El abogado Melecio Castaño falleció ayer lunes a la edad de 61 años a consecuencia de un cáncer que le había sido diagnosticado hace apenas unas semanas. La noticia de la muerte de este prestigioso penalista ha causado gran conmoción en el ámbito de la judicatura y la abogacía.
Su cuerpo fue velado en el Tanatorio Nuestro Padre Jesús de Espinardo y hoy se celebrará un funeral a las 20 horas. Castaño era uno de los penalistas más reconocidos de la Región y había llevado casos muy mediáticos y de gran relevancia e impacto social. Fue el abogado de Francisca González, la parricida de Santomera, y defendió a Stan, uno de los acusados, y posteriormente absuelto, en el ‘caso Viser’, del asesinato y posterior descuartizamiento de los cuerpos de un matrimonio holandés en la pedanía molinense de El Fenezar. Se encontraba, asimismo, trabajando en el proceso judicial del ‘caso Topillo’, que investiga el deterioro sufrido por el Mar Menor como consecuencia de los vertidos de la agricultura. Llevó la defensa de los tres afganos absueltos tras ser investigados por una supuesta agresión sexual en Murcia a tres hermanas norteamericanas. También estaba representando a la familia de Kevin, el joven colombiano asesinado a cuchilladas en Jumilla en la madrugada del 1 de mayo del año pasado.
Melecio Castaño nació en Murcia en 1961. Fue un alumno destacado durante su etapa estudiantil en el colegio Maristas y, de hecho, su foto estaba siempre puesta en el cuadro de honor que había a la entrada del centro escolar. Licenciado en Derecho por la Universidad de Murcia, tenía su despacho en la avenida Lope de Vega. Era una persona muy apreciada por sus compañeros y le apasionaba su profesión, tal y como manifestó en una entrevista publicada en LA VERDAD el pasado verano: «No concibo la vida sin pasión, para mí no tiene sentido vivir una vida a medio gas», afirmó.
Era padre de dos hijos. De ellos dijo que se sentía muy feliz de que tuviera un padre del que se podían sentir orgullosos: «Trabajador, honrado, deportista, ¡y peculiar!». El afamado penalista se definía como una persona «muy intuitiva», «un soñador despierto», «un enamorado de la risa a carcajadas», y era un deportista incansable, practicaba ‘running’, y se encontraba en forma hasta, prácticamente, el momento en el que le diagnosticaron el cáncer que finalmente se lo ha llevado.