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El coronavirus acelera la Era post-democracia

Redacción




Javier Marzal.

El macro-Estado fue el mayor fenómeno social y económico del siglo 20. Por ese gigantismo, el sector público se ha convertido en el mayor enemigo de la libertad, de la justicia, de la justicia social, de la distribución de la riqueza, del bienestar de los ciudadanos y del progreso colectivo.

La propia Unión Europea certificó la decadencia en 2010, con la famosa frase de que las actuales generaciones de jóvenes viven peor que las de sus padres, en todos sus países miembros (Europa: Proyecto 2030).

Anonymous refleja la decadencia con un famosa publicación donde se dice: Vivimos en una nación donde los médicos destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, la prensa destruye la información y los bancos destruyen la economía. En realidad, todo ello es efecto del macro-Estado y la institucionalización de toda la sociedad, haciendo que la corrupción sea el negocio más lucrativo del mundo (5% del PIB), de la Unión Europea (4,8%) y de España (8%).

El macro-Estado es el mayor explotador de los trabajadores, como suele decirse: “Un mileurista es un dosmileurista atracado por el Estado”. Además, el macro-Estado es el mayor corruptor de la cultura, de la economía y de la sociedad y de los tres sectores de actividad humana: público y privados (empresarial y social).

El macro-Estado es el mayor productor de problemas que impulsan que la sociedad destine gran parte de sus recursos a paliar esos problemas.

La respuesta de los gobiernos y de sus organismos internacionales al coronavirus ha puesto de manifiesto el totalitarismo, las mentiras políticas y la institucionalización de la ciencia y de la sanidad con un resultado mortal y empobrecedor.

Desde hace décadas, las encuestas han reflejado la falta de credibilidad de las instituciones.

La democracia es un sistema absurdo e incompatible con un mundo complejo. Es absurdo que sólo unos cientos de políticos (parlamentarios) legislen las principales leyes que rigen la convivencia y dan forma a las estructuras de la actividad humana. El absurdo que estos parlamentarios aprueben el mayor proyecto económico de cada país (los presupuestos generales) que es mucho mayor que los presupuestos de todas las empresas juntas. Un presupuesto propuesto por un grupo aún menor, de menos de los veinte políticos que forman los gobiernos.

En definitiva, el macro-Estado es el mayor enemigo del bienestar individual y del progreso colectivo.

En este decadente y peligroso contexto y advertidos de que habrá más pandemias, se hace necesario cambiar el sistema. La única alternativa viable al sector público es el sector social. Cabe decir que el sector social (asociaciones) actual es tan grande como lo era el sector público a finales del siglo 19 y que aporta una estructura y conocimientos alternativos en la mayoría de los campos de actuación del sector público.

Es cierto que el sector social europeo es en parte muy corrupto, corrompido por los premios y castigos de las instituciones, es decir porque está institucionalizado, pero también es cierto que se puede arreglar, a diferencia del sector público.

Para entrar en una necesaria Era post-democracia son necesarias tres cosas:

1) Debilitar al sector público y a sus organismos internacionales.

2) Fortalecer el sector social sustitutivo de los servicios públicos.

3) Ideas sobre cómo realizar la transición para privatizar el sector público, principalmente en el sector social, así como llevarlo a cabo. Suecia ya lo ha hecho, pero mal, como todo lo que hacen los políticos.

El coronavirus es un macro-acelerador, para aumentar el totalitarismo y la esclavización, o para cambiar el sistema, eliminando la historia del poder, donde una minoría siempre se ha aprovechado de la mayoría, hasta destruir todas y cada una de las civilizaciones que han existido.