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Carta a Su Excelencia el pivot de Orihuela del Tremedal, Losantos: ¡Qué piel más fina tienes pero cuánta incoherencia liberal!

Redacción




Enrique de Diego.

Cuando estoy recorriendo Castilla y León, hoy en Zamora, la que no se ganó en una hora, para seguir las elecciones donde se presenta por la agenda 2030, esa que a ti te pone, globalista, un tal Mañueco, recibo llamada de la Redacción en la que me informa que quieres Su Excelencia conciliarse conmigo, paso previo a la denuncia por injurias y calumnias, esa nefanda Ley que todo liberal que se precie debe repudiar.

Me dirijo a usted, Su Excelencia el pivot de Orihuela del Tremedal, con el respeto que se merece, y del que da muestras y ejemplo cada día en las ondas, según me cuentan, porque yo no he tenido la dicha o desgracia, según se mire, de escuchar un programa ni medio entero. No sabía que tuviera usted la piel tan fina y tan sensible, no lo aparenta, pero detrás de su cuerpo, entiendo que late un corazoncito, aunque usted, de verdad, no lo aparenta, con sus dicterios cotidianos. Ni que tuviera que acudir pidiendo amparo a la Justicia y con ánimo punitivo pues me parece a mí que tiene usted medios suficientes con que defenderse. ¡Ay, me ha hecho pupita, Señoría, el De Diego es malo y se mete conmigo! Vamos, hombre, ¡qué maneras de cobardica, indignas de un hombretón, hecho y derecho! A no ser, claro, que la estampida de oyentes sea colosal, y haya seguido tras la pérdida de 79.000, en la última oleada del Estudio General de Medios, aunque no se lo crea mucho, que por ahí anda la Ser. ¿Es que Su Excelencia no tiene, en verdad, con qué defenderse, tal es la hecatombe? En último termino, aunque describo, el que insulta a un insultador tiene mil años de perdón. Y es obvio que Su Excelencia es un insultador contumaz y consumado, aunque bastante romo.

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¡Oh! ¡Cuánto honor que el pivot de Orihuela del Tremedal se allegue a este humilde base de Rambla Libre! Ha bajado del Olimpo como un petit Zeus tronante, echando rayos y centellas. ¿Tan peor va Es Radio? Me parece recordar que Su Excelencia tiene escrito que día tras día zahería a Iñaki Gabilondo, hasta que Gabilondo no pudo más y entró al trapo, zurrándole la badana, momento en el que Su Excelencia gritó alborozado y no cabiendo en sí de gozo: «¡Ya está! ¡Ya hemos ganado!». ¿Acaso debería repetir en esta ocasión tan magna lo mismo? Porque siempre ha comentado a tus cortesanos, que de todo uno se entera, que ‘a De Diego, ni caso, que le da notoriedad, que es lo que busca’, y ahora resulta que tengo en Su Excelencia uno de los más fervorosos, atentos y escudriñadores lectores, y si te representa María Dolores Márquez de Prado y Noriega, como es habitual, resulta que has reunido a los más distinguidos para la ocasión.

Sólo refrescarle la preclara inteligencia e insistir que todo liberal que se precie, aunque ya sé que usted es el rey sol del liberalismo, y aquí manda usted y punto, ha de estar en contra de una Ley que coarta la libertad de expresión y ha de ser repudiada con razón y no utilizarla a conveniencia como hace Su Excelencia. Porque la libertad de expresión no es de usar y tirar, y todo lo que yo haya podido decir es en autodefensa y en la de millones de purasangres, de su vida y de su libertad, especialmente de los niños españoles, a los que Su Excelencia ha querido pincharlos con el veneno de muerte y matarlos y exterminarlos como a ratas y cucarachas, de ahí que le hayan abandonado tantos oyentes, como el desodorante, pensando que Su Excelencia ha perdido el uso de razón y se ha vestido con los correajes totalitarios.

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En ocasión memorables acudió Su Excelencia al Tribunal Europeo de los Derechos Humanos contra Alberto Ruiz Gallardón dándole la razón. No se entiende como Su Excelencia ahora se la quita y cae en mañas torticeras liberticidas. Cosas veredes, amigo Sancho. En estos tiempos de penumbra diabólica me he tenido que enfrentar a dos personajes, en apariencia, tan distintos y tan distantes como Risto Mejide y Su Excelencia. Todo sea por honrar la memoria de Elia Rodríguez, paisana, segoviana como el que suscribe, y pedir el informe de la autopsia, si se hizo,  citar a declarar a sus padres, si procede, con tal del hecho de que caer muerta en el propio domicilio no por ello es un «accidente doméstico», como por caer fulminado en la acera de REPENTINITIS no por ello es un «accidente callejero» o porque te dé conduciendo y choques contra un árbol no lo convierte en «accidente de automóvil» o porque se caiga de un avión y se haga papilla precisamente entrando por la chimenea de su casa no por ello es un «accidente doméstico». Y me parece que su director de publicidad fue bastante claro el bocachanclas señalando que al que le toca le toca y le tocó la Pfizer a Elia Rodríguez, que, vamos digo yo, la pinchan y sucumbe fulminada por la tarde, blanco y en botella.

Pero para Su Excelencia la perra chica, «accidente doméstico», aunque por ahí no paso, que nunca he comulgado con ruedas de molino, ni he tragado con mentiras tan groseras. Nos veremos un vacunazi y un purasangre. Y la masacre ya clama a genocidio.

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