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José Antonio Bielsa Arbiol: «El NOM quiere lograr en 2045 la inmortalidad de los más ricos»

Rubén Martínez




El historiador, filósofo y ensayista aragonés José Antonio Bielsa Arbiol acaba de presentar su nuevo libro que ha recibido el título de Avatar 2045: Atrapados en la granja tecnotrónica y publicado por la editorial Letras Inquietas. A lo largo de sus páginas, el autor desgrana Avatar 2045, el último proyecto del Nuevo Orden Mundial.

Tal y como adelanta Bielsa Arbiol, se trata de una iniciativa «en el campo de la extensión de la vida, que sigue paso a paso la hoja de ruta establecida (ya por la segunda de sus cuatro fases), al tiempo que la humanidad se abisma en un ELE (Evento de Nivel de Extinción) desencadenado por el dispositivo biológico Covid-19 y sus apéndices geopolíticos».

¿Qué es el proyecto Avatar 2045 y por qué la necesidad de publicar un libro al respecto?

Este proyecto supone muchas cosas, a cual más peligrosa. Pero en un plano de comprensión superficial, se trataría de transferir la personalidad de alguien próximo a la muerte a un nuevo portador artificial. Propiamente hablando, estamos ante una ideología futurista, gnóstico-iluminista y luciferina, que aspiraría así a alcanzar la inmortalidad de las conciencias personales gracias a un soporte cibernético, recurriendo para ello a humanoides y avatares holográficos, al tiempo que por otra parte implica la mayor aberración antropológica conocida desde los tiempos de la Comisión para la Inmortalización de los soviéticos o, más recientemente, los desvaríos de la criogenización. Sobre la pertinencia del libro, puede decirse que sí hacía falta éste como complemento al previo Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad, publicado por la misma editorial, y por cierto con muy similar diseño de portada. Creemos haber llenado una parcela ausente hasta hoy en lengua española; con mayor o menor acierto, ésa es otra cuestión.

¿Quién o quiénes están detrás de este proyecto? ¿Qué instituciones públicas o empresas privadas lo financian?

De dar algún nombre tendremos forzosamente que mencionar el de Dmitry Itskov, un multimillonario ruso que pasa por ser el padre del invento, y que en pocas palabras puede definirse como el rostro humano del capital privado que labora para el Gran capital, subyacente a esta empresa como a otras de parecido tenor y todavía menos conocidas. Es difícil aventurar con precisión la lista de los inversores privados (pese a que se han ido filtrando varios nombres), aunque se sabe que una copiosa relación de las grandes fortunas del planeta (los de la lista Forbes, para entendernos), andan interesados en este asunto. Más preocupante es el vínculo del proyecto con las instituciones públicas, pero es un hecho que los grandes contubernios de poder discreto no le hacen asco a este tipo de maquinaciones: no olvidemos tampoco que el pasado 16 de febrero de 2017, el Parlamento europeo recomendó la creación de un estatuto jurídico específico para los robots, lo cual ya es bastante indicador de «algo», no precisamente tranquilizador.

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Señalas que actualmente nos encontramos en la fase B del proyecto. Grosso modo, ¿cuántas fases son?

Son cuatro fases, a lustro por fase, y a culminarse todo en 2045, con las ceremonias orgiásticas del culminado Nuevo Orden Mundial celebrándose por todo lo alto. Como bien dices, estamos en la segunda fase, que es realmente crucial, pues ésta tratará de alcanzar el éxito (y nunca mejor dicho) trasplantando un cerebro humano vivo e insertándolo en un ente robótico que lo mantendría con vida más allá de su propio cuerpo… Es de presuponer que los candidatos para tal operación sean ancianos millonarios en sus últimos momentos con ambiciones de perpetuarse más allá. Se espera que hacia 2025 o así está operación crucial de la segunda fase sea finiquitada con éxito.

¿Es factible a medio plazo la creación del primer transhumano?

¿Debería serlo? Lo que realmente me produce escalofríos es imaginar hasta qué punto de no retorno podría llegar esta élite siniestra si nada ni nadie pone freno a sus descabelladas ocurrencias. No estamos hablando de una película de ciencia-ficción barata, ni siquiera de una utopía buenista y resiliente teñida de verde y morado, como gustan al Nuevo Orden y sus sinarcas estas cosas: estamos hablando realmente de la destrucción de una concepción antropológica que comienza a tambalearse desde hace cinco décadas, y que hoy por hoy se encuentra «a punto de caramelo», como diría un maestro pastelero.

¿Existe alguna relación entre el proyecto Avatar 2045 y otros proyectos globalistas como la Agenda 2030?

Indudablemente sí, hasta el punto de que el uno no se puede concebir sin la otra, mera extensión de aquél. Vamos camino del mismísimo infierno en la Tierra. Lo que se haga ahora tendrá repercusiones traumáticas para las futuras generaciones, si es que se les permite llegar a existir…

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¿Qué implicaciones humanas, religiosas, morales y filosóficas presenta el transhumanismo?

Esas implicaciones son muchas, aunque también resulten obvias, empezando por la consabida deificación del hombre-dios (el famoso «Homo Deus») de la biotecnociencia terminal, que se está cociendo en los fogones de la Élite del conocimiento. Y es que conforme los humanoides del abismo se vayan abriendo camino en la carrera por la vida resiliente, sostenible, ecofeminista y virtual, los oligarcas creadores de significado irán proyectando los virajes que sacudirán nuestra estructura antropológica hasta hacerla añicos… Y todo ello en nombre de un falso consenso, «por bien de la democracia», como acostumbran decir sus voceros.

¿Supone este proyecto la creación de un nuevo credo radicalmente cientifista y pseudoteológico?

Así es: comporta una nueva definición del Ser, estrictamente teológica, y bien podría describirse como una «nueva» tecno-seudo-religión que funda sus principios en las tesis del pensamiento condorcetiano (s. XVIII) y su idea de la «humanidad infinitamente perfeccionable»; de aquí que su presunta «novedad» no sea tal. A todo esto, el 22 de febrero de 2011 se puso en circulación su «catecismo-manifiesto», donde aparece expuesto su credo salvífico y su consiguiente declaración de intenciones: «Creemos que el mundo necesita un paradigma ideológico diferente», afirman.

¿Es, en definitiva, la liquidación de Dios el gran objetivo por el que fue concebido el proyecto Avatar 2045?

Puesto que «liquidar» a Dios es pretensión que está fuera del alcance de esta siniestra organización, no olvidaremos sin embargo su blasfema prepotencia y terquedad; no me cabe la menor duda de que en su fuero interno ésa sería su ambición última (!): «liquidar» a Dios para ser «dioses» (?). Algo de humildad no les iría mal a estos sofísticos chatarreros de la alta tecnología. Tiempo al tiempo, la propia obsolescencia de su sofisticada cacharrería delatará su patética condición de hijos del nefasto siglo que nos tocó sufrir.

José Antonio Bielsa Arbiol: Avatar 2045: Atrapados en la granja tecnotrónica. Letras Inquietas (Mayo de 2045)

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