AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños

Sobre la ingeniería social (19): Un mundo de amos y de esclavos

Redacción




Guillermo Mas. 

 

Build back better: significa algo así como «reconstruye mejor». “Construir” ha sido y es un verbo del gusto de los «arquitectos» masones. New normality: construir una nueva normalidad significa construir un “hombre nuevo”. Para ello es necesario distanciarse del pasado, olvidarlo, y después proceder a sustituirlo. Un paso esencial para ese fin incuestionable que es erradicar a aquel que representa el mundo y los valores con los que se pretende acabar. ¿Es casualidad que los ancianos sean los más perjudicados por el coronavirus? Nos acusarán de “conspiranoicos” por siquiera sugerirlo, sin duda, pero ¿no está la historia llena de conspiraciones? ¿No lo está el mundo entero ahora mismo? Los políticos conspiran para ganar las elecciones; los trabajadores lo hacen para conseguir mejores condiciones laborales; las personas lo hacen para conquistar a sus enamorados, etcétera. Luego sí, las conspiraciones existen y gracias a ellas avanza la historia.

Conspiremos un poco con alguna información: ¿Por qué cambió la OMS, que es el mejor aliado de China hoy en día, como cambió, en 2009, el criterio de lo que establecía una pandemia o no? Da la casualidad de que con la antigua definición, los números del coronavirus no habrían sido suficientes. Esa misma OMS, junto a UNICEF, fue denunciada por la Iglesia Católica en Kenia debido a la esterilización de la población. ¿Qué quiere decir esto? Que quien debería velar por nuestra salud es quien no para de hablar de la necesidad de reducir la población humana del planeta tierra. ¿Los motivos? Como ha dicho el naturalista y responsable de distintos documentales sobre el “cambio climático” David Attenborough, “los humanos son una plaga para la tierra”. Hitler usó el Zyklon B, un producto anti-plagas distribuido por la farmacéutica Bayer, para asesinar a millones de judíos sabedor las connotaciones que la utilización de dicho producto acarreaba: si hablamos de plagas es para justificar que hay que exterminarlas.

El ínclito George Soros ya dijo que esta era “la mayor crisis de mi vida. Incluso antes de la pandemia me había dado cuenta de que estábamos en un momento revolucionario, donde lo que en tiempos normales sería imposible o incluso inconcebible no sólo se había vuelto posible sino, casi con certeza, absolutamente necesario. Y entonces llegó la COVID‑19, que ha alterado por completo las vidas de la gente y exige una conducta muy diferente. Es un hecho inédito que probablemente nunca se dio en esta combinación”. Para añadir: “nunca volveremos al punto donde estábamos”. Sophie Lewis, articulista en Open Democracy, otro organismo mediático financiado por Soros, escribió que “El coronavirus nos enseña que es el momento de abolir la familia”. En otras palabras: van a por todas y no están dispuestos a privarse de nada. Es la “doctrina del Shock”, como ya he explicado en artículos anteriores. Solo que hay algo que Naomi Klein no sabía: que los “Chicago Boys”, aquellos que usaron “el shock chileno” de la mano de Pinochet a favor de sus intereses económicos, recibían ese nombre por haber estudiado con Milton Friedman en la Universidad de Chicago. Lo que Klein no sabía o no cuenta, digo, es que dicha Universidad había sido fundada y era controlada por la familia Rockefeller.

¿Y qué es lo que se pretende con este “shock” que es la pandemia y su gestión más allá de “destruir la familia”mediante el individualismo  y “salvar el clima” eliminando a unos cuantos humanos? A largo plazo y como ha señalado el director de la sede española de “Humanity+” (antes conocida como «Asociación transhumanista mundial»), José Luis Cordero, “la muerte de la muerte”, a la que conciben como otra enfermedad cualquiera, y la implantación universal del transhumanismo mediante la alteración del código genético de ARN, la unión de la realidad virtual y la realidad tradicional, y la hibridación tecnológica de la naturaleza humana. A corto plazo, un mundo sin razas, ni géneros, ni nacionalidades y que elimine cualquier parapeto moral y fáctico posible a dicho propósito transhumanista.

Para hacer posible tal proyecto ha sido necesario imponer un control de las libertades sin precedentes de ambición o de amplitud en la historia. En otras palabras, aterrorizar a la población, distorsionar su percepción de los hechos e implementar técnicas de control mental como las que Klein señaló extraídas del manual de tortura KUBARK de la CIA para el control de la población y probados con todo lujo de detalles en el Centro de Detención de Guantánamo, donde se ha experimentado con los límites mentales de la resistencia humana. Esto ha sido posible gracias a la implantación de una dictadura sanitaria y, antes, de una dictadura climática internacionales que han recibido su justificación mediante una campaña de propaganda sin procedentes en los medios de comunicación de todo el mundo: el sueño de Goebbels. Como explicara Hegel, el poder, toda forma de poder que ha sido, es y será, utiliza el «pan y circo» (Panem et circenses) de por ejemplo Netflix, HBO o Prime Video, entre otros métodos, para mantener entretenida a la población mientras se la esquilma sin paliativos.

No nos engañemos: el mundo está ya en manos de fondos de inversión internacionales como el todopoderoso BlackRock, dirigido por un miembro de la sociedad secreta «Kappa Beta Phi», Larry Fink; pero, también, por otros fondos menos conocidos como The Vanguard Group, State Street Corporation, Fidelity Investments, BlackStone Group, Capital Group Companies, etcétera. Según KontraInfo, “La conclusión resulta obvia: unos pocos grandes inversores interconectados controlan la economía mundial. Quien controla la economía global controla también a buena parte de los gobiernos del mundo, cuya sostenibilidad depende precisamente del resultado de sus proyectos económicos”. Añade El Salto: “No importa dónde se mire o hacia dónde gire la rueda: ya sea la sanidad privada o las residencias de mayores, la vivienda o las grandes tecnológicas, las energéticas o la industria química, las llamadas economías de plataforma o los medios de comunicación. No se puede escapar del poder de los fondos de inversión”. Y según investigó Misión Verdad, “La crisis del Covid-19 presentó la oportunidad perfecta para ejecutar la propuesta en Estados Unidos y, en marzo de 2020, se le otorgó a BlackRock un contrato sin licitación bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica del Coronavirus (Ley CARES, sus siglas en inglés) para desplegar un fondo ilícito de 454 mil millones de dólares establecido por el Tesoro en asociación con la Reserva Federal que podría ser apalancado para proporcionar más de 4 mil millones de dólares en crédito de la Reserva Federal”. Después de un nuevo “Crack del 29” mucho más eficiente que el ensayado previamente en 2008, llega un nuevo “New Deal” actualizado y ya no gestionado por organismos nacionales y públicos, sino internacionales y privados.

El objetivo inmediato de estos grupos es sustituir el dinero físico por dinero digital para fiscalizar mejor los movimientos del ciudadano. Entre tanto, quieren imponer una renta mínima universal como forma de dominación del ciudadano: si haces que la gente dependa económicamente de ti, habrás encontrado la forma de que no puedan rebelarse contra tí cuando tus decisiones les perjudiquen, han debido de pensar sus ideólogos; una forma de comprar los votos y de comprar los silencios de millones de mantenidos. Pero ese es solo el medio, porque el fin es otro: “No tendrás nada y serás feliz”, reza el principio fundamental de la Agenda 2030, la obra maestra de las élites globalistas en su macroproyecto de Ingeniería Social. Y ya empiezan a controlar el imaginario popular para que encaje en ese esquema: en 2021 ha ganado el Óscar a mejor cinta Nomadland, película basada en el acontecimiento real de un grupo de gente que vive errante y sin propiedad privada —“No soy un vagabundo. Solo estoy sin casa. No es lo mismo, ¿verdad?”, se dice en la película—; mientras que en España el libro de Beatriz Montañez Niadela, sobre un estilo de vida “alternativo”, con “150 euros al mes”, sin apenas propiedades y en contacto con la naturaleza, se ha convertido en best-seller.

El escritor Frank G. Rubio apunta a una dirección masónica tanto a nivel internacional como nacional: “Zapatero, Rajoy y Sánchez han llegado al poder gracias a intervenciones y manipulaciones tanto de la opinión pública como de carácter jurídico y político sistemáticas”. Algo que vendría ocurriendo en España desde la “Constitución del 78” donde, según Frank G. Rubio, todos los firmantes eran masones. En un plano internacional, podemos encontrar una similitud entre la indefinición de términos como “sostenibilidad climática” con la de “fraternidad universal”, entre otros. Vamos hacia un superEstado globalista. Según el politólogo Esteban Vidal, «tanto marxismo como liberalismo requieren del Estado«. Como ha analizado Félix Rodrigo Mora, «el marxismo solo es un capitalismo de Estado«; mientras que «el liberalismo es un capitalismo de mercado«. Pero es el capitalismo lo que se da en ambos casos.

Fue el liberal Hayek quien mejor analizó hace décadas el “constructivismo” como proyecto de ingeniería social destinado a la implementación de unas finalidades definidas previamente y que no es más que la aplicación del cientificismo positivista a lo social, donde encaja bien el malthusianismo de nuestras élites. Según Hayek, todo lo que sea dirigir o planificar en lo social es una forma de totalitarismo en su más alto grado. Quizás nadie como Thoreau ha sabido anticipar lo que estamos viviendo todos nosotros en primera persona estos días: “Tengo la impresión de que, de algún modo, el Estado ha interferido fatalmente en mis legítimas ocupaciones” (Desobediencia civil y otros escritos). Así ha sido, así es y así será cada vez más. La libre voluntad del individuo, la libertad del grupo, la democracia común, la solidez de las instituciones religiosas y la soberanía de las naciones son los grandes enemigos del proyecto globalista. Para ello, han deslegitimado conceptos como el de «libertad» o figuras jurídicas como son los «derechos» con definiciones falsas y estrambóticas o legislando hasta en el más mínimo recoveco de la vida privada de las personas.

Los Estados-Nación o Estados nacionales han sido vaciados hasta resultar como cáscaras sin contenido ni peso político internacional. En su lugar se ha creado durante décadas un Estado Profundo en buena medida invisible y un Estado Mundial bastante más visible pero aún así poco aireado públicamente. Ello ha sido posible gracias a una Sanidad Global, una Economía Global, unos Objetivos Globales y unos Dirigentes Globales que todos conocemos (Agenda 2030, Foro de Davos, Bill Gates, etcétera) actuando conjuntamente. Gracias a su acción ha sido posible alcanzar una homogeneización cultural de la población mundial, una igualación reduccionista, con las mismas normas para todos y una incuestionable unidad en su estricto cumplimiento a nivel mundial.

Unos y otros olvidan, con todo, una cuestión esencial: el problema central de nuestro tiempo no es de buena o mala calidad científica, sino de libertad ante un negro panorama de rampante restricción de derechos y libertades. Es decir, que el individuo tenga la posibilidad de decidir, de decir «sí» o «no» sin coacción, sobre sus elecciones particulares y según su voluntad. De acuerdo o no con lo que diga la ciencia o su porquero” (Fernando R. Genovés). El mismo Fernando R. Genovés, autor de El virus enmascarado, ha creado una muy precisa terminología relativa a la pandemia: habla de un “totalitarismo pandémico” de dominación del “aldeano covidiano” a través de un “plan de dominación global” establecido por un “Mando Único” que no es sino una “oligarquía estratégicamente situada”. Impecable.

En este nuevo Sistema, los refractarios que hayan optado por desobedecer, por no creer la versión oficial y por expresarlo o por no vacunarse carecerán de derechos como el de viajar y trabajar y serán amenazados con las multas, la cárcel, la pobreza y la muerte. Al tiempo, si no me creen. En lo político, las democracias serán convertidas en pantomimas que, como ya hemos visto, podrán ser suspendidas temporalmente en pos de una “dictadura sanitaria” o de una “dictadura climática” que nadie haya votado en unas elecciones. Y cuando se pueda votar y los resultados no gusten a las élites, como ocurrió con el Brexit en Gran Bretaña, el Plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia de 2016, o la victoria de Donald Trump en las elecciones, asistiremos a falseamientos electorales o, como ocurrió en el Referéndum griego de 2015, a cómo, a pesar de que la mayoría de la población decidió rechazar las reformas económicas impulsadas por el BCE, el FMI o la UE, estas terminaron aplicándose igualmente por la deslealtad de unos poderes políticos vendidos tiempo atrás a los grandes intereses económicos. 

La nueva realidad ha construido un mundo de dialéctica hegeliano-marxista de unos pocos amos y de muchos esclavos, dominado por un “Despotismo Ilustrado” que vuelve a postular “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, como hiciera siglos atrás. Marguerite Yourcenar se inspiró en una frase de Flaubert para escribir su novela Memorias de Adriano: “Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”. Quienes nos dominan hoy son poderosos en el mundo terrenal, no en el espiritual. Su poder es efímero. Y la forma en que debemos combatirles debe ser terrenal, sí, pero sobre todo nuestra más íntima resistencia debe ser espiritual y debe estar basada en aquello que es inmarcesible. Sin embargo, hasta que llegue el momento de nuestra victoria a través de la Verdad y de la redención, seguiremos viviendo este momento obscuro de soledad.

Sigan leyendo el próximo artículo, que pondrá fin a esta serie