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Lee aquí un extracto de El virus del liberalismo, el nuevo libro de Carlos X. Blanco

Carlos X. Blanco




Este virus, auténtico parásito cultural, no posee vida propia. Su actividad semejante a la vida, pues toda ella es depredación y reproducción, carece no obstante de motor propio. Es una actividad que destruye aquello en donde se aloja.

El virus del liberalismo hizo su aparición en medio del orbe cristiano, ese orbe que después se llamó Europa. El virus promovió y, a la vez, obtuvo ventajas de la disolución de la comunidad tradicional. Ésta comunidad era, en realidad, un complejo organismo en donde el trabajo y su heterogeneidad se veían protegidos. Las propias profesiones se au-to-regulaban y se establecían los debidos procedimientos contra la chapuza, el intrusismo y la falta de mérito. Las comunas rurales o urbanas protegían a los pobres y creaban, bajo redes tupidas y sólidas, un “estado asistencial” que luego el liberalismo, como haría con los gremios, barrería del mapa.

Los reyes anteriores al virus no eran absolutos, pues el Rey de Reyes, aquí en la Tierra, un emperador, y allá en el Cielo, el propio Dios Padre, pediría cuentas y clamaría justicia. Los reyes no eran absolutos, pues el Pueblo y la Iglesia eran entidades de derecho propio, que sabían y podían detectar tiranos y, llegado el caso, resistirse a ellos. Asambleas y sínodos, jerarquías y cuerpos intermedios, principios de subsidiariedad y derecho natural protegían al hombre de cualesquiera reduccionismos. Protegían a la persona del virus liberal.

(…)

Pero el katehon enflaquece a partir de la derrota de los Austrias españoles y de la Iglesia combatiente. A Europa le entra un virus. Todo virus es parasitario, destructivo, simula la vida y no es verdadera vida. El virus del liberalismo fue tan catastrófico y letal como el virus Covid-19, o más. Al infectar a las sociedades europeas, ya en los inicios mismos de la llamada “Modernidad”, millones de personas perecieron, preciosos monumentos de la Civilización Cristiana, como el propio concepto de “persona” y “caridad”, sucumbieron. Este virus ejerció la clara misión “separadora” que la tradición asigna al diablo. Hermanos de sangre, como Caín y Abel, llegaron al asesinato por el vil oro. Las guerras de sectas, perdida la Unidad Católica, regaron de sangre nuestra Europa (aunque la Península Ibérica, protegida desde lo Alto, conservó esa Unidad y, por ende, esa paz interna). Y mientras Europa se desangraba en los siglos XVI y XVII por obra de los sectarios, los turcos avanzaban sobre Viena.

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Mientras los capitalistas efectuaban su “acumulación originaria” (Marx) y las “leyes de pobres” se abolían (Polanyi), el virus no hizo sino extenderse, no pudo sino circular sin freno. El individualismo rebelde y hereje que la falsa teología difundió en la Europa del norte y del centro mutó muy pronto en un individualismo ético, económico, político. Quedó abolida la verdadera caridad, esto es, el amor al otro que consiste en verle como parte de la propia sangre y como aspecto de una misma comunidad orgánica ética. Ésta se disolvió por obra de una ideología que, al igual que todas, se formó como detritus procedente de lejanas filosofías. El empirismo y liberalismo fundante de un Locke no suponen sino un empobrecimiento de la lejana escolástica nominalista, ya de por sí decadente, una adaptación de ésta a un creciente materialismo mecanicista, para el cual el hombre es, en potencia, mercancía, un bruto sin alma cuyo valor económico ha de realizarse.

(…)

La Civilización que creó el concepto de persona, sujeto libre de derechos, y el más fino y ajustado concepto de propiedad privada, como extensión de la propia persona y nunca ajeno a la responsabilidad comunitaria, es también la Civilización que ha optado por el suicidio. Se ha expuesto al virus del liberalismo, entronizando la Economía por encima de la Política, pero la Economía meramente crematística, el afán de lucro a costa de los seculares fundamentos de su existencia: la propia noción de persona y la propia noción de propiedad privada. El neo-liberalismo que asoma sus garras hoy en este negro horizonte es un virus ideológico que no se conforma con colonizar y esclavizar naciones enteras, deteriorar el medio ambiente, anular la existencia religiosa y nacional de las masas. El neo-liberalismo es un virus que ataca directamente a la persona. Para ese afán de lucro, ya sobra la propia noción de “persona”. Es una noción prescindible.

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Carlos X. Blanco: El virus del liberalismo: Un virus recorre el mundo. Letras Inquietas (Mayo de 2021)

NOTA: Este artículo es un extracto de la introducción del libro

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