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Carlos X. Blanco: «Si España da la espalda a Hispanoamérica, se balcanizará irremediablemente»

Rubén Martínez




El profesor y doctor en Filosofía Carlos X. Blanco ha coordinado El Imperio y la Hispanidad, una obra colectiva publicada por el sello editorial Letras Inquietas y formada por una cuidada colección de ensayos a cargo de Ernesto Ladrón de Guevara, Antonio Moreno Ruiz, Eduard Alcántara, José Antonio Bielsa Arbiol, José Francisco Rodríguez Queiruga y Alberto Buela.

Rambla Libre: El Imperio y la Hispanidad. ¿Términos antagónicos o complementarios?

Carlos X. Blanco: Absolutamente complementarios. La noción de Imperio (Imperium)  que nace en Roma es, ante todo, de índole espiritual y luego, bajo circunstancias históricas concretas, se materializa según diversas formas y la encarnan y sostienen pueblos y razas distintas.

Debe quedar claro que no es lo mismo Imperio e imperialismo. Imperio significa orden y autoridad y posee fundamentos sagrados y civilizadores. La existencia de un Imperio es siempre la existencia de un “Centro” sacralizado desde donde se irradia ley, justicia, orden y civilización. En los márgenes de ese Centro, se agita todavía el desorden, el caos, la barbarie, el “estado de naturaleza”. Esa misión civilizadora parte siempre de una fuente sacra, y el emperador, más allá de un poder político-militar efectivo, es la cabeza que se sienta en ese centro y arbitra, legisla, ampara, ordena… Representa la divinidad en la tierra.

Otra cosa es el “imperialismo”, vale decir, la depredación, la rapiña, convertir a pueblos y razas enteras en esclavos colectivos de una potencia. España, como Roma, fue Imperio (sin excluir la verdad y sin caer en una leyenda “rosa”, pues también caídas de nivel moral y episodios de “imperialismo”). En cambio, Inglaterra, Holanda, Francia y los E.E.U.U. sólo conocieron imperialismo.

A pesar de las trapacerías típicas de los Borbones, España fue, sobre todo al llegar a las Américas, un Imperio –antes y más allá que una nación- en donde se hermanaron pueblos y razas y territorios bajo un mismo Ordo, y una misma Fides. Un mismo orden (político-jurídico) y una idéntica fe (católica), hablando una misma lengua: eso fue la Hispanidad, el resultado de una misión, a saber, civilizar y unir el mundo.

Los españoles, como ningún otro pueblo, se embarcaron a sí mismos en esa misión espiritual: rehacer Roma. La “Nueva Roma” es, en realidad, una prolongación y restauración de la Antigua Roma, que nunca cayó del todo, pese a la deposición de Rómulo Augústulo en 476. La Nueva Roma resistente la tenemos viva y vigente durante toda la Edad Media en el Imperio Bizantino que, a su vez, al caer en poder de los turcos en el siglo XV se traslada al Imperio Ruso, la Tercera Roma, si la de Bizancio fue la Segunda.

Pero también una “Nueva Roma” fue la de Carlomagno, la restauración del Imperio de Occidente, la unión de germanos, celtas y latinos, preludio del Sacro Imperio Romano Germánico.

Y también una idea de Imperium estuvo presente en los reinos cristianos españoles que resistieron al Islam desde 718 hasta 1492. En concreto, el Imperium en el sentido espiritual netamente hispánico tuvo su nacimiento en la Monarquía Asturiana (ahí están las Crónicas y los símbolos adoptados por los asturianos para corroborarlo) y de forma absolutamente explícita en el Reino de León, que es el mismo Estado de las Asturias pero con su Corte trasladada un poco más al sur, en la ciudad de León, sin que Oviedo perdiera su dignidad regia. Los monarcas astur-leoneses que se coronaron y se hicieron llamar “emperadores” lo hicieron de manera muy consciente y muy simbólica. Con autonomía notable respecto a Bizancio y el Sacro Imperio, ellos se vieron a sí mismos como recuperadores de Hispania y como depositarios de una soberanía nunca perdida –espiritualmente- que procedía de los emperadores romanos y que habría sido heredada por los godos.

La Hispanidad nace del sentir unitario de los cristianos peninsulares que pelean por librar su tierra invadida por los moros. Y la Hispanidad se amplifica y se vuelve del todo universal al salir tres carabelas hacia el Nuevo Mundo. La “Conquista” es la prosecución de la “Reconquista” medieval. La modernidad que pudo ser hispánica y católica no quería romper del todo con la Edad Media y ésta, a su vez, nunca quiso romper con Roma como centro espiritual que irradia poder.

¿Qué es realmente la Hispanidad? 

Ahora mismo es una comunidad de naciones que hablan mayoritaria o parcialmente las lenguas española y portuguesa. Estas naciones, sólo por compartir una lengua común y unas tradiciones comunes (fe católica, costumbres traídas por lusos o españoles, leyes, arte…) poseen un enorme potencial geopolítico. Prefiero hablar de Hispanidad como potencial presente, no como cadáver destrozado por anglos, franceses y yanquis. Tampoco quiero hablarle de Hispanidad como mera “utopía”, como futuro desiderativo. Nada de eso: es un potencial real. El potencial de la Iberofonía. Tal y como he podido escuchar a don Frigidiano Durántez: si todos los niños de la península y de las Américas, además de nuestra lengua materna, estudiáran conjuntamente la otra lengua madre de la Hispanidad (por ejemplo, los castellanohablantes aprendieran el portugués) en vez de rompernos la cabeza con el inglés o el chino, podríamos alcanzar en pocos años una Comunidad iberófona (una Hispanidad, que incluye siempre el mundo lusoparlante) enorme, quizá 800 millones de personas. Una Comunidad gigante con verdaderos gigantes en cuanto potencial humano, energético y de recursos de todo tipo (Argentina, Brasil) que podrían plantar cara a los yanquis, a los chinos y a quienes se pusieran por delante.

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Hispanidad es potencialmente un bloque de poder y de autodesarrollo per se, en donde podríamos todas las naciones hermanas intercambiar recursos humanos y naturales y protegernos de los enésimos intentos colonialistas externos.

Hispanidad, en el fondo, es el sueño de Manuel Ugarte, ese ilustre argentino que nunca se creyó las patrañas de la Leyenda Negra, no rechazó el legado de España y vio en los Estados Unidos, como antes en la pérfida Albión, la mano negra que siempre maniobró para tenernos desunidos y encabronados los unos con los otros.

¿Y el Imperio?

Imperio no es el delirio de grandeza de una minúsculo estado bananero del sur de Europa que hoy llamamos (de momento) España, en pleno proceso de descomposición. Imperio es, hoy, federación de naciones en las que España y Portugal, muy humildemente, deben volver a abrazarse con las del otro lado del “charco” para intercambiar económica y culturalmente, y para crear un espacio proteccionista y una esfera geopolítica propios.

España y Portugal deberían acercarse entre sí y con sus otras naciones hermanas dentro de ese marco federativo y abandonar  su política suicida. Pues es suicidio entrar en una Unión Europea donde siempre existieron y siempre mandaron nuestros enemigos históricos. Dos polluelos encerrados en un corral habitado por zorras, esos son los estados español y portugués ahora mismo dentro de Europa. Dos enanos, sin América detrás. Pero con América detrás, España y Portugal serían dos gigantes. Así entiendo yo el Imperium: una vuelta al centro de donde irradió nuestro poder.

 En este mundo de Twitter, George Soros, Black Lives Matter, el Foro de Sao Paulo y Pedro Sánchez, ¿todavía podemos pensar en la Hispanidad en algo tangible o es una quimera?

En los tiempos de Manuel Ugarte o de Ramiro de Maeztu, hace un siglo, un transatlántico debía cruzar lentamente el océano. Aún así, nuestros abuelos lo llamaban “charco”. Los españoles de ambas orillas, como los portugueses de ambos continentes, se sabían parte de una misma Comunidad. Los poderes que se dicen “globalizadores”, y que son los que Vd. ha citado, junto con los múltiples inventos para dañar nuestro orgullo y nuestra capacidad inmunitaria como comunidad humana (el indigenismo, el fundamentalismo evangélico, la manipulación cibernética, el posmodernismo) saben bien lo que significa un “despertar”.

¿De qué debemos despertar?

A los moros invasores del siglo VIII les hubiera venido muy bien que don Pelayo también hubiera agachado la cabeza, como hicieron tantos otros godos. El destino de los mozárabes ya sabemos cuál fue: miseria, extinción, conversión, humillación. Es el destino de toda comunidad vencida y aculturizada. Hoy en día, los hispanos de ambos lados del “charco” somos los mozárabes aculturizados por el yanqui. De cada tres palabras que soltamos en la lengua de Cervantes, una de ellas es un barbarismo anglosajón. Con apellidos españoles y portugueses, cometemos el crimen cultural hortera de poner nombres de pila ingleses a nuestros niños. Somos los mozárabes del siglo XXI. Igual que aquellos cristianos sojuzgados del sur de España empezaron a ser indistinguibles del moro por sus ropajes y turbantes, hoy, la gorra de beisbol y las sudaderas chillonas con números gigantes delatan al hispano colonizado culturalmente por el yanqui o gringo. Usemos las redes para el contacto rápido e inmediato entre nosotros, y construyamos una gran comunidad económico-cultural autocentrada, sin sometimiento al Imperio depredador angloamericano.

¿Cómo debe ser la Hispanidad del siglo XXI?

Pienso, como Marcelo Gullo, que debe ser en primer lugar una Comunidad Económica que, partiendo del Cono Sur, por el potencial que hay allí de países grandes, bien dotados intelectualmente, físicamente, territorialmente (Chile, Argentina, Brasil…) pueda irradiar hasta más al norte del Continente Americano y hasta la Península. Deben ser países selectivamente proteccionistas ante los imperios depredadores actuales (E.E.U.U., China, etc.) y los capitales invasivos (monarquías petroleras que infiltran capitales en trasnacionales varias). Ese proteccionismo simultáneo de varios estados hará más fácil una defensa conjunta de las naciones hispanas ante posibles y nunca descartables golpes de estado, revoluciones de color, campañas de desestabilización, acciones terroristas) promovidas desde Washington, con el posible visto bueno y apoyo de Bruselas.

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Debería dotarse de un ejército trasnacional, con cuya cooperación, más que con la OTAN, las naciones peninsulares (España y Portugal) ganarían mucho, habida cuenta del envalentonamiento creciente de los marroquíes.

Debería haber preferencia y cooperación universitaria, tecnológica, comercial entre las naciones puestas en proceso federativo. La Península Ibérica podría ser el incisivo mordiente en Europa para esas grandes naciones hispanoamericanas que podrían negociar “de tú a tú” con los europeos.

¿Cómo podemos llevar a cabo la Hispanidad?

Una cooperación económico-política, militar y cultural muy estrecha, para la cual sería imprescindible aquí, en España, quitarse muchas legañas de los ojos: a) la leyenda “europeísta” (pues “Europa” es el problema, no la solución de nuestros males); b) la leyenda negra, que se ha adaptado incluso al cuestionamiento nacional de España en la península y aqueja a casi todos los subnormales que sueñan con unos Países Catalanes independientes o una Euskal Herria separada del resto de la nación, b) la leyenda nostálgica, que cree que España puede dar “lecciones” de Hispanidad a la mayor parte de esa Hispanidad, contada en cientos de millones de personas, cuando ahora mismo España es una minúscula  “república borbónico-bananera” , tan bananera como las demás.

Frente a la globalización, el Imperio. ¿Es factible un Imperium a día de hoy?

Completamente. Lo que tenemos que hacer es dar los pasos pergeñados en mis respuestas anteriores: unirnos entre nosotros, españoles, y unirnos con los pueblos de la Hispanidad. Y los peninsulares hacerlo modestamente, sin querer ser “madre patria” sino hermanos de igual a igual. Unirnos económica y políticamente, militar y culturalmente. Unirnos a los hispanos del otro lado del charco y aprender de ellos. Si les damos la espalda, la España borbónico-bananera se balcanizará y seremos otra vez una España mozarabita, una masa de esclavos, extraños en nuestra propia tierra. Por eso esta selección de ensayos que acabo de presentar, gracias a la editorial Letras Inquietas: mostrar al público que, frente a la colonización “europeísta” y yanqui, esto es, frente a la globalización, todavía hay una serie de personas sagaces, capaces de meditar sobre el Imperium no en clave nostálgica, sino en clave crítica y, a veces, combativa. Los autores que han colaborado en el libro poseen perspectivas muy diversas, pero todos han meditado en serio sobre lo que es Imperium que generó una manera muy buena y muy feliz de estar en el mundo, la Hispanidad. Creo que es un paso no exento de importancia. Yo les quiero dar las gracias. Sólo por su trabajo, ya me consta que los “globalizadores”, los enemigos eternos de la Hispanidad, nunca podrán descansar tranquilos. Siempre tendrán a alguien en frente.

¿Qué papel ha de jugar España como cabeza de la Hispanidad? ¿Todavía puede encabezar la Madre Patria al bloque hispánico?

Ya lo he dicho. España está degradada, descabezada, en tránsito hacia la centrifugación y balcanización. Si un día fuimos “madre”, buena o mala, ésta madre es una yonqui de ideas tóxicas posmodernas, que se prostituye en todas las esquinas del globo. Es la fulana del petrodólar, el hazmerreir del Sultán marroquí, quien pone la cama al invasor y le vende sus carnes para mayor regocijo de quien pisa su otrora sagrado suelo. Estamos vendidos al capital trasnacional y al “bloque occidental”. Esta madre fulana y toxicómana debe pedir ayuda a sus  ”hijas” de las Américas y a su hermana portuguesa. Si somos familia, debemos unirnos. Pero como una pequeña socia más, arrimando el hombro. Y cumpliendo el papel geoestratégico que le corresponde: ser la parte mordiente de la Hispanidad en Europa: dar los golpes en la mesa ante los plutócratas franco-alemanes.

La España actual es cualquier cosa menos España. ¿Es la Hispanidad una condición sine qua non para que España vuelva a su ser?

Eso mismo es lo que le acabo de decir. La Hispanidad es la solución, y esta “Europa” tiránica y burocrática es el problema. Esta Unión Europea en la que hemos entrado cargados de complejos, de rodillas, pidiendo perdón por existir y renunciando a nuestra tradición. Es fundamental para rehacernos, recoger los jirones y restos del naufragio y comenzar con otra cosa, a saber, retomando el camino perdido, el camino del Imperio. Por eso quise que saliera este libro.

Varios autores (coordinador: Carlos X. Blanco): El Imperio y la Hispanidad. Letras Inquietas (Enero de 2021)

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