Enrique de Diego.
Hay dos películas de los años 70 que describen la vida del camionero norteamericano, muy semejante a la de los canadienses, a la de los australianos, y parecida a la de los europeos. Con sus inmensos camiones, con los que recorren el continente de punta a punta, van con sus grandes camiones, donde hacen la vida y pernoctan. Son los nuevos pioneros, los nuevos cow boy. Forman un mundo aparte que se comunica por la emisora, crean laos de fraternidad muy fuertes. Sus bares de carretera son lugares espléndidos. Cuando veo camiones parados, seguro que encuentro buena comida. El compañerismo es la norma, la costumbre, la necesidad.
Mientras el resto de ciudadanos permanecen indefensos ante las órdenes demenciales y homicidas que dictan sus gobiernos, hete aquí que ha empezado triunfante la rebelión de los camioneros. Han hablado, han constatado que todos tienen idénticos problemas: gobiernos tiránicos y expoliadores, con regulaciones abusivas que han querido dar vueltas y vueltas a la bota malaya y quitarles esa libertad de la que están tan orgullosos y que es el medio ambiente en que se desarrolla su vida, por las grandes autopistas hacia el horizonte lejano.
Benditos, heroicos, gloriosos camioneros con los que no han contado los globalistas. Cuando todos esperábamos resistir contra viento y marea a los vacunazis, ellos han pasado a la ofensiva; primero en Canadá, después en todo Occidente; el día 14 en Bruselas, No, Bill Gates, la OMS, sus Gobiernos traidores y sus medios de comunicación convertidos en el aparato de propaganda del enemigo, no contaban con ellos. Nadie contaba con ellos y, sin embargo, son fundamentales, son los nervios, la espina dorsal de las sociedades libres pues en sus camiones transportan las mercancías.
Sus camiones son como tanques sin artillería, pacíficos pero no indefensos, Han puesto en jaque al gobierno tiránico de Canadá, han hecho huir al endeble Justin Trudeau. Ahora van a hacer lo propio con Ursula von der Leyden. ¿De dónde sacan su fuerza? De la fraternidad porque el hermano ayudado por el hermano es como una ciudad amirallada. ¡Y de qué no ven televisión! No están abotargados por la inmundicia de este mundo que se aventa por la caja tonta, que no es tan tonta. No la ven cuando conducen, ni cuando paran a almorzar, no la ven nunca. Ni cuando duermen en las zonas de descanso, dentro de sus camiones. Estaban condenados por el globalismo, pero se disponen a dar la última batalla, que es la nuestra, y la van a ganar. Ellos, los héroes de esta guerra, con los que nadie contaba. Gloria a los héroes. Oraciones por vuestra éxito. ¡Adelante, campeones de la Libertad!
Fuerza y honor hasta la victoria final.