este curial, ha sido toda una sorpresa (aunque sinceramente, no sé de qué se sorprende)

Jorge Bergoglio con don Fernando Ocáriz y Mario Fazio.

Bergoglio degrada en su escrito al prelado del Opus, es decir, su cabeza. Desde el 4 de agosto no podrá ser obispo, ni podrá portar los ropajes ni el anillo episcopal. También obliga a la organización, la única que gozó del carácter de Prelatura Personal en la vida de la Iglesia, a pasar a depender de la Congregación para el Clero, que monitorizará todas sus actividades. Cada año habrá una revisión y se podrá impedir la autonomía en el control en las casas y colegios propiedad de la Obra. Una humillación en toda regla; y una muestra más de la forma tiránica de ejercicio del poder de Bergoglio con todo aquel que es católico de verdad.

En el escrito, Bergoglio “considera oportuno confiar al Dicasterio para el Clero la competencia para todo lo que corresponde a la Sede Apostólica en materia de Prelaturas personales, de las cuales la única hasta ahora erigida es la del Opus Dei”. La norma, que entrará en vigor el 4 de agosto, quita al prelado la condición episcopal (aunque el actual, Don Fernando Ocáriz, no era obispo, porque Bergoglio no quiso ordenarlo) y, en una sonora bofetada traicionera al espíritu de San Josemaría, dice a la Obra que “es necesaria una forma de gobierno basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica”.

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Una frase que supone una contradicción con lo que el mismísimo San Juan Pablo II, pensaba que debía ser la Obra. Karol Wojytla erigió el Opus Dei como Prelatura Personal con la Constitución Apostólica Ut sit, el 28 de noviembre de 1982 (ahora se cumplen 40 años), reivindicando “la naturaleza jerárquica del Opus Dei”. Algo que Bergoglio deroga con su legislación.

Además, la Obra habrá de presentar cada año “al Dicasterio para el Clero un informe sobre el estado de la Prelatura y sobre el desarrollo de su labor apostólica”. “Deseando, por tanto, salvaguardar el carisma del Opus Dei y promover la acción evangelizadora que sus miembros llevan a cabo en el mundo, y debiendo al mismo tiempo adaptar las disposiciones relativas a la Prelatura a la nueva organización de la Curia Romana, ordeno que se observen las siguientes normas”, señala Bergoglio, quien ordena que “los Estatutos propios de la Prelatura del Opus Dei serán convenientemente adaptados”.

La respuesta oficial del prelado (que no obispo) del Opus Dei, ha sido que “aceptamos filialmente” la resolución papal. Nada más.

Pero de puertas adentro el cabreo es importante, aunque los miembros de la Obra no lo vayan a reconocer públicamente nunca. Y más cuando se sospecha que este es el primer paso antes de que Bergoglio decrete nuevas Prelaturas personales (se habla de alguna en el Amazonas, y demás tonterías indigenistas y pachamámicas), mientras roba a la Obra de San Josemaría su carácter.

Bergoglio (y hora voy a decir lo que muchos miembros de la Obra piensan, pero ninguno dirá) detesta al Opus Dei como buen jesuita post-conciliar. Y sabemos que el argentino es inmisericorde con todo lo que odia (normalmente lo católico); y tremendamente misericordioso con todo lo que le pone (abusos doctrinales, modernismo litúrgico, destrucción de la moral familiar, ensalzamiento de la cultura LGTBI y de todos sus representantes eclesiales, eclecticismo, relativismo, falso ecumenismo, sinodalidad apostática, etc…)

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Él vino a lo que vino. A ser el Capellán de la ONU y a fundar la Religión Única Mundial. Y no dudará en acabar con todo lo que sienta un obstáculo para ello. Y si para acabar con el Opus Dei debe azuzar (como hace) la leyenda negra sobre el mismo, no dudará en hacerlo una y otra vez.

Leyenda negra, por cierto, en la que yo no me puedo reconocer.

Sin contar con la excelsa labor doctrinal y pastoral llevada a cabo por San Josemaria, en la Obra, quien escribe, sólo ha encontrado numerarios y supernumerarios del Opus Dei que son magníficos profesionales; familias del Opus Dei que han vivido la fidelidad a Cristo hasta el extremo; y sacerdotes de la Prelatura con una misión y tarea digna de encomio (muchos de ellos, unos y otros, hoy amigos)

A ninguno nunca pillé en maniobras viles o arteras, de aprovechamiento grupal y/o social, o de criminalidad organizada. Ni nada que se le parezca. Nada, insisto,  que se parezca, al discurso de odio del marxismo y la masonería infiltrados en la Iglesia, azuzado por la corte de Bergoglio, y permitido e institucionalizado por él.

Hace unos días, al enterarme de esta tropelía, escribí a un sacerdote de la Prelatura, muy querido por mí. Le dije que lo sentía mucho, aunque sabía que él no iba a mostrar ninguna expresión negativa hacia la acción del argentino. El padre, con ese estilo tan de san Josemaria, y que tanto me gusta,  me dijo: “Ay Vicente; si no fueras tan borrico y tozudo, serías majísimo”. 

Este diálogo entre amigos es una muestra de lo que ha pasado con la Obra.

Porque en esta guerra solo hay dos partes: el secuestrador del Opus y de sus buenas obras (Bergoglio); y la Obra, a la que solo puedo reprochar una cosa: su síndrome de Estocolmo.

Porque sí. El Opus siempre va a estar con el Papa. Sea quien sea. Así lo quiso San Josemaria.

Pero sé que San Josemaria no habría estado con el Papa si el Papa estuviera contra Cristo (obediendum est Deo coram hominibus)

Y Bergoglio; además de haber usurpado el trono de Pedro; no está con Cristo ni cuando duerme.

Estimados padres, hermanos y amigos del Opus Dei: siento en el alma las acciones destructivas de Bergoglio…, pero también, para ser honesto, vuestra pasividad ante ellas.

Hemos necesitado mucho de vuestra palabra de apoyo en la denuncia de todas las tropelías bergoglianas. ¡Mucho! Ahora, desgraciadamente, puede que la Obra, en el pecado, lleve la penitencia.