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Con la figura más eminente del siglo XX: «Sor Lucía en Tuy. Visión de la Santísima Trinidad (13-VI-1929)»

Redacción




Enrique de Diego.

He aquí un magnífico libro, lleno de enseñanzas, sobre la figura más relevante del siglo XX, Sor Lucía do Santos, uno de los tres Pastorcitos de Fátima, Hermana Dorotea y finalmente Carmelita. Los libros de Historia reseñan los mayores asesinos de la Humanidad; cuantos más matan, más páginas ocupan; pero la auténtica Historia, la de las mujeres y los hombres buenos, que pasan por la vida haciendo el bien, esa que verdaderamente interesa, en la que es preciso recapacitar y destacar, en esa Sor Lucia debería ocupar un lugar estelar. «¡Lejos de las ambiciones de la tierra, y de los placeres! ¡Yo vine al mundo, pero no soy del mundo! ¡Porque el mundo para mí es sólo camino hacia Dios», escribe Sor Lucia. Ella eligió la mejor parte que no le será arrebatada. Al fin y la cabo, nuestra vida tiene que ser camino hacia Dios, porque lo importante es salvarnos.

Es tan importante el personaje en la Historia que la Madre del Cielo acude a verla, que merece la caricia de la Virgen María en su adolescencia. Vamos a escucharlo a ella con su verbo emocionado y bello: «Fue el día 15 de junio de 1921, viste mi lucha, la indecisión y el arrepentimiento del sí que antes había dado, la incertidumbre por lo que iría a encontrar; el propósito de volverme atrás. ¡Tomar conciencia de lo que abandonaba, y la añoranza que desgarraba mi corazón.

«El adiós a todo, en el despertar de la juventud donde un prometedor futuro me sonreía en la casa de mi querida Señora Dña. Asunción Avelar y otras personas que me lo ofrecían, el cariño maternal con que me trataban y al que yo correspondía con igual afecto, dejar todo y la casa paterna, por algo incierto que iría a encontrar, ¡me atenazaba el corazón y me hacía presentir lo que de ningún modo quería pensar…! ¿Qué podría ser?, me preguntaba a mí misma. No, digo a mi madre que no quiero ir y, con no aparecer mañana en Leiría, todo solucionado, regreso a Lisboa, a Santarém para la casa de mi querida Sra. Dña. Adelaida, o para Leiría, junto a las Señoras Patricio, en cualquiera de esos sitios estoy mucho mejor, puedo estudiar y conseguir un futuro prometedor.

«Para donde el Sr. obispo me quiere llevar. ¡No sé cómo será, y con la condición de no regresar jamás a casa, lo que lleva consigo no ver a mi familia, ni estos lugares benditos! ¡Cova da Iria, Loca do Cabeço, Valinhos, Poço do Arneiro, la Iglesia donde permanece mi Jesús Escondido y donde tantas gracias he recibido! ¡La sonrisa de mi Primera Comunión! ¡Vila Nova de Ourém donde está encerrada Jacinta, y el cementerio en el que permanecen los restos mortales de mi querido padre y de Francisco! ¡Jamás volver a pisar esta tierra bendita, para ir; ¡sólo Dios sabe a dónde! ¡Ni siquiera podré escribir a mi madre directamente! ¡De ninguna manera! ¡No voy!

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«Con solicitud, una vez más descendiste a la tierra, y fue en ese momento que sentí Tu mano amiga y maternal tocarme en el hombro; levanté la mirada y te vi, eras Tú, la Madre Bendita para tenderme la mano e indicarme el camino; tus labios se abrieron y el dulce timbre ti voy restituyó la luz y la paz a mi alma: «Aquí estoy por séptima vez. Vete, sigue el camino por donde el Sr. obispo quiere llevarte, esa es la voluntad de Dios». Repetí entonces mi Sí, ahora mucho más consciente que aquel del día 13 mayo de 1917″.

En la intimidad con la Santísima Trinidad

Lucia do Santos marcha como hermana Dorotea a la ciudad fronteriza española de Tuy. Allí va a tener la siguiente visión de la Santísima Trinidad, el 13 de junio de 1929:  «Había pedido permiso de mis superioras y confesor para hacer la Hora Santa desde las 11 horas hasta la media noche, en la noche de los jueves para los viernes. Estando una noche sola, me arrodillé delante de la balaustrada, en medio de la capilla para rezar postrada, las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me levanté y continué rezándolas con los brazos en cruz. La única luz procedía de la lámpara.

«De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural, y sobre el altar apareció una Cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara, se veía, en la parte superior de la cruz, una cara de hombre con cuerpo hasta la cintura. Sobre el pecho una paloma también de luz y, clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una hostia grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre que corrían por el rostro del Crucificado y de una herida del pecho. Resbalando por la Hostia, esas gotas caían dentro del cáliz.

«Debajo del brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora (Era Nuestra Señora de Fátima con su Inmaculado corazón…, en la mano izquierda, sin espada, ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas…). con su Inmaculado Corazón en la mano…Bajo el brazo izquierdo, unas letras grandes, como si fuesen de agua cristalina, que corriese sobre el altar, formando estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’.

«Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.

«Después Nuestra Señora me dijo: Ha llegado el momento en que Dios pide para que sea el Santo Padre haga, en unión de todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiéndola salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por los pecados contra Mi que vengo a pedir reparación: ofrece sacrificios por esta intención y ora.

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«Di cuenta de esto al confesor que me mandó escribir lo que Nuestra Señora quería se hiciese».

¡Cuánto le cuesta a la Virgen que le hagan caso! La hará Pio XII pero en la intimidad del Vaticano, de todas formas servirá para que se acorte el terrible sufrimiento de la segunda gran guerra. Por fin, San Juan Pablo II, la hará, tras el atentado sufrido, pero ni por esas se cumplió fielmente, no se citó expresamente a Rusia. La Consagración -Sor Lucia dixit- fue aceptada por el Cielo.

Divorcio, aborto y casamiento civil entre personas del mismo sexo, pecados que exigen reparación

Tenemos aquí a una mujer sencilla, pero sin pelos en la lengua, sin respetos humanos, que actúa de mensajera entre el Cielo y la Tierra. Por su boca habla el Cielo, ese Cielo que le prometió en Fátima que siempre se mantendrá la fe, pero, escribe Sor Lucía, «si Portugal no aprueba el aborto, está salvo, pero si lo aprueba, tendrá mucho que sufrir. Por el pecado de la persona paga la persona que de él es responsable; pero por el pecado de la Nación paga todo el Pueblo, porque los gobernantes que promulgan las leyes inicuas, lo hacen en nombre del pueblo que los eligió».

Y más aún: «Hoy sobre Portugal pesan tres pecados sociales que piden reparación y conversión: el divorcio, el aborto y el casamiento civil entre personas del mismo sexo. Es la gran crisis moral que explica todas las otras crisis. En un cuerpo gangrenado, son inútiles los tratamientos mientras no se erradique el foco del mal, no habrá remedio y la muerte será su final. Lo mismo sucede en la sociedad. Mientras la inmoralidad se expanda como peste mortífera, todo el pueblo tendrá mucho que sufrir».

La batalla final será acerca del matrimonio y la familia

De modo, que el autor Manuel de Santiago y González, sobre todo y ante todo, sacerdote de Jesucristo, nos adentra en la locura de esta apostasía universal, el hombre se ha pretendido autónomo, vana ilusión, cuando solo le ofrece ser esclavo. Con los estándares de calidad, que caracterizan a esta editorial, con gran apoyatura de citas ilustrativas y clarificadoras.

En estos tiempos apocalípticos, dice Sor Lucía, que terminó sus días como Carmelita, como hija de Santa Teresa de Jesús, cuál será la batalla decisiva: «La batalla final entre el Señor y el reino de satanás será acerca del matrimonio y la familia. No teman porque cualquiera que actúe a favor de la santidad del matrimonio y de la familia siempre será combatido y enfrentado en todas las formas, porque ésta es la cuestión fundamental».

Sor Lucia en Tuy. Visión de la Santísima Trinidad (13-VI-1929), Manuel de Santiago y González, Editorial San Román, Madrid, 2022, 281 páginas. https://editorialsanroman.com/