Luis Bru.
Alguien en las redes sociales ha hecho un «anuncio» en el que el «Gobierno de España» anima a pincharse por tercera vez bajo el refrán «A la tercera va la vencida». Pone de manifiesto así la trágica tomadura de pelo que representa una «vacuna», que ha sido definido por Stefan Oelrich, presidente de la División de Productos Farmacéuticos de Bayer, quien ha dicho en la Cumbre Mundial de la Salud de este año, que tuvo lugar en Berlín del 24 al 26 de octubre y acogió a 6.000 personas de 120 países, que las nuevas «vacunas» de ARNm COVID son en realidad «terapia celular y génica» que de otro modo habrían sido rechazadas por el público si no fuera por una «pandemia» y marketing favorable.
Y resulta que no inmunizan, sino que infectan, y pierden las propiedades a los seis meses, por lo que precisan otra de «refuerzo». ¿Para qué?, se pregunta la opinión pública española. Para inyectar el veneno de muerte y hacer negocio al tiempo las farmacéuticas. La gente ve como la repentinitis se dispara, como la gente sucumbe y se derrumba, unas edades impropias, como los desajustes cardiológicos aumentan por 5 en los futbolistas, según la FIFA, sin que haya otro factor que la «terapia celular y génica» que inyecta de la proteína Spike que se traslada por la sangre a todos los órganos vitales y tiene en el corazón las células AD2 donde ensamblarse hasta que el cuerpo termina por considerar el corazón o el cerebro como enemigos. Ponerse el tercer pinchazo es jugar a la ruleta rusa con todo el tambor lleno de balas, es la crónica de una muerte anunciada.
Para la cuarta, usted estará harta y cinco, voy y te la hinco. Mirad a Gibraltar, donde cada llanito tiene puestas una media de 2,7 pinchazos y el 96% de la población está timo vacunada y la enfermedad ha rebrotado con fuerza inusitada, porque la propaga la inyección, y las muertes ascienden, señal de que la enfermedad no es más leve sino más agresiva. Al final, sólo van a quedar los monos.