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Sobre la ingeniería social (11): Keynesianismo y Socialdemocracia

Redacción




Guillermo Mas. 

 

Tal y como Galton, su fundador, plantea la eugenesia, esta podría ser un sustituto de la religión, en la línea de Auguste Comte y su religión laica. Todos aquellos que desde muy distintos puntos abogan por ella (bajo eufemismos), son miembros de dicha religión. ¿Por qué no ideología? Porque como dijo Juan Donoso Cortés, “en toda cuestión política va siempre envuelta una cuestión teológica”. Sin embargo, el nivel intelectual de estos filántropos plutócratas que componen la élite del mundo es bastante bajo. Sus frases pretendidamente iluminadoras son, o bien auténticas perogrulladas, o bien imbecilidades dignas del peor couch. Por el contrario, ellos se creen muy brillantes, y no solo eso, sino capaces también de absolver al resto de la humanidad de sus múltiples pecados. Y siempre existirá una caterva de miserables dispuestos a esculpir sus ampulosas palabras en mármol por un puñado de dólares: se trata de la «supresión de la conciencia ante los dictados de la autoridad«, incluso si se causa daño al prójimo, y a veces justamente por ello, como estudiaron brillantemente Stanley Milgram desde la psicología o Hannah Arendt desde la filosofía: «la banalidad del mal«.

Se ha escrito mucho sobre las influencias malthusianas sobre la ONU y su máximo financiador, Bill Gates, entregados ambos al catastrofismo; sería un error pensar que se trata solo de un caso aislado. Karl Pearson estudió la eugenesia desde un punto de vista biométrico y desarrolló la estadística matemática que quiso usar para evitar “los nacimientos de pobres”. Se empezó a emplear legalmente en los EEUU en 1907 y continuó hasta el auge de un Hitler que estaba financiado por numerosos empresarios norteamericanos, entre ellos Joseph Kennedy; su hijo, John Fitzgerald Kennedy, futuro Presidente de los EEUU, dejó escrito en sus diarios: “Se puede entender fácilmente cómo dentro de unos años Hitler surgirá del odio que le rodea ahora como una de las figuras más significativas que jamás haya vivido”. Todavía en el reciente gobierno peruano de Fujimori durante la década de los 90, se usó la eugenesia para esterilizar a miles de mujeres indígenas. El salario mínimo fue empleado como mecanismo de eugenesia en el pasado. Así, Sidney Webb, socialista convencido, escribió en La teoría económica del salario mínimo (1912): “Los no susceptibles a ser empleados, para ser honestos, no pueden bajo ninguna circunstancia ganarse la vida. Lo que debemos hacer con ellos es velar para que la menor cantidad de ellos se reproduzca”. Royal Meeker, Ministro de Trabajo del masón y creador de “La liga de las naciones” Woodrow Wilson, escribió: “Es mejor que el estado apoye totalmente la ineficiencia y prevenga la multiplicación de sus crías, a que subsidie la incompetencia y el despilfarro permitiéndoles engendrar a más de los de su calaña”. Expulsar del mercado laboral a aquellos que se quiere marginar es otra forma de evitar que se reproduzcan.

Entre 1935 y 1996 en Suecia se estuvieron aplicando medidas de “higiene social y racial” de forma planificada. Coincidiendo en el tiempo con la teorías sociales de la “Escuela de Frankfurt” en filosofía, el partido socialdemócrata sueco se alejó del marxismo clásico —algo que, poco a poco, se iría extendiendo por todo el mundo— en un proyecto dirigido por el Premio Nobel de Economía y de la Paz Alva Myrdal. Los principios de dicha revolución demográfica aparecieron compilados en el libro La cuestión de la crisis de la población de 1934. Junto a su marido Gunnar, a la sazón Ministro de Comercio, se erigieron en “arquitectos” —término de connotaciones masónicas evidentes— de una sociedad nueva para un tiempo nuevo. Olof Palme sería el gran continuador de este triunfo de la “socialdemocracia” europea, aunque de alguna forma trataría también de denunciarlo.

Ese mismo modelo sueco de Myrdal lo quiso extrapolar a los EEUU el periodista Marquis Childs con su libro Suecia: el camino intermedio, escrito en 1936. Este modelo mereció la admiración de Winston Churchill o del propio Francis Delano Roosevelt, que quiso convertirlo en su modelo para el “New Deal” norteamericano que todos los keynesianos proponen como modelo económico.

Autores cercanos al socialismo como H.G. Wells o George Bernard Shaw apoyaron ideas eugenistas. Pero fue el economista Keynes, presidente de la “Liga Malthusiana” y vicepresidente de “La sociedad británica de la eugenesia”, uno de los que más escribió sobre el control de la natalidad: “La gran transición en la historia humana empezará cuando el hombre civilizado se atreva a asumir el control consciente en sus propias manos, lejos del ciego instinto de la mera supervivencia predominante”. A pesar de la muy buena prensa del keynesianismo hoy, cabe recordar cuál era la primera prioridad de su fundador: “No hay objeto más importante de la política estatal deliberada que asegurar un presupuesto equilibrado de la población”. Y en ello sigue la socialdemocracia hoy: manteniendo sus aspiraciones marxistas de «igualdad» y de destrucción de la propiedad privada («no tendrás nada»), al tiempo que cómodamente instalados en el capitalismo de Estado más burgués, desde donde practican la consabida ingeniería social con la que pretenden alterar el destino de los hombres. No hay más que leer los objetivos de la Agenda 2030 o las medidas del «Plan Sánchez 2050» del PSOE para darse cuenta de sus objetivos.

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