Soy Johana Fernández Martinez ¿Quién era yo antes del 1 de abril?, yo era un alma libre, fuerte como un roble, vital al doscientos por mil y siempre haciendo muchas cosas a la vez, incansable, metódica, organizada, seria, empática, muy normativa y perfeccionista. Me caracterizauna fuerte personalidad y odio profundamente las injusticias, la violencia en cualquiera de sus aspectos y la manipulación.
Soy maestra de primaria, especialista de manuales donde mis manos son mi herramienta de trabajo y especialista en educación física. Tutora de tercero de primaria en mi centro. Mi deporte por excelencia es el remo. Hace unos años lo descubrí y desde entonces en mayor o menor medida he estado en contacto con el mar, con los remos. He estado remando en banco móvil y cuando probé el banco fijo, “el falucho”, me enamoré profundamente de él, por su robustez, rigidez y a la vez tan noble que acercaba mis sentidos al mar, mirando hacia el horizonte donde la vista se pierde y entra la paz, es el lugar donde soy yo, al que por el momento no puedo regresar.
Me casé hace siete años y soy madre de dos hijos, un niño de 14 años y una niña de 5 años a los que les estoy educando en valores, donde la mentira no tiene cabida y tampoco el sometimiento. Siempre he estado y estoy en permanente formación porque soy una persona que ha sido consciente que el aprendizaje dura lo que dura nuestras vidas y así se lo transmito a mis hijos.
Recuerdo bien el contexto en el que se produce el Estado de Alarma, me encontraba trabajando y recuerdo que tuvimos que volver a la escuela para preparar los paquetes del material de los niños/as y enviárselos a casa porque no tuvimos tiempo de reacción y era todo tan nuevo para todos.
Me paró la policía en varias ocasiones camino al trabajo y tuve que enseñar el salvoconducto, las calles estaban desérticas, era como si el fin del mundo estuviera latiendo. Hoy sé que en cierto modo así fue, un nuevo orden mundial. Sentí un estado de confusión, miedos, incertidumbre, preocupación ¿qué era lo que estabapasando?
Aparece vocabulario nuevo entre la población, mascarillas, distanciamiento social, confinamientos, aplausos, PCR, Hospital de Campaña,clases on line…como maestra, me sumergí en este nuevo mundo que nos marcaba el paso sin yo saberlo.
Como he mencionado anteriormente, soy muy normativa, esto me ha jugado malas pasadas. No me he quitado la mascarilla desde que inició la “pandemia”, como docente, como persona de a pie, he cumplido cada una de las “normas” que se han ido dictando, dictando de dictadores iba el cuento.
En mi entorno, cuando aún no estaban las “vacunas”, el COVID se lleva a un ser querido y esto lo vivimos como un choque con la realidad, hoy me pregunto, ¿pero qué realidad?, el miedo nos hace presos, y cuando llega el “salvavidas” recuerdo que pensé, él como a muchos otros/as, no llegaron a tiempo y se marcharon, se me encogía el alma.
Tengo que ser muy sincera con este tema, yo creía en la eficacia de la vacuna, para mí no estaba entrecomillado, creí que era por un bien, creí que era para protegernos, creí que tendríamos garantizada su utilización, creí que vacunándome yo, protegería a los míos, en especial a mi hijo mayor y ahí lo dejo. Tengo que decir que no lo puse en duda. En mi entorno próximo hubo unas vocecitas que tenían otro punto de vista con respecto a la vacunación, provenientes de fuera de mi familia, pero en esa etapa de mi vida, mis vivencias, mi contexto familiarambas, fueron las premisas para tomar la decisión y mi sentir era el que fue, de total confianza.
¿Cómo podía creer o imaginar siquiera que nos iban a inocular algo que no era seguro?aun sabiendo que había transcurrido poco tiempo, unos pocos meses para sacarlo a pasear y ser inoculado. Aún así confié en la ciencia y por qué no decirlo, en los médicos que pregunté, también.
El 1 de abril nos vacunamos Ricardo que es mi marido y yo, con AstraZeneca, ambos trabajadores del mismo centro, él es muy de la ciencia, de lo tangible, él es historiador. Recuerdo ese día, por la mañana, una fila enorme de personas que íbamos a recibir ese pinchazo como algo que esperábamos con impaciencia, venía a salvarnos de enfermar, de enfermarles a ellos, a nuestros abuelos. ¡Qué ilusa yo!
No firmé ningún documento, me pincharon en el brazo y nos quedamos 15 minutos por si hubiera alguna reacción adversa en el momento, “el rigor”. Nos pasaron una encuesta, eso sí, para ver como habíamos vivido ese momento, si había habido organización y cosas a mejorar, recuerdo que lo cumplimentamos favorablemente.
Yo estaba contenta de haberlo hecho, no puedo negar el cómo me sentí ese día, además odiaba tener que llevar mascarilla y pensé, estamos más cerca de que desaparezcan de nuestras vidas, que ilusa hoysé que fui ayer, esto no iba a ser más que la punta del iceberg.
Cuando salíamos, recuerdo que comentamos que sentíamos ambos como un “globo” en nuestras cabezas, como cuando éramos más jóvenes y tomabas una copa, como aturdidos y eso fue mientras salíamos por ese largo pasillo de recibir el pinchazo del que aún no habíamos abandonado ni siquiera el recinto.
Él pasó la noche con fiebre de casi 39ºC, mucho frío, escalofríos y temblores exagerados. Nunca antes había visto algo así. Al día siguiente ambos estuvimos muy en la cama como si un tractor hubiera pasado por encima de nosotros. Nos habían advertido que podía dar fiebre.
A los pocos días me produjo una hemorragia, muy fuerte que se mantuvo durante 33 días, tuve que ir al ginecólogo de mi entera confianza y puso en mi conocimiento que estaba sucediendo este tipo de desarreglos en algunas mujeres tras la vacuna lo llaman estrés post vacuna, y me prescribió un coagulante, que tomé y, recuerdo que después de tomar la caja entera, no había remitido y llamé por teléfono para ver si tenía que volver a tomar otra caja y la respuesta fue certera, no hace falta irá remitiendo, así fue.
En esos días y días de hemorragia en los que no dejé de ir a mi trabajo, que transcurrió durante todo el mes de abril, algo estaba sucediendo en mis manos, primeramente, empezó a aparecer en los dedos índice, como si la piel se estuviese secando y se me caía, estaba como seca. En un principio ni yo misma le di demasiada importancia hasta que me decidí a ir a la dermatóloga privada ya que la Seguridad Social para que nos vea un especialista no es de hoy para mañana.
Aparentemente parecía una dishidrosis de contacto, podría ser de los geles que estamos utilizando para desinfectar nuestras manos tan continuamente. Unas cremas durante unos días, algunas semanas y aquello no parecía que iba a desaparecer.
En medio de todo este mes de mayo ya, se van sumando a mi cuerpo nuevas dolencias, dolores intercostales que jamás había tenido, los recuerdos terroríficos y yo he de decir que tengo el umbral del dolor físico extremadamente alto. Tuve dos semanas de cólicos fortísimos y en una de las veces que voy a urgencias me dicen que puede ser de la vesícula que tengo colecistitis aguda y que cuando me pasara el gotero que me había puesto que subiera a ver al cirujano. Tras verme me transmite que hay que quitar la vesícula y queda programada para el 3 de junio del 2021.
Dos días antes de la fecha, estaba en el sofá de casa sentada con ese dolor de nuevo que me deja sin respiración, me tomo un analgésico que estaba pautado por si me volvía a ocurrir (mientras llegara la fecha de la operación) y el tiempo pasa y va a más y a más. En casa todos estaban ya dormidos, me puse lo primero de ropa que encontré ya que estaba en pijama, le toque un pie a mi hijo mayor que también dormía en su cama y como pude le dije: ¡despierta!, ¡vente!, no me encuentro bien y no me da tiempo a que llegue una ambulancia.
A mi marido le susurré que me iba sin hacer muchos aspavientos ya que también dormía mi pequeña y yo no quería que salieran de casa a altas horas de la madrugada. Así que cogí mi coche, fuimos a urgencias por la autovía “a paso ligero” y mientras conducía doblada de dolor. Al llegar empecé a vomitar sin parar, era la bilis, me quemaba, me ahogaba, me pusieron una silla de ruedas y me entraron enseguida a reconocerme, ya no salí de allí hasta días después de mi operación. Esa primera noche mi hijo se quedó conmigo al lado de mi cama.
Estuve 5 días, cuatro noches hospitalizada, recuerdo que tuve mucho dolor, mucho mareo, el doctor venía a verme cada día a ver cómo estaba, en teoría hubieran podido ser de uno a dos días sin más por la vesícula, pero yo no me encontraba bien. Yo sentí que algo no iba bien dentro de mí. Era una sensación.
Estando ingresada pregunté qué le parecía lo de mis dedos de las manos, de nuevo podría ser una dermatitis, una dishidrosis. Pero algo ya en mí empezaba a preocuparme y debo de decir que no até aún cabos, no conecté todas las dolencias a lo mismo, la vacuna.
Yo me sentía muy débil ya en casa, perdí unos kilos, las diarreas, dolores de estómago terribles, eran a diario, me costó mucho remontar y llevaba mucho cuidado con la alimentación, ahora era una ¡sin vesícula! y el cuerpo tiene que adaptarse a esa falta.