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La corrupta agenda globalista, el sistema educativo y los medios de comunicación degenerados vienen por nuestros hijos

Redacción




Mike Sala

Hace mucho tiempo, por razones que podríamos llamar personales, acabé por detestar el mundo de la moda y la publicidad. Ambos no me parecían otra cosa que disciplinas que tienen no tanto de arte como de manipulación y aleccionamiento.

Durante las últimas décadas he tenido muchas veces una misma conversación con diferentes personas. La moda, y su inseparable hermana la publicidad, buscan influenciar y modificar nuestros hábitos y apreciación de la realidad con el objetivo de vendernos productos que en muchas ocasiones no necesitamos en absoluto, e intentan dirigirnos hacia tendencias que en condiciones normales ni siquiera tendríamos en cuenta. Sobre la moda en concreto, hace al menos treinta años que hice mía aquella frase que dice: “la moda es morirte por ponerte hoy una ropa que el año anterior no te habrías puesto ni muerto”.

Respecto a la publicidad, no se puede negar que los publicistas y sus clientes, las marcas que se anuncian en los medios,  a menudo recurren a las apetencias, pasiones y  bajos comportamientos de la gente para conseguir colocar sus productos ventajosamente en el mercado.

Como no podía ser de otro modo, los anunciantes también se han sumado gustosamente a la corriente de pensamiento que la agenda globalista está imponiendo en todos los órdenes de nuestras vidas desde hace décadas. En este mundo que algunos intentan planificar al detalle, nada sucede por casualidad. Un ejemplo reciente de ello es el multiculturalismo racial con el que el globalismo pretende blanquear la inmigración masiva e ilegal exactamente del mismo modo que los medios de información presentan como crisis humanitaria lo que no deja de ser una invasión en toda regla. Y para que esta inmigración ilegal sea aceptada a la mayor brevedad posible, hasta las agencias de publicidad orientan a los anunciantes a reflejar una realidad que, en España, no deja de ser puramente anecdótica, pero que ofrecen al espectador como si fuese algo cotidiano.

Hace ya un par de años que los distintos canales de TV emiten anuncios de empresas de citas y contactos con llamativos argumentos, como ése en el que aparece un joven africano acunando en sus brazos a un bebe blanco mientras la madre del niño, blanca también, les mira arrobada desde la puerta de la habitación. O el otro anuncio en el que una joven blanca mira sonriente a su cita, en una cafetería, que es un chico con todo el aspecto de ser magrebí. Hace tiempo que esas empresas de citas no incluyen en sus anuncios a una pareja hombre – mujer blancos, que sigue siendo lo más habitual en España. Sin embargo, estos últimos anuncios multirraciales han venido a completar la colección de mensajes que ya estas empresas emitían presentando a parejas de lesbianas conociéndose en esas citas. Fuera de cualquier pensamiento racista, ¿por qué debería extrañarnos este giro en la publicidad dirigida a todos los públicos y en todos los horarios de audiencia, si hasta el mismo papa Francisco declaró no hace mucho que las mujeres europeas deberían valorar la posibilidad de relacionarse y crear familias con inmigrantes africanos?

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Podríamos calificar al pasado siglo XX y lo que llevamos del XXI como la era de la propaganda. Hemos podido ver cómo los medios de comunicación, con la publicidad como ayuda indispensable, han sido herramientas verdaderamente útiles para la manipulación total de la sociedad en todas las naciones. Quienes dirigen la agenda globalista conocen muy bien el poder e influencia de las modas y la publicidad. Y el escenario que han estado preparando durante los últimos 20 – 30 años para presentar su gran obra de desintegración de la familia como base social está ya listo para el estreno de la siguiente etapa del plan. Como siempre sucede, hay aspectos de ese plan que no se pueden presentar abiertamente al público, porque éste los rechazaría de plano. Al público hay que prepararlo antes. Hay que darle pequeñas dosis para que, llegado el momento, acepte la purga final. Se empieza por una situación o un personaje secundario en literatura, películas, series u otros programas de entretenimiento en radio y TV. Se continúa por aumentar la importancia mediática de esos personajes para que bombardeen a sus espectadores y lectores, con no pocas dosis de victimismo, sobre la “normalidad” de lo que ellos son y lo que promueven, y se da el siguiente paso para que el gran público acepte como “natural” aquello que tan solo unos años antes hubiera considerado como aberrante.

En estos últimos años de agenda globalista presente en todos los aspectos de nuestras vidas, uno de los pilares de dicha agenda, el movimiento LGTB, ha dado cabida a otras varias tendencias que, de absolutamente clandestinas, están pasando a ser visibles y, a decir de algunos, incluso deseables. Durante 30 años la pornografía ha invadido a la sociedad desde los medios audiovisuales de un modo creciente e imparable. Internet, canales de televisión, aplicaciones móviles… todo al alcance no solo de adultos; también de niños asediados por insinuaciones sexuales cada vez más abiertas incluso desde series infantiles, porque la agenda globalista, en su estrategia de embrutecer al individuo para poder dominarlo más fácilmente, no solo trata de empobrecerlo y hacerlo funcionalmente analfabeto; también intenta confundirlo y convertirlo en adicto al sexo desde la niñez, ofreciéndole todo un abanico de opciones de muy fácil acceso.

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En esa línea está ahora uno de los operadores de telefonía móvil e internet más importantes de España, que en su última serie de anuncios con una familia como protagonista nos está presentando a una joven, por supuesto con aspecto de adolescente menor de edad, a la que estéticamente presentan de un modo en el que ella sea fácilmente identificable como lesbiana. En el último de los anuncios emitidos en estos días, esta niña lesbiana (puede que la actriz sea mayor de edad, pero el personaje que representa es intencionalmente una menor) besa a otra niña de aspecto aún más infantil ante las cámaras de vigilancia del hogar instaladas por Vodafone, mientras los padres, en el exterior, asisten a la escena con una Tablet, sintiéndose felices porque su niña “ya lo ha dicho”. Ha dicho gráficamente que es lesbiana. La voz del narrador finaliza el anuncio invitando al espectador a contratar los servicios del anunciante para conectarse a “las cosas realmente importantes que pasan en tu hogar”.

Como algunos hemos advertido desde hace muchos años, la agenda globalista viene a por nuestros hijos; los individuos más frágiles e influenciables de nuestras sociedades. Una agenda globalista que ya está afianzando el paso siguiente. Los colectivos que defienden y promueven las relaciones sexuales entre adultos y niños están encontrando cobertura entre otros colectivos más poderosos y  más presentes en la sociedad, como son los movimientos LGTB que aglutinan a todas las tendencias existentes y por inventar que tratan de definirse como “normales”. En ese gran conglomerado de difícil definición, auspiciado desde el poder por partidos políticos, gobiernos, instituciones civiles y religiosas y organismos internacionales, ya se están promoviendo desde hace algunos años ciertos mensajes que defienden ese degenerado y ambiguo lema que reza “el amor es amor” y que acompaña a ciertos logotipos que presentan a un adulto y a un niño tomados de la mano. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se hagan presentes estos mensajes en los medios de comunicación, como soporte a ciertos sistemas educativos que avalan asignaturas de variada índole sexual en colegios de primaria?

Vienen a por nuestros hijos, y nosotros tenemos la responsabilidad de defenderlos contra el sistema educativo y los medios de comunicación corruptos y globalistas.