Luis Bru.
El taxista arranca con velocidad inusitada, conmigo en la parte de atrás. Da con la rueda en el bordillo en una curva impropia y fácil. Se ve que está crispadísimo. Ya suelta la ira que lleva dentro: «Por estos irresponsables, nos van a volver a confinar». Pienso que habla de los políticos, pero no, se refiere a los que practican el botellón. Todas las televisiones al servicio del Gobierno, o sea todas, informar, dan imágenes y culpan de la segunda oleada y son utilizados para justificar las medidas a adoptar. Por ahora, el taxista compra la mercancía manipulada.
«Si me confinan, me llevan al hambre». Ese término lo utilizaba sólo Enrique de Diego hace más de una década como la consecuencia del Estado de partidos, de la gran cantidad de políticos que pesar sobre las espaldas del contribuyente. Cuando le digo que las últimos responsables son los políticos, se ve que le cuesta identificarlos como enemigos, porque son demasiados y tienen el monopolio de la violencia, pero añade con ira: «esos cobran todos a fin de mes, pero no perdonan nada, ni el autónomo, ni ningún impuesto».
Por ahora, buena parte de la opinión pública sigue los dictados de la población, pero cuando la manipulación no haga efecto, cuando se identifica al enemigo, la clase política, el político, 450.000 políticos, y la irá del taxista, de todos los taxista, del pueblo llano y soberano, que se echen a temblar…Entonces, habrá llegado el momento de la República Constitucional.