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La Virgen María siente predilección por aparecerse con el Niño-Dios

Redacción




Enrique de Diego.

La Virgen María siente predilección por aparecerse con el Niño-Dios entre sus brazos. Lo hizo con las cuatro niñas de San Sebastián de Garabandal. Conchita cuenta que la Virgen «algunas veces trae al Niño en brazos, muy chiquitín, como un nene recién nacido, una carina redonda (de color, como la Virgen), una boquina pequeña, y pelín un poco largo».

Hay una anécdota enternecedora. La cuento en mi libro «Bergoglio, el cojón del Anticristo». Jacinta se empeñó en coger al Niño. Se empeñó, la Virgen le dice: No, que me lo caerás. Y Jacinta insiste: No, no lo caeré. Al final, la Virgen se lo deja. ¡Qué maravilla de escena!

En Medjugorje también siente predilección por aparecerse con el Niño en brazos. En la última aparición diaria del 12 de septiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Čolo que tendría una aparición cada año, el 25 de diciembre. Así ha ocurrido también este año. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:25, y duró 9 minutos.

Cuenta Sor Emmanuel Maillard en su libro «Medjugorje, el triunfo del corazón» que «en algunas Navidades, el Niño Jesús duerme profundamente, pero en otras está muy despierto y mira sorprendido una por una, a todas las personas presentes en la aparición.

  • ¡Es lógico! -dice Vicka-, ¡está descubriendo el mundo, como todos los niños!

La Navidad más memorables fue aquella de 1981, la «primera Navidad»:

  • Al inicio de las apariciones -cuenta Marija-, como éramos un poco torpes y asustadizos, el Niño Jesús quiso tranquilizarnos. Mientras su Madre oraba y hablaba con nosotros, Jesús descansaba en sus brazos, oculto a nuestros ojos. Pero de repente, el Pequeño levantó su bracito y se puso a jugar con el velo de su mamá, como lo haría cualquier niño. Y, lenta y tímidamente, destapó sus ojitos, luego toda su cabeza, y nos miró cara a cara. Nos sonrió y volvió a esconder su cabecita en el velo. Apareció nuevamente, nos miró y desapareció en su escondite. ¡Comprendimos entonces que el Niño Jesús jugaba al escondite con nosotros! Por tercera vez, el Niño hizo lo mismo, causándonos con ello una gran alegría. Después de sonreírnos, Jesús nos guiñó el ojo, hecho que nos impresionó enormemente. «Un bebé no puede mirar y sonreír así», pensábamos nosotros. Entonces comprendimos que quien estaba allí ante nosotros era verdaderamente Dios».
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En su Diario, Santa Faustina Kowlska, la gran mística polaca, cuenta que se le aparece el Niño Jesús, cuando le pregunta por qué toma esa apariencia le responde: «porque quiero enseñarte la infancia del alma». Nuestra Madre está orgullosa de ser Madre de Dios y de su Hijo, y tenemos que hacernos como niños para entrar en el reino de los Cielos. Hoy, que se ataca a los niños, conviene tenerlo en cuenta y que son nuestro tesoro.