El historiador Sergio Fernández Riquelme acaba de presentar su nuevo libro Pandemia posmoderna: Historia de la crisis del coronavirus en España, con prólogo de la periodista de investigación Alba Lobera y publicado por Ultima Libris.
RAMBLA LIBRE: ¿Por qué el título de Pandemia posmoderna?
SERGIO FERNÁNDEZ RIQUELME: Porque está es la pandemia que afecta a una generación singular, propia de una sociedad posmoderna que ha provocado acciones y reacciones diferentes a otras épocas. La historia es, a la vez, continuidad y singularidad. Aunque toda crisis era esto, en mayor o menor medida, desde el drama hasta la muerte, nuestra generación ha visto la misma desde sentidos y significados propios, a veces llamativos (aplausos en los balcones) y a veces surrealistas (la lucha internacional por las mascarillas). Por ello, en este libro analizamos la conmoción de los ciudadanos de un tiempo y espacio concreto (el contexto español especialmente), estudiando lo que es similar a otros momentos previos, y lo que es diferente respecto a las formas de vivir y convivir que nos definen ahora.
El libro analiza en detalle la cronología del coronavirus a través de sus claves socio-culturales, políticas y económicas. ¿Ha sido esta pandemia cualquier cosa menos algo sanitario?
Es una crisis, a la vez, sanitaria y social. El elemento médico o epidemiológico la define inicialmente, como es lógico, pero sus causas y efectos político-sociales son adjetivos fundamentales. Porque no se puede entender la supuesta y rápida propagación del Covid sin las redes abiertas por la globalización, ni el impacto de la pandemia sin aquellos que sí se han quedado atrás, ni los fallos de muchos sistemas sociosanitarios sin el gasto público cada vez mayor y más ligado a proyectos de “ingeniería social” ajenos a intereses mayoritarios, ni el nuevo “monopolio legítimo de la violencia” weberiano del Estado (e ideológico) sin la falta de respuesta de comunidades cada vez más desunidas, ni el éxito de las grandes empresas de la “nueva fase del capitalismo” en plena crisis sin las prerrogativas que tenían o han ido adquiriendo de los medios estatales.
A lo largo de sus páginas, consideras que la crisis sanitaria del coronavirus, más allá de ser un fenómeno sociosanitario, ha sido un momento decisivo de la batalla cultural que sostienen globalistas por un lado e identitarios en otro…
La crisis del Coronavirus en España y Occidente es otro momento de la actual batalla cultural entre globalistas y soberanistas. Porque la reacción ante la pandemia y sus repercusiones político-sociales muestra que hay algo más en juego que la salud pública o la recuperación económica: la libertad de los ciudadanos, la identidad de las comunidades y la soberanía de los pueblos. Y no es algo meramente macroteórico o metapolítico; lo vemos en la vida diaria de la mayoría de la población, especialmente de la más humildes. Las clases medias y trabajadoras sufren los efectos de fenómenos amplificados por la pandemia: las restricciones a veces abusivas (como señaló el Tribunal Constitucional español en el caso de nuestro estado de alarma), las migraciones masivas ilegales de países aún más pobres tras el coronavirus, las condiciones laborales cada vez más “flexibles” o precarias (impulsadas todavía más con el comercio online), los subsidios públicos sin integración, el “ascensor social” paralizado, el desempleo estructural, la competencia desleal de las grandes corporaciones, la inseguridad en las calles y barrios obreros, las presiones fiscales crecientes… Pero especialmente, el adoctrinamiento globalista que “esconde” dichos efectos, deslegitimando sus identidades colectivas alternas, ridiculizando sus tradiciones diferentes, y desalentando protestas y movilizaciones contra los privilegios o excesos del mismo sistema…
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— Ultima Libris (@UltimaLibris) December 3, 2021
¿Ha sido la pandemia del coronavirus el segundo gran crack de la globalización en el siglo XXI tras la crisis económica de las sub-prime iniciada en 2008 o es todo un continuo?
Es, a mi juicio, la segunda fase de transformación, y adaptación, del “capitalismo inclusivo” y global al mundo posmoderno. Un proceso continuo donde, inicialmente, obtenían un Estado a su servicio a nivel económico (rescatando el sistema), y posteriormente demostraban ese Estado, además, a su servicio a nivel político (dominando el sistema) en plena pandemia. Dos etapas donde el globalismo cambiaba el discurso y engalanaba las propuestas ante los fallos de su sistema, ganando adeptos en redes y con campañas de marketing “victimizador”, y callando a la disidencia, por ejemplo, con la “autocensura”. Aunque a veces la rabia y la indignación ciudadana emergía en formaciones y movimientos, siempre caricaturizados como “populistas” (véanse los chalecos amarillos galos), que creaban alternativas viables al sistema o que tras años de protestan acababan siendo cooptados por el mismo poder.
¿Estableces alguna relación entre la irrupción del coronavirus y proyectos globalistas como la Agenda 2030?
Diferentes estudios y pensadores establecen, como hipótesis de investigación, que puede existir esa relación consustancial. No está claro todavía en el origen, pero parece que sí puede vislumbrarse esta vinculación en las consecuencias de la crisis. En ellas descubrimos como los principales objetivos de la Agenda 2030, así como de otros proyectos globalistas, se han implantado aún más en legislaciones y campañas casi sin oposición, aprovechando el poder casi omnímodo que han alcanzado los gobiernos y sus elites dominantes durante la pandemia. Con sus estados de alarma y las restricciones asociadas, bajo el control lógico y el miedo ilógico, han impulsado dichos objetivos en políticas públicas directamente (de lo local a lo nacional), y han condicionado a casi toda la iniciativa privada indirectamente (como etiqueta siquiera publicitaria obligatoria). Entre censuras y cancelaciones, parece que nadie puede salirse del guion, ni cuestionar las “verdades oficiales” sobre el ecologismo urbano o sobre la ingeniería social de ese “capitalismo inclusivo” tan viral.
¿Quiénes han sido los grandes beneficiados con la pandemia? ¿Y los mayores damnificados?
Por lo que he señalado antes, los grandes beneficiarios son los poderes globalistas occidentales. Estos han utilizado la Pandemia, o se han aprovechado de ella, para aumentar su poder sobre gobiernos y comunidades (por ejemplo, con préstamos abundantes para pagar el desbocado gasto público, y que obviamente los condicionan de manera total en sus decisiones), han sabido adaptar perfectamente sus negocios para eliminar competencias (especialmente las pequeñas empresas) y aumentar sus beneficios (“ahogando” a los productores más humildes), y han extendido sus “causas ideológicas” sin fin controlando aún más las mentes ciudadanas con sus mass media (insertando las mismas, sistemáticamente, en las ahora dominantes plataformas de streamimg). Y los grandes perdedores, como siempre en toda crisis, aparte de millones de personas que han fallecido, han sido las clases más humildes, perdiendo sus trabajos, siendo restringidos sus derechos, cayendo su capacidad adquisitiva, padecido enfermedades mentales, y “adoctrinados” diariamente por esos poderes victoriosos.
En Pandemia posmoderna aseguras que «tarde o temprano, todo vuelve a la normalidad» aunque «a veces, no con la velocidad que nos gustaría». ¿Queda lugar para el optimismo? ¿Volveremos a nuestra forma de vida previa a la crisis sanitaria?
Todo vuelve a la normalidad… de la continuidad o del cambio. Podemos encontrar un sistema que quiere volver a la situación previa como si nada hubiera pasado, o adaptándose a las situaciones nuevas (sin aprender lección alguna, y fiándolo todo a las soluciones de la innovación técnica); o podemos construir un posible cambio que todos sabemos que es necesario, pero pocos se atreven a defender (aprendiendo la lección de las “primeras verdades” de la tradición). La mayoría parece que se dejará llevar por la corriente continuista (como demuestra el modelo de producción y consumo poscrisis), pero siempre habrá valientes que mostrarán que existen otras vías enraizadas de las que aprender el camino ante la enfermedad, el desempleo y la restricción que tenemos o que volverán.
Hagamos un poco de ucronía. ¿Qué nos depara el futuro?
Nadie puede predecir el futuro, pero si atisbar tendencias sobre la base de la experiencia histórica. Vemos distintas mutaciones de “lo político”, que tienen un recorrido a corto y medio plazo evidente: la aceleración de las estrategias de dominación globalista, y el crecimiento de reacciones soberanistas frente a ellas. Somos diferentes ahora en cómo entendemos el discurso oficial o aguantamos la incertidumbre, pero somos muy parecidos a nuestros antepasados a la hora de repetir errores o saber superarlos. Espero que nosotros y nuestros descendientes recuperemos la capacidad comunitaria de defender la identidad, la libertad y la seguridad de nuestras comunidades (especialmente del Estado nacional) en tiempos no solo de crisis, combinando tradición y modernidad a partes iguales.
Por último, ¿sabremos algún día toda la verdad sobre la pandemia?
Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz. Y es una tarea colectiva imprescindible buscarla y proclamarla. Una especie de obligación ciudadana. Porque sin ella, no podremos pedir responsabilidades a los poderes políticos y económicos que han sido responsables de la crisis que estamos viviendo, ni prepararnos correctamente para otras pandemias que vendrán, ni entender lo que está en juego en nuestros días. Y sin ella, esta historia quedará silenciada, como tantas otras, por el peso de las “directrices oficiales” de los que mandan, ahora y siempre.