Enrique de Diego.
Parece un héroe de las películas de Frank Capra, de esos personajes anónimos, de esos hombres de la calle, de esos Juan Nadie, que puestas ante las circunstancias adversas sacan fuerzas de flaqueza, dan lo mejor de si mismos y de los resortes de su temple se crecen hasta hacerse gigantes.
Jesús Muñoz es ese gran hombre que ha sido forjado por la maldad de la abogada Cruz Sánchez de Lara (nacida María de la Cruz Sánchez, ¡lo que cambia la gente que no está a gusto consigo misma!), una mujer parecida a Cruella de Vil, la de los 101 dálmatas.
Los padres de Jesús Muñoz provienen del pueblo segoviano de Samboal -bellísima la torre de espadaña de su Iglesia, del más hermoso estilo mudéjar- que se halla a tres kilómetros escasos del villorrio Fuente el Olmo de Iscar, de donde proceden los míos, ya es casualidad; tierra de pinares, albares y negrales, de un verde lujuriante, donde brota espesa la resina y entre cuyos serenos troncos crecen en los otoños lluviosos los sabrosos niscalos con sabor a esencia de piñón, delicia del paladar. Y los pueblos, arracimadas las casas en los calveros, entre las amplias alamedas.
Da coraje verle sometido a tortura por Cruz, quebrarse y llorar cuando extiende sus garras de mantis religiosa y reclama inmisericorde el abusivo botín, con voz meliflua y cadenciosa. Jesús Muñoz tuvo una relación con Beatriz Caniego Ruiz, de la que nació un hijo. No cuajó la relación, afectada la madre de dolencia psíquica y fuertes desequilibrios emocionales. Y allí está Cruz, de la Federación de Mujeres Progresistas, ofreciendo un acuerdo miserable, porque representa la miseria de por vida al bueno de Jesús.
De fondo está la nefasta Ley Integral de Violencia de Género, destructora de varones inocentes, porque han sido privados de tal presunción, trituradora de hombre. Empieza un calvario para Jesús Muñoz que le deja sin rastro de cuero cabelludo por el sufrimiento. Le llueven como chuzos las denuncias falsas; acusaciones de hechos supuestamente sucedidos en Guardamar del Segura cuando nuestro héroe está muy lejos de allí, en El Espinar, Segovia. Son años de simulaciones, bajo la dirección letrada de Cruz Sánchez de Lara, sobre supuestas agresiones de Jesús al padre de la interfecta que supuestamente le postran en una silla de ruedas más falsa que un Judas de plástico, subterfugio y mentira cochina, pues está más fresco que las rosas y presto a correr la Maratón.
Son años de tenaz persecución de Cruz Sánchez de Lara y de la Fiscalía, lacaya, podrida y putrefacta, pervertida por la ideología y la perspectiva de género, miope y cegata, que le pide 14 años de cárcel; que se dice pronto, toda una vida, como un criminal en serie o el peor de los terroristas. ¡Qué presión!
Nuestro Juan Nadie no se doblega y lucha a brazo partido contra todas las artimañas de su bruja, de su cruz. Y gana. Es declarado inocente. Se quita la espada de Dámocles de los 14 años y la maldita Fiscalía.
Pero la historia tiene un final abierto, porque hay un niño que crece en la tela de araña tejida por Cruz, que es pasto de los Servicios Sociales, los SS, que son más bien o lo parecen antisociales.
Es un serial, digno de James Stewart y de Frank Capra, de cinco ilustradoras entregas sobre los estragos que provoca la Ley Integral de Violencia de Género y abogadas como la mitómana Cruz que han hecho un lucrativo y sucio negocio de la mentira y la cochambre, de destruir vidas. Un serial que, de seguro, cuando nuestra sociedad recupere su salud mental y su virtud, será llevada a la televisión y al cine para mostrar lo bajo que llegamos a caer bajo el imperio falaz de las Cruz, de Cruz Sánchez de Lara, esposa de su última víctima, el inefable Pedro J Ramírez.
Me he dejado en el tintero que nuestro héroe, Jesús Muñoz, se formó -a luchar, a vencer- en los bravos Infantes de Marina, la mejor sangre de España.