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Carta del Editor: El martirio de los niños

Redacción




Enrique de Diego.

Dice Mariló en su twitter: «joder!!- por qué no entré en tuiter a informarme sobre las kakunas estaba abducida de miedo de terror con lo que soltaban en la tele». La televisión es el aparato de propaganda del diablo. En su último artículo, el filósofo Karl R. Popper, del que no ha entendido nada el satánico George Soros, aseveró que «la televisión acabaría con la civilización».

Pero pienso en la matanza de niños que ellos ni siquiera han visto la televisión, aunque sí sus progenitores; en todas esas vidas inocentes que se están perdiendo y me lleno de coraje; en todas sus mujeres embarazadas que han perdido tontamente a su bebé querido; en todos esos bebés que padecen de hepatitis, y que los imbéciles, incluso con título, repiten la monserga de que no están timo vacunados, cuando muy probablemente, como ha señalado la Doctora Albarracín, que ha demostrado tener más razón que una santa, sus madres sí lo han sido durante el embarazo o durante la lactancia, y siento ganas irrefrenables de que se haga Justicia cuanto antes, de que derroque a los Gobiernos, de que haya jornadas de antorchas y horcas.

Formamos parte de una comunidad y lo que les suceda a los niños, su previsible esterilización, nos afecta a todos. Pienso en esos padres borregos que han sido incapaces de proteger a sus hijos, y contemplo su desolación, pero la responsabilidad máxima es del personal sanitario, de los políticos acanallados, de los periodistas lacayos de Black Rock. De los que no han informado, o han desinformado, presentado el pinchazo como la salvación.

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Todos sentimos coraje cuando vemos un padre o una madre que han matado a sus hijos, que han matado a su bebé, pero millones que han entregado a sus vástagos en este sacrificio demoniaco, hierve la sangre. Es este martirio de los bebés, de los niños, lo que hace este genocidio imperdonable, se mire por donde se mire.

Pido una oración por sus almas inocentes, por sus padres descuidados que han incumplido el deber básico de protegerlos, y os pido que sintáis como vuestro, en vuestra piel, en vuestro corazón, en vuestra alma, ese martirio de los niños sacrificados a la locura eugenésica.

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