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La obsesión de Perico J y Cruz Sánchez contra Enrique de Diego

Redacción




Luis Bru.

Ha pasado el 11 de marzo y no hubo nada. Pedro J no ha dado la matraca criminal con Jamal Zougam, ni sus seguidores, en desbandada, no esperan que descubra nada porque siempre mintió como un cochino. Ahora dirige un digital insustancial en el que se publican noticias como que «las mujeres gobernaron el sureste de la Península hace 4.000 años», que tanto ponen a Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta de la cloaca periodística en que ha devenido El Español. El reconocimiento de Cruz, sin méritos que la avalen, y con el despacho prácticamente inactivo, el 8 M por la Comunidad de Madrid a instancias de Ignacio PaniAguado era la pieza del puzzle para situar a Cruz Sánchez de Lara, y a Pedro J Ramírez, el vetusto calzonazos, como los autores intelectuales de la querella contra Enrique de Diego, que representa un ataque gravísimo a la libertad de expresión y sitúa a Ignacio PaniAguado como un peligroso liberticida. La obsesión malograda por meter en la cárcel a Enrique de Diego se percibe de igual modo en la delirante querella presentada por una tal Isabel López de la Torre -se presenta en redes sociales como amiga íntima de Cruz Sánchez de Lara- sobreseída, en la que solicitaba 2 años de cárcel y 200.000 euros. Cruz Sánchez de Lara es de esas personas, que al decir de Francisco Javier Gómez de Liaño, «se levanta todas las mañanas pensando en con quien se querella».

Fracasado Perico J en El Español -nunca un nombre había sido tan vilipendiado, ni caído en manos de un hortera-, fracasado como asesor de Ciudadanos, sin ningún nombramiento, Pedro J es el autor intelectual de la zarabanda montada con la moción de censura en Murcia, donde ni un solo voto a Ciudadanos fue para que pactara con el PSOE ni mucho menos con Podemos, y con Bildu, en cascada la non nata de Madrid y la disfuncional de Castilla y León.  El entreguismo lacayo al PSOE. Darse de baja como suscriptor de El Español es lo mínimo, en defensa de la libertad de expresión, de la decencia y la dignidad, porque la cursilada del león ha degenerado en un felpudo.