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Imbéciles

Redacción




Luis Bru.

Fue el gran abogado purasangre José Luis Mazón Costa el que acuñó el término imbécil para describir a Risto Mejide que es incapaz de establecer las más simples relaciones causa-efecto; es decir de una causa se sigue un efecto y no hay que buscar tres pies al gato ni caer en el esoterismo irracional. No nos queda otro remedio, a nuestro pesar, que concluir que, en efecto, los tales son adeptos a una nueva religión covidicia, de tal manera que cualquier cuestión no les hace renegar de su fe, sino que les confirma más en ella.

España se ha llenado de imbéciles sectarios y sobreabundan en los medios de comunicación. Lo de Risto Mejide se pone la segunda de Pfizer y ese mismo día contrae la enfermedad del coronavirus. Lleva dos años sin pasarle nada; abrazándose a enfermos de Covid, va y se pincha y le caen las siete plagas de Egipto. Cualquier persona en su sano juicio sospecharía de si no le han infectado con la banderilla. Pues nada, el lerdo arremete contra los purasangres. Se pone la tercera, y le cae otra variante, el coleccionador de variantes, parece. Y de nuevo arremete contra los purasangres. Es el odio del enfermo al sano y del oligofrénico al sensato y que está en sus cabales.

Carlos Herrera.

Carlos Herrera es también un imbécil engolado. Se pone la tercera banderilla e inmediatamente cae en las enfermedad. Podría sospechar que le infectan, pero naranjas de la China, recomienda a todo el mundo que no deje de pincharse.

Elía Rodríguez con su asesino moral Federico Jiménez Losantos.

Federico Jiménez Losantos es un imbécil histérico y con galones. Se muere Elia Rodríguez el mismo día que se pincha la Pfizer y en vez de sospechar lo evidente, que ha muerto a consecuencia de la banderilla, pero como ocurre que Elia ha caído al suelo, ¡eureka!, ¡ya está!, ha fallecido por «accidente doméstico», y así el matraca sigue torrando con la tercera banderilla, con la cuarta, la quinta…

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El papel de imbécil lo ha bordado Antonio Resines que salía en cuantos programas de La Sexta había llamando «subnormales» y queriendo meter en la cárcel, lleno de santa ira, a los purasangres. Total, acaba en la UCI del Gregorio Marañón y pasa allí las Navidades, pero su familia muy covidicia emite un comunicado de que sólo han sido dos banderillas que la tercera tenía ya cita y, ¡mecachis!, no le ha dado tiempo. Pues, si sale de ésta, que tenga la ocurrencia de ir a por la tercera.

Otro imbécil es Juan Marín que se pasa la vida soñando con cazar a un purasangre y luego va él y se derrumba cuando se va a hacer la foto del Consejo de Gobierno en Almería. Imbécil de marca mayor que está para el arrastre como propagandista del tercio de varas.

«Niñeras» en las cercanías de la mansión de Pablo Iglesias en Galapagar.

Pero el récord de la imbecilidad lo ostenta hasta ahora lo ostenta Pablo Iglesias que amenaza con zurrarnos la badana si se entera que hemos infectado a su padre. Este tirillas, este jijas va siempre de macarra matón y luego hay que ponerle una escolta que cuesta millones y el muy machotín se encara con dos manifestantes rodeado de diez policías. Pero si Pablo, te cardo en la Universidad, Kiko Méndez Monasterio, que no es ningún armario. A tu padre le han infectado, a buen seguro, con las banderillas, so imbécil.

¡Cómo están las cabezas! La imbecilidad es transversal y forma parte de la argamasa del sistema. Ya lo decía Nuestro Señor Jesucristo: «tienen ojos para ver y no ven, y oídos para oír y no escuchan».