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Carlota Corredera no es la Venus de Milo

Redacción




Yolanda Esfandiari.

Hace años que me entero de las cosas por Internet. Van surgiendo en el muro, sin yo buscarlas, y cuando alguna me llama la atención la contrasto, leo lo que comenta uno y otro, y a veces escribo por no reventar. Siempre me han molestado, por encima de todo, el fanatismo y la estupidez, de modo que tengo ante mí un campo infinito de inspiración. Esta vez se centra en uno de esos titulares que tienes que leer dos veces para estar segura de no equivocarte -¡hay tanto sensacionalismo en los titulares!-, pero éste es de los que evocan otros anteriores, los unen en un todo, y llevan a alguna reflexión relacionada con el fanatismo, o con la estupidez: «Carlota Corredera enseña cuerpazo en bañador», figúrense. Carlota Corredera.
Es una verdad universal que vemos más atractiva a la gente que nos inspira simpatía, y viceversa. No tengo problema en admitir que no puedo soportar a Carlota Corredera, y no por gorda, sino por fanática; y que por tanto no la vería atractiva aunque fuera la Venus de Milo. En cambio entiendo que el titular se mueve por otra de las características que odio: la estupidez, porque decir que presume de cuerpazo solo puede responder a esta manía de ensalzar lo feo para que no se ofendan los acomplejados. Somos tan estúpidos que a fuerza de escuchar alabanzas sobre el cuerpo de Carlota Corredera y ver marcas que anuncian bikinis con modelos XXL terminaremos por retomar el ideal de Rubens. Entre gritarle a Carlota Corredera un «Por ahiiií resopla» y ensalzar su cuerpo hay un abismo de sentido común donde sería más conveniente no dar ese titular, por ejemplo, y correr un velo sobre el defecto en vez de tratarlo de modo que éste pueda servir de choteo general.
En los tiempos en que imperaba la cordura nadie quería estar gordo, ni ser feo. De hecho se creó toda una industria del culto al cuerpo que abarcaba desde el consabido gimnasio y los productos sin azúcar hasta la medicina estética. Excepto quien padezca alguna enfermedad metabólica u hormonal, el gordo lo es porque come mucho y se mueve poco: no tienen más que ver que la solución a la obesidad pasa por implantar un balón gástrico que impide llenar el estómago hasta reventar. ¿Les resulta encomiable, aconsejable o sano dejarse llevar por la estupidez y presentar la gordura como un ideal a seguir? No, ¿verdad? Pues no faltará quien nada más leer este artículo haga de stalker para buscar con qué ponerme a caer de un burro, me llame gordofóbica, misógina o abducida por el sistema de patriarcado: las milongas repetitivas de los tontosdelbote buenistas, progresistas y naturalistas.
Y ahora viene el enlace con otros titulares:  «Andie Mac Dowell y Sarah Jessica Parker deslumbran en la alfombra roja por no ocultar sus canas». Espera uno encontrar la imagen de sofisticación que transmiten algunas señoras con canas preciosas, o algunos señores que están de rechupete con cabello y barba blancos… Pero Andie Mac Dowell y Sarah Jessica Parker parecen, con canas, la versión 2021 de la madre de Norman Bates: dos viejecitas consumidas que lleven muertas al menos tres décadas. ¡La madre que las parió! Personifican el abandono completo de la propia estima, aquél que persiguen las progres rabiosas, porque les pasa como a las monjas, que ninguna vale un duro. Persiguen un mal de muchos, consuelo de tontos para hacer más llevadero lo que ven en el espejo todos los días. Hasta aquí hablamos del fanatismo anti feminidad en que quieren convertir el auténtico feminismo; pasaremos ahora a hablar de la estupidez: aquéllas que leen el titular de las canas y se apuntan a la moda del abandono personal, dejarse pelos en los sábados y las greñas de muerto de Andie Mac Dowell. «Yo es que quiero ser natural»… Pues no lo eres, hija mía. De hecho, vas en contra de lo que es natural desde que el mundo es mundo y se inventaron los afeites para embellecerse. Nefertiti, que tú lo sepas, con todo el artificio que podía llevar encima, era mucho más natural que tú.