Luis Bru.
El ego inconmensurable de Pedro J Ramírez, atizado por la ambición desbordada de su esposa, la inefable Cruz Sánchez de Lara, sufrió lo indecible por tener que suspender la fiesta para 1.500 asistentes o comensales que pensaban celebrar para conmemorar los 40 años de Pedro J en la dirección ininterrumpida de periódicos. Como Pedro J quiere ser el muerto en el entierro, difundió por las redes una fake news: tenía los síntomas del coronavirus. Esa fiesta era la ocasión perfecta para que Cruz tuviera la boda que no tuvo, que no le dio Pedro J, con dos testigos, Javier Gómez de Liaño y su esposa, la ex fiscal María Dolores Márquez de Prado, ante notario. Los dos leones, según la jerga cursi de Pedro J, le darían algunas dentelladas al hortera: no se hablan.
Cuando vieron que lo del coronavirus iba para largo, no podían permitir que el bichito les quitara toda la gloria. Fueron a celebrar el V aniversario de El Español, como podían haber celebrado cualquier aniversario, el caso era darse un festín a su ego. Pedro J llamó 55 veces a Martínez Almeida, porque cuando quiere algo es muy pesado, y no se sabe por qué se le tiene miedo. Así compuso la fiesta de las élites, de la casta a la que él quiere pertenecer y pertenece, como periodista ajado de la partitocracia. Cruz se puso uno de esos vestidos inclusivo, tres tallas menos, digamos, que se embutió en unfrac femenino, como en Navidades se vistió de mama Noël. Par de horteras de boleras.
Eran los amos del mundo, y la guinda la puso Salvador Illa. No valoró Pedro J, lo que en su caso como periodista es un error imperdonable, la reacción. En ningún momento de la fiesta se le ve preocupado por haber reunido él dice que 80 personas, otros dicen que 150, da lo mismo, el caso es que un número muy superior al de 6 que se permite al común de los mortales; sin guardar las distancias de seguridad en ningún momento, con un número relevante quitándose las mascarillas para escuchar al león anciano soltar su perorata sin sentido, de un mundo que ya ha fallecido, podrido, con sus arcanos conceptos de la centralidad. Y entonces sobrevino la tempestad previsible. Hasta Salvador Illa tuvo que pedir disculpas en el Congreso, pero Pedro J, otro nuevo error de diagnóstico, no; él dio explicaciones y lecciones de moral. El depravado sexual que es no deja de dar lecciones de moral facilona.
Hoy, todo es desolación en el hogar de los Ramírez o mejor de los Sánchez de Lara. No entienden nada de lo que les ha pasado. Quizás porque su mundo ha muerto, es de ayer, y el feminismo de Cruz está demodé, es impostado y semeja una impostura. Doblan las campanas por Pedro J Ramírez.