Enrique de Diego.
César Vidal se ha convertido, por méritos propios, profesionalidad e independencia a prueba de bombas, en la referencia de la lucha contra la tiranía globalista. En Estados Unidos, donde su programa es más seguido, y en todo el mundo hispanoamericano. La semana que viene César Vidal recogerá en México el Premio Internacional de Periodismo por el programa. Suelen decir que es el Premio Pulitzer hispano.
La Voz de César Vidal es más que eso; es la voz de la resistencia frente al cerrado y manipulador frente mundialista. Es un seguro de visión clara y de sabiduría, a la hora de afrontar los temas, cuando asistimos a una escalada en la ofensiva por imponer un totalitarismo atroz. Su prestigio ha crecido como la espuma. Es llamado para dar conferencias, se reclama su presencia en televisiones de todo el mundo, especialmente de Estados Unidos; es una figura mundial. No una referencia, sino la referencia del resto de los hombres buenos.
En Youtube, el canal del programa supera ya el cuarto de millón de suscriptores; las descargas mensuales en youtube y ivoox superan los cinco millones al mes. El país donde más se escucha es Estados Unidos seguido de España y México, pero tienen oyentes en todos los continentes. En paralelo, han cumplido un año de vida de cesarvidal.tv que es un canal de tv por suscripción. La mayoría de su audiencia ya está situada en el continente americano aunque un porcentaje alto de los suscriptores está en España.
Visto con perspectiva, su etapa junto a Federico Jiménez Losantos en Es Radio, que cuento en mi libro «La gran traición», muy demandado en Amazon, fue una sórdida preparación, con las zancadillas de la mediocridad a cargo de Javier Somalo y Dieter Brandau, para su lanzamiento mundial, a fuerza de tesón y de principios, junto a su magnífico equipo. Eran como el agua y el aceite. El gigante de la dura pugna contra el mundialismo y el pigmeo moral, Losantos, lacayuno siervo de los poderosos globalistas. Es un honor que César Vidal esté en el bando de los hombres buenos contra los servidores impuros del mal. Ese es el mayor triunfo de César Vidal.