Enrique de Diego.
El presente vídeo corresponde a la Doctora mejicana Karina Acevedo, un cerebrito con multitud de títulos, alguno por Cambrige, y es muy clarificador, muy interesante y muy ilustrativo. Algunos datos que incluye: el índice de mortalidad del COVID es el 0,23, la media de edad de los fallecidos es 84,2, los muertos por coronavirus fueron en 2020 1,88 millones, por cáncer 10 millones, por tuberculosis 1,6 millones. El paisaje que dibuja para «estas» vacunas, a las que unos gobiernos en pánico han concedido licencia para matar -la vacuna Pfizer ya ha causado 173 muertes, que se dice pronto, y no se ha informado, sea dicho de paso-, que utilizan principios que sus autores indican en publicaciones que no se deben utilizar, que son muy peligrosos, es catastrófico: «para volver a la normalidad» poblaciones aterradas aceptan vacunas mal investigadas en las «la Navidad llegó antes para la farmacéuticas» con un futuro «potencialmente desastroso» de modo que «habrá más casos de COVI y la solución será otra vacuna». Ya Pfizer dice que se precisa una tercera dosis de refuerzo. El negocio eterno. Vean el vídeo entero, no tiene desperdicio. Lo explica muy bien, muy pedagógicamente, es una clase para alumnos de Medicina. Y extraigan sus conclusiones, la mía es…
que hay que cambiar la mentalidad. Todo el mundo que conozco tiene pensado no vacunarse como si fuera un disidente, que va a ser perseguido. Un correo electrónico de un amigo: «En mi familia no nos hemos vacunado ninguno. Y no tenemos ninguna intención de hacerlo. Si tan buenas son, que se las meta todas Begoño a Sánchez por el culo». Está mi twitter convertido en un fenómeno desde que, a raíz de ver a la Catedrática María José Martínez Albarracín, de Médicos por la Verdad. en el programa de El Toro TV, de Fernando Paz, puse el tuit: «YO NO ME VACUNARÉ». De pronto han sido cientos y miles los que, empezando a seguirme, han manifestado la misma intención firme.
No vacunarse no debe ser entendido como una forma de disidencia, sino como un acto revolucionario de ciudadanía. Es un acto contra las farmacéuticas y contra los gobiernos, que los puede hacer temblar, un acto transversal y generador que se rebele contra los políticos de todos los partidos y de un todo sistema que no nos representa, y ha tenido la osadía, por consenso, de confinarnos y ahora pretende atentar contra nuestra salud consiguiendo de paso nuestra sumisión. Es la lucha revolucionaria de la verdad frente a la mentira oficial, de los medios de comunicación, de las élites globalistas, de los partidos sumisos. Es un acto de una fuerza ética extraordinaria. Pues decimos: hasta aquí hemos llegado, basta ya, por ahí no paso, y en ese gesto de insumisión y de libertad se resume toda la oposición al expolio de las clases medias, de la falta de separación de poderes, de la ausencia de democracia, trucada por una farsa de enriquecimiento, de la falta de representación. Es un acto revolucionario que se debe mostrar con orgullo. Es la nueva revolución de nuestros días y está en marcha. ¿Te apuntas? Te va la vida.