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Javier García Isac: Síndrome de Estocolmo ante la restricción de libertades del confinamiento

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

España padece un permanente ataque de amnesia colectiva. Olvidamos con suma facilidad a los culpables directos de la situación que atravesamos, asumimos pecados y culpas que no hemos cometido y por tanto no nos corresponden y exoneramos y liberamos de toda responsabilidad a todos aquellos cuyo comportamiento criminal y negligente nos conduce de forma directa e inexorable a nuestra propia destrucción y desaparición. Hemos asumido un relato falso, de la misma manera que asumimos nuestra culpa en algo que no hemos hecho. El ataque de amnesia nos ha conducido a padecer un síndrome de “Estocolmo” en fase aguda, síndrome que te hace simpatizar y comprender los motivos de tu “secuestro”, hasta tal punto, que uno se acaba convirtiéndose en secuestrador y aceptando que todos los males que padece son culpa exclusivamente nuestra y no de aquellos que nos mantienen retenidos, hasta tal punto, que nos parece poco la pena, el dolor y el daño que nos imponen, llegándonos a creer que lo hacen por nuestro bien y nuestra felicidad futura. Consideramos insuficiente las limitaciones a nuestra libertad de movimiento, reunión o incluso de pensamiento, que ahora pedimos a gritos medidas más severas que incluyan nuestro arresto domiciliario. Una sociedad de esclavos que comprende los motivos de su esclavitud, los motivos por los que debe obedecer a su amo.

Todos conocemos la “afición” de Partido Popular de cambiar de estrategia, creencias, postulados y propuestas, en función de encuestas de opinión, intenciones de voto o estudios demoscópicos. El Partido Popular es el colaborador, es la coartada que este gobierno necesitaba, para descargarle de toda responsabilidad y culpa de ruina a la que nos ha conducido. Es el mayor valedor del gobierno de Pedro Sánchez y su cuadrilla de incompetentes. Les blanquea y les pide medidas más restrictivas para la ciudadanía, como si las impuestas hasta el momento hubieran sido pocas y hubieran servido para algo. El confinamiento es la constatación de un fracaso. Según sus propias estadísticas, más contagiados, más muertos y más ruina, y sin embargo, nos presentan la limitación de nuestra libertad, como única solución, después de saber que este tipo de medidas no han servido absolutamente para nada, después de su comprobada ineficacia, se sigue ahondando en el error y no buscando soluciones reales a problemas concretos. Una sociedad lobotomizada, pastueña, aborregada e infantilizada, acaba por aceptar con normalidad su destino e implora y suplica a las elites, a la clase dirigente, penas más severas para expiar su pecado, un pecado que jamás cometieron, pero que ahora asumen como propio. Un reciente estudio afirma que el 61% de la población española debería seguir el ejemplo de Francia y establecer el toque de queda a las seis de la tarde, otro nos dice que la mayoría de los ciudadanos españoles, considera necesario un confinamiento riguroso y severo. La sociedad española, lejos de buscar a los culpables de la negligencia, se culpabiliza así misma. Los partidos políticos con responsabilidades de gobierno, ya sea a nivel nacional, autonómico y local, han contribuido a fomentar el miedo en la sociedad, a atemorizarlos como excusa para eludir sus propias responsabilidades, a generar esa opinión que hace que la sociedad española asuma su condición de borregos silenciosos, liberando a los verdaderos culpables. El Partido Popular, es cómplice de la ruina moral, económica y social que atraviesa este país. Lejos de dar la batalla cultural, se sube al carro de la corrección política. Inexistentes comités de expertos han extendido el mantra de que lo mejor es quedarse en casa para no extender un virus que se propaga con excesiva facilidad, condenando a la ruina y la miseria a un país entero. Un virus que en la mayoría de las ocasiones, presenta una sintomatología leve. Se debe confinar a los enfermos, se debe proteger a la población de riesgo, pero no podemos aceptar con normalidad, el encarcelamiento de un país entero. Hablan de un confinamiento duro “de entre uno y dos meses para atajar el descontrol”. Tuvimos uno de tres meses, y no sirvió para nada. Seguimos sin querer ver que la pandemia más peligrosa son ellos, el gobierno y sus blanqueadores, que como el Partido Popular, aboga por la normalización del encierro y la limitación de nuestra libertad.