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Carta epitafio para Inés Arrimadas, la equidistancia de la estupidez

Redacción




Enrique de Diego.

Esto más que una carta es un epitafio, Inés Arrimadas, pozo de mierda, porque no está «resucitada», como decía Losantos, en una de sus memorables errores de diagnóstico mercantilistas, lo que sucede es que estás mal enterrada. Tú discurso en la moción de censura, dado el bajo nivel oratorio, ha brillado por su insufrible mediocridad, y tú concepción del centro, una cosa que se inventaron los falangistas oportunistas y chaqueteros, para seguir subsistiendo con holgura, y notable falta de patriotismo, tú lo entiendes como equidistancia de la estupidez, ofreciendo perlas tan endebles como que «la alternativa a los ataques al Rey no es echar de menos la dictadura».

Mueves las manos como Mamen Mendizábal, como en un curso de telegenia, y tú problema es que no tienes nada que decir, petarda, marisabidilla, que parecías algo en Cataluña, pero te has venido abajo, tan abajo, que hablas desde la tumba política. Dado que el PP se ha movido al centro, te ha dejado sin sitio, sin lugar, sin posición, como un satélite que busca a Pedro Sánchez para salir en la foto; eres la gran perdedora del debate, que ya es decir.

Y pensar que los de Ciudadanos, cochinos, marranos, estaban que se frotaban las manos de que se fuera Albert Rivera, el veleta, porque te tenían de recambio a ti, con tu cara bonita, y tú falta de ideas, que parecen un monito de repetición con tus latiguillos globalistas, ejemplificados en esa bandera partida en tres, que es una horterada. Te escandalizas de que te llamen traidora, y eso lo es elevado al cubo el pazguato de Ignacio PaniAguado, pero no das ni para eso, no das para nada. Aquí yace Inés Arrimadas, no valía para nada.