Mi nombre es María de la Hoz Martínez Herrera. Tengo 48 años y resido en Getafe, Madrid. Yo siempre he sido una persona que me he cuidado mucho. Haciendo deporte y comiendo sano. No fumar y no beber. Todo ello para contrarrestar mi ansiedad.
Dolencia que padezco casi de toda la vida. Así que la pandemia no me ayudó demasiado a recuperarme, pero si saqué fuerzas para proteger a mis padres, octogenarios. Hice de tripas corazón y les aislé para que no se contagiasen. Yo me dedicaba a hacer los trámites y compras. Para mí la familia es lo más importante.
Nos vendieron la vacunación nos la vendieron como algo que nos sacaría de la pandemia
Por eso con el anuncio de las vacunas se me abrió una puerta a la esperanza.
Nos las anunciaban como la solución para volver a la tranquilidad, y la vida de antes. Eran inmunizantes, nos decían. Hablaban de porcentajes de inmunizados. Empezaron vacunando a las personas mayores, y parece que no les sentaba mal, aunque a mí siempre me dieron cierto miedo estas ¨vacunas¨ tan novedosas. Yo siempre he sido muy reticente a tomar más medicamentos que los estrictamente necesarios. Y sí, me vacuné de pequeña de lo que había que vacunarse, y luego también la del tétanos….
No me puse a investigar mucho, porque la vacunación nos la vendieron como algo que nos sacaría de la pandemia. De hecho comencé a sentir cierta envidia de la gente que se iba vacunando y que parecía que nos les hacía ningún mal, al contrario, ya decían ellos mismos que de COVID no se iban a morir.
Una ola inevitable y Pfizer «la buena»
Antes que yo, les llegó el turno a mi familia y bastantes de mis amigos. Era como una ola inevitable. Algo que me sacaría de mi aislamiento, ya que por miedo al contagio me he mantenido muy recluida en mi casa. Primero por mis padres, y luego por mí misma.
Cuando me citaron para la inyección sentí mucho miedo. Ya había oído de algunos casos de fallecimiento, pero se los atribuían a la Astrazéneca, o Janssen, mientras que la Pfizer la llamaban ´la buena”. De hecho es la que habían puesto a la gente mayor y no les había dado mucha reacción.
Antes de acudir a mi cita vacunal, hablé con mi médico, le mencioné que si podría ponérmela, por la medicación que tomaba para mi ansiedad. También le recordé mis antecedentes de trombocipenia en una ocasión, y mis crisis de artritis juvenil de pasado.
Nada parecía ser importante, y que la vacuna era mejor que permanecer en riesgo de infectarse. Además venía Delta que era muy contagiosa. Así me lo expuso: tienes más posibilidades de contagiarte de Covid, y ahora es la gente de tu edad la que está en las UCIS, a que tengas problemas con la vacuna.
Paradojas de la vida: con mucho miedo pero creyendo que era mi salvación
Con esa bendición y con muuuucho miedo, acudí a la cita de la inyección. Me costó mucho porque soy muy hipocondríaca. Paradojas de la vida. Creía que la vacuna era mi salvación. Así todos lo creían. Amigos, médicos, familia. Todos me decían que sí o sí había que ponérsela. Abrazar a mi familia de nuevo me dio el valor a hacerlo. En el hospital en el que estaba citada me encontré con amigas del colegio, como nos citaban por edades, era de esperar. Era como una fiesta. Eso me animó. Además nadie de los que conocía les había sentado mal la Pfizer.
Sensación de veneno interno
Al día siguiente, me desperté con mal estar. Mi cuerpo como que acusaba una sensación de veneno interno. Estuve así dos días, con malestar de estómago y tripa. Pero lo clasifiqué como los efectos adversos “ normales”. Aunque ya me dio mala espina, pues la primera solía no hacer ni cosquillas al resto de personas que conocía.
Los siguientes días fueron normales, hasta el décimo aproximadamente, que comencé de nuevo con malestar intestinal y de estómago. Una especie de inflamación que me puso el vientre como si estuviera embarazada. Así estuve otros dos días. Con una sensación muy rara de querer expulsar algo. También comencé a sentir un siseo en la cabeza. Remitió el episodio, pensé que sería algo de estar creando anticuerpos, aunque a nadie había oído que le pasase algo parecido. Sin embargo, mis amigos comenzaron a vacunarse de la segunda dosis, y uno desarrolló una pericarditis, con lo que me comencé a preocupar y a sospechar que las vacunas no eran tan seguras.
La doctora Albarracín y la doctora mexicana Karina Acevedo
Como se aproximaba la fecha de la segunda dosis, y ante lo que me había pasado a mí, y a mi amigo, decidí meterme a investigar, y fui cuando comencé a encontrar en internet información precisa. Videos de la doctora Albarracín, o de la doctora mexicana Karina Acevedo me parecieron muy clarificadores.
Me asusté muchísimo, y fue cuando puse en duda el ponerme la segunda dosis. La presión a mi alrededor iba creciendo para que terminara la pauta. Desde todos los ángulos. Yo iba posponiendo la segunda dosis y mientras me iba informando. La versión oficial no encajaba con todo lo que iba descubriendo.
Alergia en el tinte
Otro día fui a darme el tinte del pelo, la misma marca que llevo usando desde años, y me dio alergia. Se me puso la piel roja y con granitos. Eso ya me asustó más y me hizo investigar más. Ese cambió en mí no era normal para una vacuna. Leía tantos testimonios terribles en internet. La gente de mi alrededor me decía que eran mentira, pero yo ya comenzaba a tener mi propia experiencia en mi cuerpo.
Lo de no poder teñirme me deprimió, pero pensé que era una señal para no vacunarme más, y que ya encontraría un tinte inocuo.
Me sentí a salvo. Pero por desgracia no era así.
Alergia al melón
A los dos meses y algo de la vacuna, y aún sin ponerme la segunda, aunque me presionaban muchísimo, un día comencé a notar que me daba alergia también el melón. Nunca en mi vida he tenido una alergia a NADA. No le di importancia a que me picase la boca un poco al comerlo, y continué. Al día siguiente de nuevo la inflamación. Intenté mitigarlo con manzanillas como las veces anteriores, pero vomité y eché gránulillos de sangre. Con ese panorama y aterrorizada acudí al hospital.
Me mantuvieron en observación 1 día, sin comida. Me hicieron un análisis básico de urgencia, y me dieron el alta con una remisión a endoscopia, de la que estoy pendiente.
Moratones y un médico de cabecera que no quiere saber
Ese mismo día en urgencias noté que me salían moratones. Uno de ellos con una heridita en el medio. Lo comenté pero no dieron importancia. Al día siguiente llamé a mi médico de cabecera y tampoco dio importancia a lo de los moratones diciendo que las mujeres solemos tener la piel fina y es fácil este tipo de lesiones al más mínimo roce.
En ese momento decidí que tenía que hacer algo por salvar la vida, y me puse en contacto con Enrique de Diego. Necesitaba ayuda, había descubierto vía internet los miles de casos de fallecidos y de personas con efectos adversos graves y yo era una víctima más. Acudí a Enrique de Diego a contarle mi caso. En alguna ocasión le había leído que había remedios para mitigar los efectos de la vacuna. Y me ayudó. Se agradece tanto cuando se está desesperada una mano tendida. También me puso en contacto con la doctora Albarracín. Ambos me recomendaron que tomase NAC (N-Acetil-L-Cisteína). La doctora Albarracín también me recomendó tomar Selenio , y Glutamina. Las dosis de aminoácidos 4 gramos, día y de selenio una cápsula de 50 microgramos.
También me recomienda que acuda la clínica del Dr Santiago de la Rosa y Esther de la Paz. Tengo pendiente la cita para la semana que viene.
También he añadido tomar Vitamina C, D , B12 y Quecitina.
El escepticismo con el que uno se siente aislado
Cuando he contado mi problema, me encuentro con el escepticismo. Nadie cree que puede tener relación con una vacuna administrada hace casi 3 meses. Con lo que uno se siente aislado, y el dolor es aún más agudo. Ni en el entorno familiar, ni en el de amigos, ni en el médico lo asocian.
Desde que estuve en el hospital han remitido los moratones, y la sintomatología gástrica no es tan pronunciada. Al sufrir de ansiedad, lo echan todo a ese saco.
También acabo de tener un par de días con dolor muscular, pero es un dolor raro. Como una molestia intensa que va y viene. Me despierto en la noche con angustia, y el siseo de la cabeza casi es constante.
Asusta pensar que se trata de un genocidio planeado desde las altas esferas
Tengo esperanzas en que esto no vaya a más, pero también tengo mucho miedo. Ahora sé cómo funcionan estos experimentos. Deduzco que si tu cuerpo no es capaz de eliminarlo te acaba causando daño antes o después. Carecemos de la información de fallecidos y enfermos por las vacunas, y eso no es ético, ni justo. Es un atentado contra la humanidad desconocido hasta la fecha.
Me siento terriblemente mal y daría cualquier cosa por volver al día de antes de vacunarme con lo que ahora sé. Lo siento por mí, porque no sé si seré capaz de recuperarme, y lo siento por todos los que les puede pasar lo mismo. Siento la gran falta de información que hay. El engaño al que estamos siendo sometidos. Asusta pensar que se trata de un genocidio planeado desde las altas esferas de los dueños del planeta. Un planeta que quieren para ellos, con menos gente.