Enrique de Diego.
Hay paralelismos entre la biografía real de Helena Bazán y la historia de ficción que se cuenta en la película «Eva al desnudo» de Joseph L. Mankiewicz protagonizada por Bette Davis y Anne Baxter. En la icónica película, Anne Baxter consigue ascender al estrellato mediante un perfecto ejercicio de adulación.
Lo cierto es que nadie recaló en esa joven «menudita», sin relevancia académica, abogada desconocida, de la que don Antonio García Trevijano, según Jesús Murciego, dudaba de su capacitación profesional, lo cual no es raro siendo Don Antonio un eminente jurista, que se presentaba con el título informal -no recibía retribución por el cargo- de «secretaria particular», que vendían los libros de don Antonio al interlocutor del momento. Y que se mantenía silente en presencia de don Antonio.
La sorpresa para todos fue en el testamento del pensador político encontrarse a Helena Bazán Moreno como legataria de su legado político y aspirante a la administración de su ingente fortuna. El 2 de mayo de 2019, La Otra Crónica, de El Mundo, lo sintetizaba con el título «La herencia impugnada de García-Trevijano: desheredó a sus hijos y premió a su secretaria». «El testamento tiene dos pretensiones principales. Una es la desheredación de los dos hijos y la segunda es la constitución de una fundación que lleve su nombre», explicaba a LOC el prestigios abogado sevillano Marcos Peña Molina, uno de los tres albaceas elegidos para velar por el cumplimiento del texto, luego dimitido del cargo, por el embrollo jurídico y desavenencias con Helena Bazán.
García-Trevijano falleció el 28 de febrero de 2018. Los tres últimos años los pasó Helena Bazán con él en la mansión de Somosaguas, 700 m2 y una hectárea, con un lago artificial, a todo lujo y unos gastos de comunidad, que sólo en seguridad superan entre 5.000 y 7.000 euros mensuales. Helena Bazán explica así su presencia en la casa de don Antonio. «Dejé mi trabajo para cuidarle porque le admiraba muchísimo, sus hijos nunca estuvieron y aparecieron un día después de su muerte». Dejó su trabajo, luego no tiene ingresos, para cuidarle, pero no es enfermera, ni médica. «Helena era sus pies y sus manos», recuerda el ex albacea Marcos Peña.
¿En calidad de qué va a actuar de «cuidadora» solícita Helena Bazán de un señor de más de noventa años? El hijo menor da una pista certera: «La fundación era una idea de mi padre para dárselo todo a Helena, con la que mantenía una relación íntima –asegura Juan Diego–. Pero no se puede hacer una fundación sin propósito ni dinero. Ella lo gestionaba todo, porque mi padre estaba acostumbrado a tener administradores. El dinero que entraba lo hacía a través de una cuenta de Helena y desde ahí lo movía, y yo creo que dinero tenía que haber porque se llegó a vender un Cranach por 800.000 euros». Dejamos por ahora lo de la fundación y nos centramos en lo de la «relación íntima» y en lo de la «cuenta de Helena» y la extraña falta de liquidez de don Antonio que le llevaba a dar auténticos sablazos a quien se ponía a tiro.
Esa «relación íntima» parece confirmada por la definición de «su hogar» que se espeta en la querella por injurias y calumnias contra mí. Según Ignacio Fernández Candela, que entonces era secretario personal de José María Ruiz Mateos, y con él, y con el abogado Macos Montes, giró visita a don Antonio con motivo del tremendo embrollo de Nueva Rumasa. «don Antonio tenía una debilidad; se le reían las carnes con cualquiera que llevara faldas». En cuanto la «cuenta de Helena» y la falta de liquidez, a mí me pidió 3.000 euros por unos programas, una vez emitidos, que le hice sobre su biografía y sus ideas en Radio Inter, donde había sido represaliado por el ínclito Julio Ariza. Le hice ver el despropósito y no insistió. Tengo como oro en paño un ejemplar de «Teoría Pura de la República», firmado el Año Nuevo 2011, en la que afirma que soy «uno de los pocos hombres de acción que he conocido, con el deseo de que este libro le aporte guías de pensamiento y de intuición. En el testimonio de mi amistad».
Sin embargo, conozco a uno que le fue prestando cantidades hasta rozar los 40.000 euros que nunca devolvió y que espera recuperar cuando la herencia de aclare. En ese ambiente sórdido, Helena Bazán Moreno resulta la clara beneficiada en el testamento de don Antonio. Sus hijos son desheredados, por «ingratitud», dudosa figura legal pues no media ninguna denuncia y tienen derecho, cuanto menos, al tercio de la legítima y a los derechos del régimen de gananciales de su madre. Helena Bazán aparece como la presidenta de la Fundación y la mansión de Somosaguas como la sede social de esa. «Los hijos están desheredados por parte del padre, pero de la madre les corresponde la mitad de los gananciales», reconoce Marcos Peña, quien también asume que la Justicia les dará el tercio de la legítima del padre. Sin embargo, confía en que se llegue a un acuerdo económico, del que era firme partidario, pero no así Helena Bazán, el motivo que le lleva a dimitir como albacea.
Se supone que don Antonio lega a la fundación sus bienes para que se usen en la difusión de su pensamiento político. Pero la herencia estalla en agria polémica. Helena Bazán se queda viviendo en la mansión y al día siguiente de la muerte de don Antonio al parecer se presenta un hijo a pretender tomar posesión y Helena llama a la policía. El conflicto se encona. En el testamento expresa su deseo de crear una fundación que tenga como sede social esa vivienda. Dentro de la casa hay una importante biblioteca, antigüedades como jarrones de la dinastía Ming o vajillas francesas y una de las mejores colecciones privadas de arte de España. Además, García-Trevijano había invertido dinero en varias sociedades y poseía acciones en empresas. Posee recuerdos de incalculable valor de Luis XVI y María Antonieta. Y una finca, El Tamaral, en La Mancha, que es donde estuvo escondido Santiago Carrillo en su vuelta a España.
El hijo menor, Juan Diego García-Trevijano hace una estimación de cuánto estamos hablando: «Se han dado cifras exageradas. En la colección debe de haber un Donatello, pero yo pienso que no es auténtico. Aun así, en conjunto debe de rondar los 20 millones de euros». Marcos Peña Molina a mí me habló de otra finca en Argentina de extensión como toda una provincia española y de que esos recuerdos de Luis XVI y María Antonieta, que fueron pagos por su actividad profesional eran de incalculable valor para un coleccionista. La mansión en Somosaguas se estima en un valor entre lo 15 y los 20 millones de euros, ya ella sola.
Además, no hay inventario de los bienes, lo que permite el expolio. José Papí y Roberto Centeno denuncian la tardanza en inventariar los bienes de García-Trevijano. Según ellos, nadie puede asegurar que no se hayan sustraído cosas del pensador. «Se está haciendo el inventario porque los bienes no se pueden valorar a la ligera», defiende Marcos Peña. Han entrado en liza José Papi y Roberto Centeno, dos de los patronos de la non nata fundación, y dos hombres de reconocida solvencia intelectual.
Se abren dos frentes de conflicto: el judicial, con los dos hijos de don Antonio, y el político en el Movimiento Ciudadano por la República Constitucional. El idealismo y la codicia, mezclados. Helena Bazán se ve inmersos en los dos. Adopta una decisión polémica: mantenerse en la mansión de Somosaguas, sin que nadie sepa de donde saca para tanto como destaca, pues en tiempos de don Antonio, cuando yo le visité y comí con él, había un nutrido servicio para mantener la casa. Dice Helena Bazán: «Me voy a quedar en la casa hasta que se cumpla la última voluntad de don Antonio. De momento se ha puesto una alarma por seguridad, pero yo duermo allí para que nadie se lleve nada». Sin inventario. Algo con lo que no está de acuerdo ni el albacea Marcos Peña ni los hijos ni José Papí y Roberto Centeno, otro de los amigos de Antonio.
El albacea entiende que esa razón legal no vale: «Helena no puede estar allí en concepto de nada salvo para utilizar la casa como domicilio social de una fundación. Helena tiene que salir de la casa», zanja. «Cuando se constituya la fundación podrá utilizarla en horario de apertura de la misma«, asegura. Bazán, sin embargo, insiste en que no se va a marchar de la casa hasta que no haya, al menos, unas medidas cautelares. Terminará marchándose al cabo de los meses.
Esa falta de inventario hace nacer las sospechas. Se venden bienes. En un reportaje en La Razón, publicado el 12 de diciembre de 2020, titulado «La última disputa por la herencia de García-Trevijano», Marcos Peña confirma estas ventas: «Sí, es cierto que se han vendido otros bienes para hacer frente a la liquidez necesaria que conlleva la herencia y otros gastos, aunque yo ya me he desvinculado de este tema. Hay un conflicto jurídico bastante importante sobre la repartición de los bienes y la reclamación de los hijos».