Enrique de Diego.
Tras las seis grandiosas entregas del serial de nuestro héroe Jesús Muñoz, retazos de su vida hilvanados con agilidad y numerosos aportes documentales, la experiencia contada es un golpe mortal a la Ley Integral sobre la Violencia de Géner, al tiempo, y un disparo certero de un torpedo en la línea de flotación de Cruz Sánchez de Lara, en la que parece mentira la vileza ad nauseam reiterada: hasta siete denuncias más falsas que un Judas de plástico. Como un cruel sarcasmo, la «idealista» que es Cruz, según Pedro J, la que «tiene la capacidad de detectar y mirar compasivamente el dolor ajeno», se fotografía junto a un cartel donde se lee: «creemos en el poder de la gente para cambiar el mundo»; retórica barata, peor aún: hipocresía de la peor especie, humanitarismo envuelto en celofán de marketing, pues no sabemos qué hará con los niños de Kenia pero sabemos que hace con los niños españoles, los destroza con sus artimañas, con sus jugarretas de abogada feminista.
Todo son destrozos por donde pasa: la familia de Beatriz Caniego está totalmente desestructurada, después de que Cruz le cobrara la sustanciosa minuta, no ha mostrado preocupación alguna por las consecuencias de sus actos. ¿Cuántas vidas de varones incautos habrá destruido? Conocemos la de su primer marido; Juan Carlos Iglesias Toro. La de Jesús Muñoz no ha podido, como los héroes de Frank Capra, ha demostrado tener inagotables fuerzas para luchar, y una mujer, María José, a la que califica de heroína; ya se sabe, detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, y este es el caso.
Este es un serial abierto, que pronto se convertirá en un libro testimonio, que no tiene final, que fluye como la vida, y que en el momento actual, ahora mismo, suceden cosas importantes que serán mañana nuevos capítulos. Jesús Muñoz pone el dedo en la llaga: ¿qué ha hecho Cruz, y Beatriz Caniego, por supuesto, con ese niño de 3 años, que el sistema dice que va proteger como un bien superior? No hay mal trato que se le haya evitado. ¡Qué aventura la suya para recuperar a tan buen padre! ¡Qué capacidad de sobreponerse al fatalismo y reescribir su vida! ¡Qué fortaleza ante la adversidad! ¡Qué coraje, el de Óscar para desentrañar la tela de araña que ha tejido Cruz Sánchez de Lara! Pedro J dice que parece salida de una novela de amor, pero el amor es ciego, y la seducción le confunde, de donde parece salida es de una novela de terror.
Pero J Rmamírez, cuando el mundo se mueve bajo sus pies, mientras anda vendiendo sus análisis de baratillo, con su pomposa centralidad, con el engolamiento ridículo del abuelo porreta.
La Ley Integral de Violencia está incrementando exponencialmente las víctimas, y al tiempo que generando un sucio, asqueroso negocio, del que se lucran abogaduchas como Cruz, está dejando a mucha gente en el camino, a muchos niños , a muchos Óscar, que crecen bajo la tiranía de unas patéticas madres a las que se ha dado el poder de la impunidad, y abusan de él, de ellos, y sin el amor solícito de que padres, que se ha tornado amor sufriente. Este es para mí el gran descubrimiento de esta historia en carne viva: el heroísmo de Óscar que corre en paralelo del de Jesús. Los niños no cuentan, no se tienen en cuenta, son pasto del grosero negocio abierto impúdicamente por la Ley Integral de Violencia de Género. Toda una generación de adolescentes están siendo sacrificados en su ara y piden atención y piden justicia y piden un padre que se les ha hurtado, como Oscar, que empieza su viaje iniciático con un simple whasapp cargado de sentido: «hola soy tu hijo». Me meto por una vez en la historia para aplaudir la bella concisión de Oscar, su bello gesto y decirle que puede estar orgulloso de su padre y de parecerse en coraje a él.
Sucio negocio del que han participado tanto el PSOE como el PP, porque, con nombres y apellidos, Jesús Muños emprende un saludable ajuste de cuentas con todo ese inframundo que se mueve en la mentira y en la corrupción moral, en la esquizofrenia ética, del CAI, los psicólogos de psicología barata, los servicios sociales, los jueces y las juezas, que son peores, los fiscales, los policías. Todo ese inframundo que sigue las consignas a machamartillo porque le va la vida, en la manipulación, y el sueldo.
La Ley Integral de Violencia de Género es un fracaso; Jesús Muñoz y Oscar lo han mostrado y demostrado con sus vidas. O acabamos con LIVG o ella acabará con nuestro modelo de sociedad occidental, Estoy cierto que acabaremos con ella, aunque sea por instinto de supervivencia, por sentido universal de lo que es justo y por decencia personal y social.