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La hecatombe y su respuesta

Redacción




Editorial.

La hecatombe ya está aquí y exige una respuesta. Buena parte de las poblaciones de todo el planeta han sido infectadas deliberadamente por sus Gobiernos, en un genocidio planificado de psicópatas. Un artículo en The Lancet publicado por la Universidad de Oxford confirma que los timo vacunados, objeto de una solemne estafa contra su salud y su vida, portan 251 veces la carga de Coronavirus en sus fosas nasales respecto a los no vacunados. Eso significa que son portadores de la enfermedad y súper contagiadores. Como pone de manifiesto el Dr. Peter McCullough, eso convierte al personal sanitario en súper contagiador y los hospitales en tremendos focos de infección.

Lo dramático es que la infección alcanzará a los no timo vacunados y se cebará en los timo vacunados, cono ya viene ocurriendo en los ancianos de las residencias, provocando una espiral sin salida. El genocidio está en marcha y va hacia su culminación. El de los infraseres, del que habla Coto Matamoros, está ya hecho. Unos por obediencia debida, otros por perezosos y no buscar información, otros por el pánico televisivo, otros por llevar años confiando en unos políticos que les han traicionado…Pero son los timos vacunados, infectados por la proteína Spike, los que representan un peligro actualmente.

Pongamos un supuesto. ¿Qué tendríamos que hacer si nos encontráramos en las dichas de Auschwitz y pudiéramos evitar el asesinato en masa? Tendríamos que utilizar la fuerza a nuestro alcance, la violencia legítima, en defensa de los más débiles, y actuar. Es la situación en el momento presente. Sólo hay que ponderar las posibilidades de éxito, pero la situación requiere violencia. Nuestros gobiernos han conspirado y son altamente corruptos, han llegado a la bajeza moral de promover un genocidio contra su propio pueblo, no hay palabras para describir su traición, han perdido toda legitimidad de ejercicio, y han entrado en el supuesto de tiranicidio, por el que su muerte es legítima y deseable.

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En primer lugar, las sociedades desarmadas, deben pasar a la desobediencia civil. El Estado no tiene suficientes lacayos para llevar a la práctica nítidamente totalitarias. Pero para la solución pasa por los derrocamientos de los gobiernos y su sometimiento a justicia sumarísima. En ese sentido, es conveniente que el pueblo se arme, que los no timo vacunados consigan armamento. Las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil y la Policía Nacional han sido inoculados con el veneno de muerte y van a sucumbir; cuando sean conscientes de la suerte que les ha deparado el Gobierno y los partidos políticos en quienes tanto confían y a quien tanto obedecen la ira les consumirá, cuando vean lo que han hecho con sus familias, van a entrar en paroxismo. Habrá llegado el momento de derrocar a los genocidas.