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Francia teme terminar siendo Siria o Libia

Redacción




Virginia Montes.

La decapitación de Samuel Paty ha sacado toda la mentira buenista y políticamente correcta en la que vive sumida Francia y que le dio el triunfo al petimetre Emmanuek Macron. La decapitación ha representado un ataque a dos valores esenciales de la República: la libertad de expresión y la escuela. De pronto, Francia se ha encontrado que es sumamente peligroso decir algunas ocas en Francia y que la escuela en Francia se ha convertido en el terreno de una guerra étnica y religiosa, para la que Francia no está preparada.

Macron brama en el Elyseo: «el miedo tiene que cambiar de bando», quiere que los islamistas se sientan en peligro a cualquiera hora de la día y la noche, se muestra dispuesto a luchar a muerte, «si no tomamos esta lucha cara cara vendrá la época difícil de enfrentamientos y milicias». La visión es terrorífica: Francia convertida en una nueva Siria o en Libia, un Estado fallido. Los de los expedientes S serán expulsados, 231, los Estados que promuevan el salafismo serán considerados hostiles. Macron ha hablado del «separatismo musulmán»: crear un estado dentro del Estado.

Francia se dispone a luchar contra el «islamismo político», pero me temo que yerra el tiro. El asesino ha practicado un ritual religioso, bárbaro, una decapitación, un sacrificio halal, en el que la victima, como una alimaña, debe desangrarse. El asesino Abdullakh Anzorov, para mayor ironía, es un asilado checheno. Él y toda su familia. Todos asilados. Francia importa asesinos. Su padre y sus dos hermanos explican la «radicalización» de Abdullah: desde hacía un año no se perdía una oración del viernes y había puesto la bandera del Daesh como pantallazo en su móvil. Una vivencia más estricta desemboca en el asesinato: el islam religioso no puede desligarse del político.

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Luego, vienen las complicidades. El padre de un alumno musulmán que acosó a Samuel en las redes, otro padre que, acompañado de un integrista, lo denunció en comisaría. Siete personas fueron llevadas ante el juez antiterrorista anoche. Entre ellos, dos menores que fueron, este miércoles 21 de octubre por la noche, interrogados por “complicidad en asesinato en relación con una actividad terrorista”. Le estuvieron acompañando toda la tarde mientras decía que iba a vengar al profeta y señalaron a Samuel. El joven de 19 años, amigo del terrorista, lo acompañó a comprar un cuchillo, el arma homicida. El otro habría llevado al asaltante el viernes a comprar otras dos armas, también encontradas en el cuerpo del perpetrador. Este joven adulto también sería el que llevó a Abdouallakh Anzorov, en automóvil, a la escuela.

Una tupida red de complicidades que nos sitúan ante el «separatismo musulmán» y que va mucho más allá del islamismo político; todos actúan siguiendo preceptos religiosos de una cosa peligrosa llamada islam.