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El Estado de Partidos está muerto: No nos representan

Redacción




Enrique de Diego.

El Estado de Partidos, la fórmula, que suficientemente instalados en el Estado y subvencionados, oprimen, destruyen y corrompen a la sociedad civil hasta generar una, también subvencionada, y expolian al contribuyente, oprimen al ciudadano, ha muerto. El debate de la moción de censura de Vox ha terminado con él. El Estado de Partidos necesita drama y espectáculo para sobrevivir y Vox es, dentro del Estado de Partidos, el que tenía un discurso aparentemente novedoso, en apariencia capaz de romper el consenso. Quedaba, pues, fagocitar a Vox y que ese partido sirviera a los propósitos del modelo. Los partidos son negocios obligados a mirar por sus intereses que son contrapuestos a los de los ciudadanos.

La carta de Vox ha sido utilizada y se ha vuelto inservible, de la misma forma que se utilizó la de Podemos, y no es una anécdota sino una categoría que sus dos líderes se hayan hecho la primeras de cambio con una mansión; porque esas dos submarcas son casta parasitaria y viven de las subvenciones. Al Estado de Partidos sólo le queda experimentar la gran coalición, pero esa fórmula se lleva de hecho experimentando muchos años mediante el consenso, que ha degenerado en cuestiones que, en aras del negocio, atentan y atañen al orden natural de las cosas.

Cada vez un número creciente de españoles se sienten lejanos del sistema partidocrático; han podido constatar en un debate parlamentario que están solos y sin representación, que sus pretendidos líderes se pierden en disputas de colegio o se lanzan descalificaciones gruesas, mientras los graves problemas de la Patria y de la sociedad y de las personas permanecen ajenos a unos políticos que funcionan saltándose el manda imperativo, consagrado por la Constitución. El espíritu del 15 M, y el previo de la Plataforma de las Clases Medias, permanece en su transversalidad intacto: «No nos representan».

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Sólo falta el detonante para que el tinglado, la farsa se caiga, porque está podrida. Quizás haya que llegar al hambre para que los españoles reaccionen y pongan las cosas en sitio, pero el Estado de Partidos no tiene nada que ofrecerles, ni con que entretenerles, sólo reprimirles hundiendo su tejido de pequeñas empresas, un proceso que la pandemia sólo ha acelerado. El Estado de Partidos está esencialmente muerto, aunque siga el decorado, cayéndose a pedazos, y la única alternativa salvadora es la República Constitucional, y buena muestra del interés que suscita es el subidón de ventas experimentado tras el falso debate de la extemporánea moción de censura.