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Carta del Editor: Teoría y práctica del boicot

Redacción




Enrique de Diego.

Ante la tremenda guerra civil desatada por el globalismo, tenemos un arma poderosa: el boicot a las empresas globalistas. El ciudadano tiene una triple soberanía: elector, consumidor, impositor. Como elector está en condiciones de ejercer su voto y provocar la caída del Gobierno sin derramamiento de sangre. Ese es en teoría.El clamoroso y monumental fraude en las elecciones norteamericanas, el auténtico robo sobre el que se edifica la presidencia de sobón y demente Joe Biden, ha dado un auténtico golpe de Estado que, por añadidura, ha puesto en entredicho todas las elecciones pues son contabilizados los votos por empresas y métodos informáticos propiedad de George Soros y los globalistas. Biden debe ser derrocado y la transparencia de las elecciones debe ser asegurada. La demostración del fraude estriba en el condado de Maricopa, Arizona, y sobre todo en el Estado libertario de Georgia, que fue ganado asombrosamente por putrefacto y vil Biden, cuyo grado de aceptación roza el 20%, probablemente el resultado que cosechó y el que obtendrá en las elecciones de noviembre.

La medida más contundente frente al enemigo es la rebelión fiscal, que se mueve en la lógica de todas las guerras que se ganan inevitablemente cuando al enemigo se le cortan los suministros y las vías de aprovisionamiento; entonces se produce el derrumbe y la estrepitosa claudicación. Esta medida, que se llevará a cabo, precisa de una mentalización y de vías de comunicación fluidas y galvanizadoras.

Como consumidores podemos y debemos plantar al enemigo, que nos ha tratado de matar y reducir a la esclavitud, y todavía lo pretende, hundiendo sus empresas recurriendo al boicot total, constante, compacto, cohesionado. Es una guerra de guerrillas despiadada. Entra dentro de crear una «sociedad paralela», como dice Andrew Torba, el CEO de la red social Gab. La estrategia del boicot ha estado marcada, hasta ahora, por el éxito. Lanzamos desde Rambla Libre, en Navidades, el boicot a Pescanova, empresa en la que tiene una importante participación George Soros, y que fichó al vacunazi Risto Mejide para sus anuncios. Fue demoledora. Hay que seguir: no consumir ningún producto de esa maldita marca. Lanzamos después a Burger King, que ha sido tomada por Bill Gates, el enemigo número uno, Leonardo di Caprio y otros globalistas, cuando lanzó su mierda vegana de imitación a la hamburguesa, luego ampliada en una soez blasfemia en su publicidad, contestada por Rambla Libre de inmediato movilizando a los cristianos. Pero el boicot es permanente hasta hundir a la empresa.

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Todo indica que la medida se está generalizado entre los purasangres de todo el mundo, y así la cloaca globalista de Facebook, con sus nauseabundos y totalitarios verificadores, ha recibido un serio y merecido varapalo y las acciones de Meta valen hoy un tercio menos. Lo mismo ha sucedido con la plataforma de entretenimiento cada vez más suciamente globalista Netflix, que ha tenido una auténtica sangría de suscriptores y sus acciones valen en 34 % menos. Hay que seguir, hay que hundirlas. Como deben dejar de consumirse y hundir a Uniliver. El enemigo se cuartea y trata de ponerse a salvo; eso ejemplifica el extraño movimiento de Elon Musk con twitter o las declaraciones de Jack Dorsey contra la CNN, dos declaradas pocilgas globalistas. En la misma línea se mueve Disney, que nada tiene que ver con la originaria, y la que es preciso hundir dándose de baja de Disney+ y no adquiriendo ninguno de sus productos. Hay que hundirla.

Son tiempos de regeneración moral personal, de combate en todos los frentes, de coherencia total, pues nos va en ello la vida. Por ejemplo, no hay que dar ni un euro a la Iglesia católica ni a ninguna de sus asociaciones, no hay que poner la crucecita. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo. Esta frase evangélica adquiere ahora toda su fuerza y su sentido.

El boicot ha de ser firme y constante, con fortaleza, sin concesiones, debe hacerse costumbre. Así temblarán y se derrumbarán, pues sólo les mueve la codicia y la maldad a estos globalistas satanistas. Hay que darles donde más les duele con el boicot a sus productos y sus empresas. Todos a una.