Gregory Roose,
¿El presidente de los Estados Unidos privado de su libertad de expresión por los gigantes de Internet a pedido de una coalición progresista? ¿Un procedimiento de acusación iniciado unos días antes del final de su mandato? Esto no es una ucronía. Bienvenido a Joe Biden’s America.
Todo comenzó con un discurso incómodamente provocativo de Donald Trump, celebrado en Washington el 6 de enero de 2021, en el que instó a sus seguidores a «caminar por la avenida Pennsylvania» y «marchar hasta Capitol Hill» para denunciar a «un presidente ilegítimo».. De boca de un orador progresista que pide más justicia social, este llamado a manifestarse, y no invadir la sede de la democracia estadounidense, sin duda habría sido apoyado y beatificado por los medios de comunicación. Pero Trump, cuyo estilo peculiar conduce a la demonización de sus oponentes, ha sido considerado el único responsable de la invasión del Capitolio por una multitud emocionada. Y con una indignación selectiva insoportable, la clase política mediática ignoró a los cinco manifestantes a los que disparó fríamente la policía del Capitolio, incluido un ex veterano militar estadounidense, Ashli Babbitt. De la pluma de los medios progresistas, los muertos en Capitol Hill no son más que los culpables. Bajo su misma pluma, un reincidente, también asesinado por un oficial de policía, se convierte en él mismo.
La invasión del Capitolio es una expresión de la oclocracia que amenaza cuando la democracia es burlada, pisoteada, manipulada por una casta política mediática ansiosa por retener su poder.
La invasión del Capitolio es una expresión de la oclocracia que amenaza cuando la democracia es burlada, pisoteada, manipulada por una casta política mediática ansiosa por retener su poder. Toda insurrección violenta es condenable en cuanto contraria a la ley, al orden y al mantenimiento de la paz social. Pero nuestras democracias modernas a menudo nacen de la insurrección, de la guerra de independencia de los Estados Unidos al asalto de la Bastilla. En lugar de tratar de entender las razones profundas que empujaron a los ciudadanos estadounidenses a invadir su Capitolio, los medios prefirieron acusar, denigrar y silenciar a Donald Trump por todos los medios, incluida la negación de la democracia. Una vergüenza para los «demócratas». El debate está en el corazón de la vida democrática, pero según los demócratas estadounidenses y los progresistas en general, esto solo se satisface plenamente cuando se impide que sus enemigos declarados se expresen. Y para lograrlo, utilizan medios paradójicamente contrarios al ideal democrático: silenciarlos por todos los medios, incluso si eso significa reemplazar al poder judicial.
La libertad de expresión no está amenazada, está siendo atacada
La invasión del Capitolio pudo haber quedado como un episodio cuyas causas y consecuencias pertenecen a jueces e historiadores. Pero eso sin contar la intervención de los heraldos del progresismo internacional que, pretendiendo encarnar el bien, se consideran legítimos para utilizar todos los medios para aplicar su llamada justicia social. Así, desde Michèle Obama hasta Hillary Clinton pasando por muchas celebridades de la canción y el cine, se han lanzado y… escuchado llamados para silenciar a Donald Trump privándolo de los medios de expresión en las redes sociales. Después de Twitter, que durante varios meses censuró los mensajes de Trump, incluidos los que pedían calma, otras plataformas han reemplazado así a la justicia al proceder con la suspensión permanente o temporal de las cuentas de Donald Trump: Facebook, Google, Snapchat. , Instagram, Youtube, Spotify, Reddit, Twitch, TikTok … Se supone que estas plataformas permiten la libre expresión de miles de millones de personas con respecto a la ley. Pero no les corresponde hacerlo cumplir, menos de forma preventiva y sin posibilidad de recurso transparente y supervisado legalmente. Esta denegación de justicia sumada a una negación democrática acaba de llegar al actual presidente de la máxima potencia mundial. ¿Qué pasará con todos mañana? Estas redes sociales se han vuelto tan poderosas y tan esenciales para la difusión de información y la expresión democrática que deberían estar bajo el control público. Pero está sucediendo todo lo contrario. El inconmensurable poder de estas grandes empresas privadas, que no esconden su progresiva militancia, asume el predominio sobre la vida democrática. Y cuando aparece una alternativa a su omnipotencia, inmediatamente se ve como una amenaza y se neutraliza, identificándose al adversario ideológico como enemigo de su causa. Cuando Trump abre una cuenta en la red social Parler, los usuarios la asaltan hasta el punto de no estar disponible temporalmente. Sin embargo, unas horas después, el gigante Google lo retira sin previo aviso de su plataforma de descargas, argumentando una ausencia de moderación en esta red considerada (¿también?) A la derecha. los usuarios lo asaltan hasta el punto de no estar disponible temporalmente. Sin embargo, unas horas después, el gigante Google lo retira sin previo aviso de su plataforma de descargas, argumentando una ausencia de moderación en esta red considerada (¿también?) A la derecha. los usuarios lo asaltan hasta el punto de no estar disponible temporalmente. Sin embargo, unas horas después, el gigante Google lo retira sin previo aviso de su plataforma de descarga, argumentando una ausencia de moderación en esta red considerada (¿también?) A la derecha.
El poder inconmensurable de estas grandes empresas privadas, que no esconden su militancia progresista, está tomando predominio sobre la vida democrática.
Ha comenzado la purga ideológica. Twitter incluso llegó a eliminar cientos de cuentas de soporte de Donald Trump en cuestión de horas. En Francia, se han alzado voces de derecha e izquierda contra esta desproporcionada interferencia de la GAFA en la vida democrática. Mañana, los poderes públicos deberán abordar la cuestión esencial del delito de opinión y su regulación por parte de empresas privadas.