Enrique de Diego.
El sistema se inventa los datos, falsea las estadísticas, no se puede uno fiar porque siempre surgen supuestos, más falsos que un Judas de plástico, del grupo de edad en que el sistema está interesado en exterminar. En España, como en todo Occidente, los no timo vacunados estamos entremezclados con los timo vacunados.

Una forma muy sencilla de comprobar los terribles efectos de las timo vacunas es en Israel con los judíos ultra ortodoxos o jaredíes o jasídicos. En el Estado de Israel tienen la tasa más alta de timo vacunación, el 90%, y, sin embargo, tienen altos niveles de contagio, que es debido a que se les ha inoculado la proteína Spike y han generado en sus propios cuerpos la variante que ahora llaman Delta, como avisó el Premio Nobel de Medicina, Luc Montagnier. Pues bien hay un grupo humano compacto, diferenciado en la vestimenta, fácilmente identificable, que vive en sus propios barrios, sin mezclarse: son los judíos ultra ortodoxos.

Habitan en Mea Sarom, Jerusalem, en Bnei Brak, periferia de Tel Aviv y en Modi’in Illit, un asentamiento en Cisjordania. No han cumplido ninguna de las normas de confinamiento, usos de mascarilla. Aquí les vemos apelotonados el 31 de enero de 2021 en el entierro del rabino Meshalam Dovid Soloveitchik, fallecido a los 99 años, no precisamente de Covid. Debería haber habido un súper mega brote y estar todos infectados desde ese momento. No hay noticias que sea así. Ninguna noticia de que haya muerto alguien, de que sea portador de la variante Delta. Luego, si se confirma esta hipótesis, y para ello Rambla Libre está dispuesto a enviar a sus mejores redactores, está meridianamente claro que los judíos han sido infectados por la timo vacuna, como el resto del mundo, y debe cesar la timo vacunación, aislar a los timo vacunados y darles urgentemente un antídoto.